Por: Daniel M Forte.
Acá se la conoció como Viaje a las Estrellas y la
daban los miércoles a la una de la mañana. Yo tenía doce años y después de la
cena se armaba el quilombo, pero nunca pudieron obligarme a ir a la cama sin verla.
Y así, con la oreja pegada al parlantito que mi primo Rubén me enseñara a
soldar en el del viejo Dumont blanco y negro comencé a volar por el espacio y
ser un tripulante más del USS Enterprise.
La década del 60 llegaba a su fin, Johnson y Breznev, apuntándose
mutuamente amenazaban con freír al mundo en una hecatombe nuclear; por estos
lares, un recambio zoológico en las altas esferas se produjo cuando la morsa Onganía derrocó a la tortuga Illía. El comunismo, era más que
nunca el fantasma que recorría el mundo y los EE.UU, su gendarme protector.
El 8 de septiembre de 1966, y tras haber sido rechazado
su primer piloto, Gene Roddenberry, conocido escritor de Westerns ve cumplido
su sueño; la nave Enterprise, número de identificación NCC-1701 suelta amarras
bajo el mando de William Shatner, el legendario capitán Kirk, secundado por una
pintoresca tripulación.
El marco de la
serie.
Star trek se presenta desde el arranque como una serie
distinta y transgresora.
El Enterprise es una nave terráquea, siendo la tierra una
unidad política miembro de la Federación de Planetas en cuya sociedad,
no existe el dinero y en donde cada habitante puede desarrollar libremente sus capacidades.
En su tripulación, no solo conviven en armonía individuos de otros planetas, sino
que es altamente variada en etnias y “nacionalidades”. El nombre de la
astronave, es el mismo que ostentaba un portaaviones norteamericano, pero en el
transcurso de la serie, aparecen otras naves de la Federación, con nombres
tales como Galileo, y… ¡Potemkin!
Hasta aquí, podríamos decir que todo esto, no son mas que
idílicos detalles de color, pero lo verdaderamente importante es que la mayoría
de sus capítulos, encierran una simbología y explicitan metafóricamente,
mensajes muy claros contra el intervencionismo (estando en pleno desarrollo la
guerra de Vietnam), contra el racismo y la xenofobia.
Esto último, lo entendió muy claramente Martin Luther
King, cuando después de la primer temporada en donde la serie fue un fracaso (
para la NBC ), Michelle Nichols, la infartante Teniente Uhura, quiso dejarla y
fue convencida por el Pastor de la importancia que tenía, en ese contexto
histórico, mostrar el futuro que la serie planteaba para toda la humanidad.
Fue precisamente esta oficial negra, junto al Capitán
Kirk, la que protagonizó el primer beso inter-racial que se mostró en la
televisión norteamericana.
Otro detalle interesante es que Star Trek tuvo mucho
éxito en la URSS. Una publicación soviética se quejó entonces de que, siendo la
URSS el primer estado en lanzar un hombre al espacio, en la tripulación del Enterprise,
no había rusos. Nace así, en la segunda temporada, el personaje de Chekoff.
Pero en el universo de la serie, también están los enemigos;
aquí, en contraste con la postura maniquea del stablishment en donde todo el
mal se concentra en el concepto de “enemigo”, el mensaje es muy claro, la
situación de guerra con los romulanos y los klingons es un hecho derivado de la
mutua incomprensión y confiando en la evolución, subsanable con el tiempo y el
esfuerzo por la paz; de hecho, en Star
Trek New Generation, la mas desarrollada de la saga, klingons y humanos
conviven en paz y cooperación, sin que por ello no surjan inconvenientes.
La obra, de profundas raíces Asimovianas, tuvo
continuaciones en series y en el cine y es indudable que constituyó un punto de
inflexión en la narrativa fantástica, con un mensaje implícito muy claro; en el
futuro, el capitalismo y las taras que genera éste en el hombre, no existen; un
optimismo que a la par de disfrutar la narrativa, hace que los muchos fans que
tiene el género, continuemos soñando
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