Publicado en la Revista Qu Literatura Nº 22 2018
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Sábado de poca gente en
este viejo bar, la San José de Flores que,
huérfana hoy de su murmullo de fondo, deja oír, como a propósito, la música
funcional.
Ne me quitte pas
Il faut oublier
Tout peut s'oublier
Qui s'enfuit déjà …
Il faut oublier
Tout peut s'oublier
Qui s'enfuit déjà …
Bebo a sorbos mi coñac, el
café que espere, ya daré cuenta de él y sospecho que no será el único, aunque
se que este sabor amargo que regurgito desde lo mas profundo del alma no lo
quitará ninguna bebida. No es fácil ser un hijo de puta.
…Oublier le temps
Des malentendus
Et le temps perdu
A savoir comment...
Lo hubieras pensado antes
me dice mi cerebro y yo aguardo, -vas a ver que cuando te mande dos o tres coñacs
empezarás a encontrar justificativos, y sino, tanto peor; mañana la vida
continuará aunque en este momento no pueda responderme una simple pregunta,
¿Por qué?, la misma pregunta que hace media hora él grito llorando, desnudo,
destrozado, vulnerable; y no me animé a contestarla. Se porqué lo hice, pero no
se porqué quise hacerlo.
...A coups de pourquoi
Le cœur du bonheur
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas
Ne me quitte pas...
La ocasión hace al ladrón
dice el dicho y en este caso, la casualidad dio al miserable que llevo adentro
la oportunidad servida en bandeja, en bandeja, como un bocado sabroso pero ¿y
mi voluntad?, siempre se puede decir no a la tentación porque el placer del
momento, el dudoso placer, luego se paga con la culpa.
Mañana la vida continuará.
La ocasión me llevó a La Forja, un lugar de cultura en donde
un amigo narrador se presentaba con su grupo, fui solo porque Gabi estaba ocupada con su trabajo y ese
fin de semana no nos vimos. Yo sabía, ella me contó que él también narraba y
que juntos habían estado en ese lugar, que los habían fotografiado y les habían
dicho la linda pareja que eran. Si ella nunca lo amó fue porque él no se dejó
amar, porque cuando lo conoció quedó fascinada; una mujer tan prolija, tan
meticulosa, tan obsesiva encontró su par en un tipo que combinaba el color del
cuello de la camisa con el de los pantalones y que, sospechosamente, ocupaba
mucho tiempo en mirarse al espejo. Realmente hacían una linda pareja, el uno
para el otro o, tal para cuál. Antes de que esa cáscara brillante se degradara,
ella fue feliz, realmente se la veía alegre diciendo a quien la quisiera
escuchar que todo fluía y fue tal su entusiasmo que a días de haberlo conocido,
poco después de su cumpleaños, una foto de los dos se exhibía en la portada de
su Facebook en la que llovían elogios y felicitaciones.
Allá en La Forja lo vi, no soy buen fisonomista
pero sabía que era él; un temblor angustiante me sacudió el pecho y, sin saber
porqué, me acerqué al grupo donde estaba y en el que mi amigo comentaba no se
que cosa, fui como la polilla a la llama, una polilla consciente que cede al
impulso pero sabe que debe mantener la distancia si no quiere morir calcinada.
Me sumé entonces al grupo
y, paulatinamente fui participando de la charla; él casi no hablaba, pero yo
conocía su timidez, su prontuario, sus debilidades, sus incapacidades
emocionales, algún que otro secreto y lo más importante, esa potencialidad
latente que habitaba en su interior y que debía convertir en el instrumento de
mi venganza.
Poco a poco, con la precisión
de un maléfico ajedrecista fui llevando la charla hacia temas de su interés. La
provocación surtió efecto y esa noche terminamos los dos charlando hasta tarde
acá, en la San José de Flores. La
mosca, sin siquiera sospecharlo ya estaba enredada en la telaraña, una sutil y
perversa telaraña y una cosa llevó a la otra en la dirección del plan; fingí
coincidir políticamente y una tarde me invitó a una actividad de su
organización, luego a una presentación en la que él narraba y en donde me
deshice en elogios; luego, más y más charlas en donde poco a poco se fue desnudando
su interior genuino y el mío fabricado para un fin.
Es curioso que en ningún
momento cuestioné mi actitud ni me propuse detener esa locura; estaba poseído
por un frenesí vengador contra alguien que nunca se propuso lastimarme, un
pobre tipo atormentado por sus contradicciones y que en definitiva, solo buscó
lo que buscamos todos, un poquito de amor, de ternura, de comprensión; solo
quiso tener a ese ser que nos valora, que nos consuela, que nos estimula, que
nos reta, que nos acaricia, que nos extraña y al que extrañamos.
Fue en su casa, después de
una conversación en donde hice hincapié en la honestidad. Recuerdo haberle
dicho que la honestidad empieza por uno mismo, en asumir lo que se es y
defenderlo. Y lo besé.
Se quedó petrificado, una
de sus mejillas comenzó a ponerse de color púrpura hasta que dijo que me fuera,
-si preferís seguir viviendo una mentira,
allá vos – le dije mientras recogía mis
cosas; cuando llegué a la puerta corrió hacia mi y volvimos a besarnos.
Después del sexo me
agradeció; dijo que se sentía liberado, que no podía explicarme la felicidad
que sentía. Quedamos en vernos al otro día.
Hoy fui a su casa, le
dije, con una frialdad asesina, que no seguiría con esto y se quedó atónito,
apenas balbuceó -¿por qué?- antes de romper a llorar.
Quise decirle que era mi
venganza, que por él Gabi había
sentido una felicidad que nunca sintió conmigo, que para mi no era una persona
sino el símbolo de lo que ella jamás sentiría por mi y entonces, un nudo en la
garganta hizo imposible la palabra, sentí vergüenza y asco de mi mismo. Me fui
sin decir nada, como una rata.
Voy a tomarme otro coñac y
después volveré a mi casa.
Mañana la vida continuará.
Daniel M Forte
04/10/17
Por twitter
ResponderEliminarHay un dios y un diablo que nos habita. Los sentimientos más espúreos de venganza son mejores que pedir misericordia. Este es nuestro mundo, y la mente un laberinto
ResponderEliminarCruda venganza. Muy bueno.
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