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viernes, 16 de octubre de 2015

TRADICIONES.

TRADICIONES

Daniel M Forte
09/11/10

Un grueso bibliorato se deja hojear en manos de Sandra, es de tapa dura y forrado en papel azul araña con los bordes gastados por los años de pasar de mano en mano; tras ella, cuatro muchachos clavan sus miradas en las hojas, relatos mecanografiados, fotos en blanco y negro, fotos polaroid, fotos en color, y fotos digitales. Frente a ellos del otro lado de la modesta mesa del departamento que alquilan los cinco, una chica espera a que terminen.

-       Ustedes fueron elegidos por la hermandad para continuar con la tradición.

Sandra levanta la vista,

-       Así que este era el gran secreto del que nos hablaron desde primer año.

-       Así es, como verán, cada año es más difícil, porque debe ser inédito, secreto e incruento y sobre todo, debe estar documentado.

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Primer día de clase, un primer día más en los veinte años de docencia de la profesora que entra al curso; para los alumnos, el primer día del último año en el profesorado.
No son más de quince; la deserción hizo lo suyo. El aula está en el último piso y al fondo de un largo pasillo; huele a pintura fresca y es la única habilitada; las demás están en obra y no fueron terminadas a tiempo; cuarto año reina solo en la cúspide del edificio.

-       Mi nombre es Luna Wein

Lo de siempre; escribe su nombre y dirección de mail en el pizarrón y hace un recorrido por su currículum; los alumnos toman notas sentados en esas flamantes sillas con repisa incorporada; todo es nuevo esta vez para ejercer la vieja rutina.
Es un día de calor, en la primera fila y al centro Sandra cruza las piernas y baja, como si fuera posible, su minifalda en un ademán más reflejo que efectivo. La profesora se pone de frente a la clase y hace un paneo por sus actuales discípulos con el ojo que la experiencia entrenó a lo largo e muchos años, va colocando mentalmente a cada uno en sus secretas categorías; ese, el de pelo con gel seguro es el bufón del curso, aquel otro, el que toma apuntes y subraya en colores, el traga que ahora llaman nerd, el de la melena atada y cola de caballo el hipposo indiferente, y esta otra, la linda del curso, si algo no le sale, ya va a encontrar quien lo haga por ella, porque con esa mini los chicos orbitarán a su alrededor como moscas a la miel.
Los ojos de la profesora se detienen un instante en ella, si, es muy linda; de la pollerita emergen dos piernas talladas en el gimnasio, blancas y suaves al tacto imaginó la profe, una blusita blanca delata dos simpáticos botones a cada lado del pecho, - se vino sin corpiño- pensó y un extraño escalofrío la estremeció; al levantar los ojos se cruzaron sus miradas; la chica sonrió como si adivinara. La profesora continuó con la clase.
Pasan los días y algo extraño sucede dentro de Luna, cada vez ansía mas que llegue el martes y luego el jueves, los días en que da clase en cuarto año; la semana se sintetiza en solo dos días, martes y jueves y otra vez, ese lejano martes hacia donde transita por un viejo y conocido camino de soledad; llega al profesorado y su corazón late; es jueves pero en el curso no esta ella y a la profunda angustia le sobreviene una furia demencial. Ese jueves la clase fue una tortura.
Dos meses trascurren desde aquel primer día, es martes, es época de exámenes y muchos han faltado, no importa, ella, Sandra, está ahí con su inseparable minifalda. La profesora reparte los temas, las hojas en blanco comienzan a llenarse de palabras; Sandra está pensativa chupando graciosamente su birome; llama a su profesora y la consulta, Luna se acerca y observa la hoja, sus rostros están a cinco centímetros, aroma a menta y a mujer invaden los pulmones de la profesora que contesta la pregunta y se incorpora.
Uno a uno, los que finalizan entregan sus exámenes colocándolos en una pila sobre el escritorio en cuya silla la profesora sentada empieza a corregirlos, luego se van y sus pasos resuenan en el pasillo. El penúltimo entrega la hoja y se va, quedan solas y en silencio; Sandra escribe y Luna corrige los exámenes sin poder concentrarse; Sandra se levanta y coloca la hoja en la pila, lleva su mano derecha a una de sus nalgas y hace un gesto de dolor; Luna levanta la vista.
 
-       ¿Qué te pasa?

-       Creo que me clavé una astilla,  acá, me pincha

El corazón de Luna empieza a galopar, siente que le tiemblan las manos. Sandra se levanta la mini y muestra el glúteo, lleva una bombachita que apenas es una minúscula tirita en la parte posterior; haciendo puchero pone voz de nena.

-       ¡Me hice pupa!

Luna sonríe y acerca la cara a la zona.

-       No veo nada

-       Es que acá hay poca luz profe, tal vez ( y girando la cabeza la miró a los ojos), si vamos al baño pueda ver algo.

El baño de mujeres estaba al lado del aula, el pasillo lucía desierto, un hondo silencio reinaba en ese último piso.
Sandra entró al baño y en un movimiento preciso se quitó la mini y la bombachita.

-       Para que vea mejor

Se puso de espaldas y apoyó los brazos, muy abiertos y extendidos, en la pared azulejada; separó las piernas y levantó los glúteos.

-       Fíjese si ve algo

Luna rozó con el reverso de la mano una de sus nalgas, Sandra se estremeció.

-       ¿Es acá?

-       No, no,  mas abajo

La palma de la mano acaricio suavemente la entrepierna

-       ¿Es acá?

Sandra, con su respiración acelerada apenas susurró.

-       Mas adentro

Un experto dedo se posó sobre el clítoris e hizo una leve presión al que acompañó un gemido ahogado y contenido;  Sandra se puso de frente y dio un fuerte, húmedo, profundo y salvaje beso. Luna desabrochó su camisa y se levantó el corpiño; se abrazaron, y sin dejar de besarse se recorrieron suave y despacio hasta terminar casi al mismo tiempo tragándose el grito que merecía ese momento.

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Luna mira por enésima vez la hora y pide otro café, faltan quince minutos que sabe serán eternos. La primera cita.
El bar, típico bar de trampas esta débilmente iluminado en tono rojizo, es sábado y está casi vacío, tal vez porque el pecado sale después de medianoche; Luna revuelve impaciente el café y espera, espera hasta que un - ¡hola! -  la saca de sus cavilaciones y un fugaz beso en los labios la vuelve a la vida. Sandra se sienta a su lado; hoy está maquillada, viste calzas negras y botas de taco alto con un top del mismo color que deja sus hombros al descubierto, pide un café y toma la mano de Luna, la besa suavemente sin dejar de mirarla.
Las dos mujeres charlan, se ríen, disimuladamente se acarician, se desean, quedan en silencio mirándose.

-       Mi casa está cerca, alquilo con cuatro chicos mas, ¿vamos?

Luna duda, pero no hay salida; a su casa no puede llevarla y la chica es menor de edad, ni pensar en un telo, pero ir a la de Sandra, con esos chicos que también son sus alumnos le parece arriesgado. Sandra la toma de la mano.


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Los chicos estaban jugando al truco y tomando mate; Sandra apareció por la puerta de entrada seguida tímidamente por Luna. El saludo fue unánime.

-       ¡Hola Profe!, ¡hola Sandy!

Al rato los seis estaban alrededor de la mesa riendo, tomando mate y fumando un porro que pasaba de mano en mano. Luna flotaba en el aire, se sentía bien, hacía mucho que no se sentía así; liviana, alegre, despreocupada.
Sandra fue hasta el rincón donde reposaba el equipo de música, puso un compaq y empezó a bailar, los chicos la miraban, se reían, aplaudían.
Alguien de la cocina trajo vasos y tres botellas de vino; Luna bebía y fumaba mientras Sandra, con dificultad se sacaba las botas y las calzas negras. Más sensualmente le toco el turno al top de ser arrojado a un rincón en medio de la algarabía del grupo; las pequeñas y turgentes tetas se movían al compás de la música; Sandra bailaba y se acariciaba, fue hasta donde Luna y la beso, la tomó por ambas manos; ahora las dos mujeres bailaban y el grupo deliró. Una a una fueron cayendo al piso las ropas de Luna que flotaba en un cielo de bienestar surcado por los destellos de las cámaras de fotos; Sandra jugaba con su bombachita rozando el cuerpo desnudo de su profesora la que de pronto sintió como dos brazos la levantaban; todo giró a su alrededor y apenas tuvo conciencia de estar en una cama con dos de los chicos que la acariciaban. Un relámpago de realidad la atravesó al sentir la arremetida, de lo que ocurrió después, solo quedó un difuso registro en su memoria.

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El mes de noviembre vino con calores prematuros; es martes y Luna sube ágilmente las escaleras del profesorado; siempre vistió sobriamente y lo sigue haciendo, pero ahora se nota un toque de sensualidad expresada en algo de maquillaje, la pollera un poco mas corta, la blusa ligeramente mas escotada y sobre todo, esa expresión de felicidad en el rostro. Desde hace meses, la semana incorporó otro día al martes y al jueves; el sábado, cuando se encuentra con Sandra.
Hoy es fecha de entrega de trabajos prácticos, lástima, este año tan hermoso se extingue, fue un buen año, lindo, intenso.
La profesora, sentada en la silla del escritorio recibe los trabajos; los que entregan se van; de pronto se da cuenta que en el aula solo quedan Sandra y los cuatro chicos; los cinco avanzan hacia ella y entregan sus hojas; Sandra acaricia una de sus manos y se vuelve hacia los chicos.

-       ¡Hagamos una travesura!

Se incorpora y va hacia la puerta.

-       Yo aviso si viene alguien

Uno de los chicos saca a Luna de la silla y la besa, ella intenta resistirse pero se ríe

-       No, por favor, es muy arriesgado.

Los chicos, muy excitados, no entienden razones; en un santiamén la profesora solo queda ataviada con un par de sandalias negras de taco alto; su ropa yace a su alrededor.
Sandra se asoma al pasillo y retorna a la escena, ríe divertida.

-       ¡Linda fiestita de fin de curso!

Los chicos alzan a Luna y la depositan boca abajo sobre el borde del escritorio; queda con sus brazos apoyados sobre las palmas de las manos, la cabeza erguida, la cola levantada y las piernas derechas y ligeramente abiertas.
Uno de los chicos saca del bolsillo del pantalón un pote de vaselina; esto no es espontáneo, fue planificado; diestramente le lubrica el ano y Luna se estremece; luego la penetra; termina rápido y deja lugar al segundo, este al tercero y luego el cuarto. Luna queda exhausta y satisfecha, volviendo en si se da cuenta de donde está y busca su ropa; no está, la tiene Sandra en sus manos.

-       Te la dejo en la primer aula, la de la izquierda.

Sandra desaparece y los chicos detrás de ella; la Profe queda desnuda en el aula pero no tiene opción, llega hasta la puerta y se asoma, nadie en el pasillo; al aula en cuestión hay mas o menos quince metros, deberá correr por el pasillo rogando que ningún ordenanza, o alguien suba y la vea; la adrenalina la invade, descubre que lo está disfrutando.
Los pasos rápidos resuenan en la madera del piso, falta poco; del fondo del pasillo se asoma uno de los chicos, lleva una cámara y saca varias fotos.

-       ¡Rápido que viene el Rector!

Luna corre y se mete en el aula, su ropa no está ahí, el chico se asoma por la puerta y saca mas fotos.

-       Es en la otra,  ¡dale apuráte!

Cruza a la otra aula sobre cuyo escritorio está su ropa; se viste rápido mientras los destellos del flash no dejan de repetirse. Lo del Rector era mentira.

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En un extremo de la mesa del departamento que alquila, Sandra observa a sus interlocutores; cuatro chicos y una chica, la que hojea una gruesa carpeta forrada en papel araña con los cantos blanquecinos por los años de pasar de mano en mano

-       Ustedes fueron elegidos por la hermandad para continuar con la tradición.

La chica levanta la vista.


-       Así que este era el gran secreto del que nos hablaron desde primer año.

-       Así es, como verán, cada año es más difícil, porque debe ser inédito, secreto e incruento y sobre todo, debe estar documentado.

-       Entonces, todas esas tareas, las reuniones secretas y las ceremonias se reducían a esto, ¡cogerse a la Wien!

-       Exácto, todo empezó hace muchos años, ella era jovencita y tuvo un romance con un alumno, el fundador de la hermandad; le pareció divertido dejar documentada su aventura y así la cosa se fue desarrollando. Pero para que la obra perdurara, había que preservar el secreto, sobre todo porque la tipa es una buena mina y si esto sale a la luz le cagamos la vida; así que desde primer año vamos seleccionando a los posibles candidatos; la idea es regalarle la carpeta el día que se jubile o se vaya del profesorado y entonces, deberemos buscarnos otra tarea, porque el profesorado no puede existir sin tradiciones.


3 comentarios:

  1. Te tiene en vilo desde el comienzo y no te decepciona. Es entretenido, con descripciones precisas de los pensamientos y sensaciones del personaje femenino y despuès lo inesperado. Lo recomiendo.

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  2. El relato es tan bueno que no necesita de la hermandad ni de las explicaciones. Me gustó.

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Pido disculpas por no agradecer sus comentarios, por motivos que desconozco, mi propio blog no me lo permite