TRADICIONES
Daniel M Forte
09/11/10

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Ustedes fueron elegidos por la hermandad para
continuar con la tradición.
Sandra levanta la vista,
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Así que este era el gran secreto del que nos
hablaron desde primer año.
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Así es, como verán, cada año es más difícil,
porque debe ser inédito, secreto e incruento y sobre todo, debe estar
documentado.
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Primer día de clase, un primer día más en los veinte años de
docencia de la profesora que entra al curso; para los alumnos, el primer día
del último año en el profesorado.
No son más de quince; la deserción hizo lo suyo. El aula está
en el último piso y al fondo de un largo pasillo; huele a pintura fresca y es
la única habilitada; las demás están en obra y no fueron terminadas a tiempo;
cuarto año reina solo en la cúspide del edificio.
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Mi nombre es Luna Wein

Es un día de calor, en la primera fila y al centro Sandra
cruza las piernas y baja, como si fuera posible, su minifalda en un ademán más
reflejo que efectivo. La profesora se pone de frente a la clase y hace un paneo
por sus actuales discípulos con el ojo que la experiencia entrenó a lo largo e
muchos años, va colocando mentalmente a cada uno en sus secretas categorías;
ese, el de pelo con gel seguro es el bufón del curso, aquel otro, el que toma
apuntes y subraya en colores, el traga que
ahora llaman nerd, el de la melena
atada y cola de caballo el hipposo
indiferente, y esta otra, la linda
del curso, si algo no le sale, ya va a encontrar quien lo haga por ella, porque
con esa mini los chicos orbitarán a su alrededor como moscas a la miel.

Pasan los días y algo extraño sucede dentro de Luna, cada
vez ansía mas que llegue el martes y luego el jueves, los días en que da clase
en cuarto año; la semana se sintetiza en solo dos días, martes y jueves y otra
vez, ese lejano martes hacia donde transita por un viejo y conocido camino de
soledad; llega al profesorado y su corazón late; es jueves pero en el curso no
esta ella y a la profunda angustia le sobreviene una furia demencial. Ese
jueves la clase fue una tortura.
Dos meses trascurren desde aquel primer día, es martes, es
época de exámenes y muchos han faltado, no importa, ella, Sandra, está ahí con
su inseparable minifalda. La profesora reparte los temas, las hojas en blanco
comienzan a llenarse de palabras; Sandra está pensativa chupando graciosamente
su birome; llama a su profesora y la consulta, Luna se acerca y observa la
hoja, sus rostros están a cinco centímetros, aroma a menta y a mujer invaden
los pulmones de la profesora que contesta la pregunta y se incorpora.
Uno a uno, los que finalizan entregan sus exámenes
colocándolos en una pila sobre el escritorio en cuya silla la profesora sentada
empieza a corregirlos, luego se van y sus pasos resuenan en el pasillo. El penúltimo
entrega la hoja y se va, quedan solas y en silencio; Sandra escribe y Luna
corrige los exámenes sin poder concentrarse; Sandra se levanta y coloca la hoja
en la pila, lleva su mano derecha a una de sus nalgas y hace un gesto de dolor;
Luna levanta la vista.
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¿Qué te pasa?
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Creo que me clavé una astilla, acá, me pincha
El corazón de Luna empieza a galopar, siente que le tiemblan
las manos. Sandra se levanta la mini y muestra el glúteo, lleva una bombachita
que apenas es una minúscula tirita en la parte posterior; haciendo puchero pone voz de nena.
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¡Me hice pupa!
Luna sonríe y acerca la cara a la zona.
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No veo nada
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Es que acá hay poca luz profe, tal vez ( y
girando la cabeza la miró a los ojos), si vamos al baño pueda ver algo.
El baño de mujeres estaba al lado del aula, el pasillo lucía
desierto, un hondo silencio reinaba en ese último piso.
Sandra entró al baño y en un movimiento preciso se quitó la
mini y la bombachita.
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Para que vea mejor
Se puso de espaldas y apoyó los brazos, muy abiertos y
extendidos, en la pared azulejada; separó las piernas y levantó los glúteos.
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Fíjese si ve algo
Luna rozó con el reverso de la mano una de sus nalgas,
Sandra se estremeció.
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¿Es acá?
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No, no,
mas abajo
La palma de la mano acaricio suavemente la entrepierna
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¿Es acá?
Sandra, con su respiración acelerada apenas susurró.
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Mas adentro
Un experto dedo se posó sobre el clítoris e hizo una leve
presión al que acompañó un gemido ahogado y contenido; Sandra se puso de frente y dio un fuerte,
húmedo, profundo y salvaje beso. Luna desabrochó su camisa y se levantó el
corpiño; se abrazaron, y sin dejar de besarse se recorrieron suave y despacio
hasta terminar casi al mismo tiempo tragándose el grito que merecía ese
momento.
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Luna mira por enésima vez la hora y pide otro café, faltan
quince minutos que sabe serán eternos. La primera cita.
El bar, típico bar de trampas esta débilmente iluminado en
tono rojizo, es sábado y está casi vacío, tal vez porque el pecado sale después
de medianoche; Luna revuelve impaciente el café y espera, espera hasta que un -
¡hola! - la saca de sus cavilaciones y
un fugaz beso en los labios la vuelve a la vida. Sandra se sienta a su lado;
hoy está maquillada, viste calzas negras y botas de taco alto con un top del
mismo color que deja sus hombros al descubierto, pide un café y toma la mano de
Luna, la besa suavemente sin dejar de mirarla.
Las dos mujeres charlan, se ríen, disimuladamente se
acarician, se desean, quedan en silencio mirándose.
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Mi casa está cerca, alquilo con cuatro chicos
mas, ¿vamos?
Luna duda, pero no hay salida; a su casa no puede llevarla y
la chica es menor de edad, ni pensar en un telo, pero ir a la de Sandra, con
esos chicos que también son sus alumnos le parece arriesgado. Sandra la toma de
la mano.
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¡Hola Profe!, ¡hola Sandy!
Al rato los seis estaban alrededor de la mesa riendo,
tomando mate y fumando un porro que pasaba de mano en mano. Luna flotaba en el
aire, se sentía bien, hacía mucho que no se sentía así; liviana, alegre,
despreocupada.
Sandra fue hasta el rincón donde reposaba el equipo de
música, puso un compaq y empezó a bailar, los chicos la miraban, se reían,
aplaudían.
Alguien de la cocina trajo vasos y tres botellas de vino; Luna
bebía y fumaba mientras Sandra, con dificultad se sacaba las botas y las calzas
negras. Más sensualmente le toco el turno al top de ser arrojado a un rincón en
medio de la algarabía del grupo; las pequeñas y turgentes tetas se movían al
compás de la música; Sandra bailaba y se acariciaba, fue hasta donde Luna y la
beso, la tomó por ambas manos; ahora las dos mujeres bailaban y el grupo
deliró. Una a una fueron cayendo al piso las ropas de Luna que flotaba en un
cielo de bienestar surcado por los destellos de las cámaras de fotos; Sandra
jugaba con su bombachita rozando el cuerpo desnudo de su profesora la que de
pronto sintió como dos brazos la levantaban; todo giró a su alrededor y apenas
tuvo conciencia de estar en una cama con dos de los chicos que la acariciaban.
Un relámpago de realidad la atravesó al sentir la arremetida, de lo que ocurrió
después, solo quedó un difuso registro en su memoria.
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El mes de noviembre vino con calores prematuros; es martes y
Luna sube ágilmente las escaleras del profesorado; siempre vistió sobriamente y
lo sigue haciendo, pero ahora se nota un toque de sensualidad expresada en algo
de maquillaje, la pollera un poco mas corta, la blusa ligeramente mas escotada
y sobre todo, esa expresión de felicidad en el rostro. Desde hace meses, la
semana incorporó otro día al martes y al jueves; el sábado, cuando se encuentra
con Sandra.
Hoy es fecha de entrega de trabajos prácticos, lástima, este
año tan hermoso se extingue, fue un buen año, lindo, intenso.
La profesora, sentada en la silla del escritorio recibe los
trabajos; los que entregan se van; de pronto se da cuenta que en el aula solo
quedan Sandra y los cuatro chicos; los cinco avanzan hacia ella y entregan sus
hojas; Sandra acaricia una de sus manos y se vuelve hacia los chicos.
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¡Hagamos una travesura!
Se incorpora y va hacia la puerta.
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Yo aviso si viene alguien
Uno de los chicos saca a Luna de la silla y la besa, ella
intenta resistirse pero se ríe
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No, por favor, es muy arriesgado.
Los chicos, muy excitados, no entienden razones; en un
santiamén la profesora solo queda ataviada con un par de sandalias negras de taco
alto; su ropa yace a su alrededor.
Sandra se asoma al pasillo y retorna a la escena, ríe
divertida.
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¡Linda fiestita de fin de curso!
Los chicos alzan a Luna y la depositan boca abajo sobre el borde
del escritorio; queda con sus brazos apoyados sobre las palmas de las manos, la
cabeza erguida, la cola levantada y las piernas derechas y ligeramente
abiertas.
Uno de los chicos saca del bolsillo del pantalón un pote de
vaselina; esto no es espontáneo, fue planificado; diestramente le lubrica el
ano y Luna se estremece; luego la penetra; termina rápido y deja lugar al
segundo, este al tercero y luego el cuarto. Luna queda exhausta y satisfecha,
volviendo en si se da cuenta de donde está y busca su ropa; no está, la tiene
Sandra en sus manos.
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Te la dejo en la primer aula, la de la
izquierda.
Sandra desaparece y los chicos detrás de ella; la Profe queda desnuda en el
aula pero no tiene opción, llega hasta la puerta y se asoma, nadie en el
pasillo; al aula en cuestión hay mas o menos quince metros, deberá correr por
el pasillo rogando que ningún ordenanza, o alguien suba y la vea; la adrenalina
la invade, descubre que lo está disfrutando.
Los pasos rápidos resuenan en la madera del piso, falta
poco; del fondo del pasillo se asoma uno de los chicos, lleva una cámara y saca
varias fotos.
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¡Rápido que viene el Rector!
Luna corre y se mete en el aula, su ropa no está ahí, el
chico se asoma por la puerta y saca mas fotos.
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Es en la otra,
¡dale apuráte!
Cruza a la otra aula sobre cuyo escritorio está su ropa; se viste rápido mientras los destellos del flash no dejan de repetirse. Lo del Rector era mentira.
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En un extremo de la mesa del departamento que alquila,
Sandra observa a sus interlocutores; cuatro chicos y una chica, la que hojea
una gruesa carpeta forrada en papel araña con los cantos blanquecinos por los
años de pasar de mano en mano
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Ustedes fueron elegidos por la hermandad para
continuar con la tradición.
La chica levanta la vista.
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Así que este era el gran secreto del que nos
hablaron desde primer año.
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Así es, como verán, cada año es más difícil,
porque debe ser inédito, secreto e incruento y sobre todo, debe estar
documentado.
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Entonces, todas esas tareas, las reuniones
secretas y las ceremonias se reducían a esto, ¡cogerse a la Wien !
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Exácto, todo empezó hace muchos años, ella era
jovencita y tuvo un romance con un alumno, el fundador de la hermandad; le
pareció divertido dejar documentada su aventura y así la cosa se fue
desarrollando. Pero para que la obra perdurara, había que preservar el secreto,
sobre todo porque la tipa es una buena mina y si esto sale a la luz le cagamos
la vida; así que desde primer año vamos seleccionando a los posibles
candidatos; la idea es regalarle la carpeta el día que se jubile o se vaya del
profesorado y entonces, deberemos buscarnos otra tarea, porque el profesorado no
puede existir sin tradiciones.
Te tiene en vilo desde el comienzo y no te decepciona. Es entretenido, con descripciones precisas de los pensamientos y sensaciones del personaje femenino y despuès lo inesperado. Lo recomiendo.
ResponderEliminarEl relato es tan bueno que no necesita de la hermandad ni de las explicaciones. Me gustó.
ResponderEliminarGuauuu¡ Lo seguí hasta el final, muy bueno¡
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