El Verbonauta, se ha tomado la irreverente atribución de modificar el título de esta excelente nota.
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Por
Armando Almada Roche
Julián Semionov nació en Moscú en 1931. Egresado de
la facultad de estudios orientales de la Universidad Estatal
de Moscú, trabajó como corresponsal de los diarios PRAVDA, La Gaceta Literaria
y de la revista Ogonek en varios países de
Asia, Europa y América.
Autor de numerosas novelas, entre las cuales
se destacan El agente diplomático, En
cumplimiento del deber, No hace falta santo y seña, La alternativa, La tercera
carta, May Vykhr, 17 instantes de la primavera, Bomba para el presidente, TASS
está encargada a declarar, La orden a sobrevivir, y muchos guiones para
cine y TV, es sin lugar a dudas, uno de los escritores más leídos de su país.
Es vicepresidente de la
Sociedad de Amistad
URSS-Argentina.
A este periodista le había dicho Julián Semionov, en la Feria Internacional
del Libro, que el pertenece a la generación de escritores “prosa de la guerra”, que le gusta escribir
novelas policiales, puesto que no es un género menor. “Mis libros cuentan
episodios de la guerra de la Patria Grande ,
si bien en ese entonces yo todavía
era un niño. Tolstoi y Dostoievsky eran
novelistas policiales, grandes y perdurables autores”. Nada más verdadero
la afirmación del escritor ruso, que participó en un
diálogo con el público en la Sala Leopoldo
Lugones, ante un numeroso público—la cola se mantuvo hasta el final del acto,
esperanzados todos sus integrantes en conseguir un autógrafo—que luego el
escritor firmó con agrado.
Julián Semionov explicó primeramente las
razones de su visita a la
Argentina , un país que siempre le interesó—dijo—y que estaba ansioso por conocerlo y,
fundamentalmente, conocer a Borges”.
Le concertaron una entrevista el con el
consagrado escritor argentino, “es un hombre esencialmente bilingüe” y que
había “liberado a muchos otros escritores de tabúes frente a formas nuevas de
expresión”, que había enseñado “nuevas triquiñuelas” y que eso es lo que “más
aprecian en general los escritores de sus colegas”.
Nos
confesó: “El hombre ruso tiende hacia el idealismo y nuestra filosofía es el
marxismo, que se basa en lo material. Este es uno de los principales problemas de mi país: conciliar la actividad
vital con la modalidad política”.
Barba rubia y rala sobre un rostro de
inocultable origen euroasiático, ojos pequeños que se achican hasta desaparecer
cuando estalla su potente carcajada de bajo, el autor de 17 instantes de la primavera habló de la cultura de la imagen, de Don
Quijote, de Rusia y, por supuesto, de literatura.
-Tenemos
entendido que usted escribió mucho tiempo en la famosa revista Ogoniok, que es muy antiestalinista.
-Ogoniok, en mi opinión, debe satisfacer la demanda social del ser
humano y, a la par, mantener una posición individual independiente. Nosotros
luchamos por la soberanía y el
valor de la personalidad, contra el
desprecio a lo espiritual, derivado éste de la doctrina stalinista, la cual
imponía la despersonalización y la psicología del torniquete.
El proceso de democratización que se
desarrolla en la sociedad soviética facilita a cada persona el derecho de ser
fiel a sí misma y, al mismo tiempo, aliarse con los demás en aras del objetivo común. Ogoniok se mantiene en una posición de hostigamiento
al fenómeno abominable y criminal del culto a la personalidad. Recordemos que a
Leonid Brezhnev le gustaba decir: “Nosotros, los soviéticos, Nosotros, los
comunistas, Nosotros, como todo el pueblo soviético.
-¿La
novela soviética sigue bajando línea de partido?
-No toda. La cosa ha cambiado. Hay novelas de ese tipo pero el
lector, que siempre es inteligente, no lo lee. Está superando la etapa de
adoctrinamiento.
-Al
principio de la entrevista, usted nos hablaba de Don Quijote. ¿Existe una
suerte de afinidad entre lo ruso y lo español?
-No dudo en afirmarlo. ¿Por qué? Muy sencillo. Porque ambos pueblos
son idealistas. Don Quijote podría ser un ruso como algunos personajes de Pío
Baroja, uno de mis novelistas preferidos. El otro de mis preferidos es Miguel
de Cervantes, el primer novelista, el creador de la novela. Un autor
excepcional.
-¿En
su carrera de periodista siempre trabajó con libertad?
-No siempre. Tuve algunos roces
con los personajes de la burocracia y con algunos funcionarios faltos de
imaginación. Sin embargo, cintura política y literaria mediante, pude zafar y
hacer mi trabajo con cierta libertad. Hay que trabajar y pelear contra esos
tontos, más papistas que el papa.
-En el
mundo entero se está imponiendo la cultura de la imagen. ¿Cree que es una
amenaza para la literatura?
-Me parece que sí, algo de eso hay. Creo que la cultura de la imagen
está amenazando seriamente a la literatura. Una de mis hijas, por ejemplo,
apenas gateaba, apretó el botón de la
TV y ahora toda la información que recibe proviene de allí y
no siempre es buena. La imagen está en malas relaciones con la palabra. Pero la Biblia dice que en el
principio era el Verbo. ¿Llegaremos a perder el verbo? No sé. El tiempo lo
dirá.
-¿Es verdad que en la URSS se lee mucho?
-Le cuento. A usted le va a parecer un cuento. Por ejemplo, para
acceder a las obras de Puschkin se suscribieron 11.000.000 de lectores. Como lo
oye. Existe una avidez feroz por leer, que hay un mercado negro del libro, que
no se puede mensurar por sus dimensiones. Algo verdaderamente increíble.
-¿Qué
escritores argentinos están traducidos al ruso?
-Recién estábamos hablando de él. Me refiero a Borges. No hace mucho
tuvo una edición de 200 mil ejemplares. Es un fenómeno. Y Cortázar, es
considerado un escritor soviético. También se lo edita por miles.
-¿Qué
está escribiendo, prepara alguna nueva novela?
-Sí; estoy terminando La
combustión, un libro sobre el trienio que va del 15 al 17, y continuar con
mi trabajo en la Sociedad
de Amistad URSS-Argentina que se propone estrechar las relaciones científicas y
culturales entre los dos países. La Argentina y la Unión Soviética tienen que
seguir siendo amigos e incentivar—con más fuerza—los encuentros de escritores
para que se conozcan más y mejor.
- Julián Semionov murió el
15 de septiembre de 1993. Esta entrevista fue hecha en Buenos Aires, un
viernes 12 de abril de 1985.
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