Vistas de página en total

lunes, 29 de junio de 2015

LOS OJOS DEL ASESINO






Por Daniel Miguel Forte.
Debí haber tomado un taxi, acá son baratos; pero tantas indicaciones me dieron que no abordara taxis en la calle porque son inseguros que decidí hacer caso, y este calor, tan propio de México me está disolviendo.
Quince largas cuadras separan mi osamenta del museo, pero conocer la casa de Trotsky bien vale la caminata bajo este sol incompasivo; bebo un largo trago de agua mineral, el agua corriente también la tengo prohibida, por la salmonella dicen.
Esta calle, recta como una regla era de tierra la última vez que la vi. Coyoacán, apenas un suburbio apartado del Distrito Federal es ahora parte integrada al Gran DF en donde hasta se puede llegar en metro, pero ¿qué digo?, nunca estuve aquí ni en ningún otro lugar fuera de Argentina; ¡es este calor mexicano que me está haciendo delirar! y aún faltan unas cuantas cuadras bajo este sol, ¿quién dijo que llovería?, ¿a que especie de imbécil se le ocurre hacer caso al pronóstico del tiempo y vestir  impermeable en un día como este?.
Me pregunto que diría el joven que fui alguna vez, con las certezas inamovibles y aquel idealismo stalinista que mamé desde la cuna, viéndome ahora emocionado caminar hacia el lugar que fue la última morada del gran revolucionario, porque ahora es el admirado gran revolucionario, el mismo que antes era el pérfido Judas antibolchevique.
Sin quererlo, un entrañable amigo tocó una fibra muy sensible, algo que llevo adentro y nunca me atreví a confesármelo, fue como una aguja en el nervio inflamado, - no te hagas tanto el trosko, que vos hubieras matado por el Partido -,  - si -, respondí, -pero la orden me hubieras dado vos -. ¿Porque tengo que torturarme por algo que jamás pasó?, ¿qué me lleva a sentir culpa por una potencialidad sin concreción?

Una gran causa requiere sacrificios, entrega, abnegación. Es difícil esto que le pedimos, y lo hacemos en la certeza de que sabrá cumplir con su deber.

¿Y eso?, ¿de donde salió esta reflexión tan estúpida como obvia?, ¡claro que una gran causa impone grandes sacrificios!, pero ¿quién determina en lo concreto si ese sacrificio corresponde a una gran causa?, ¿cuántas porquerías se han hecho en nombre de las grandes causas?
Pero, ¿la calle no estaba asfaltada?, ni me di cuenta cuando empezó la tierra, el polvo de ese auto me lo hizo sentir; raro, acá no vi autos tan viejos, debe ser de colección porque esta impecable. Estoy temblando, ansioso; tengo miedo. Es la emoción, no, la emoción no atemoriza, algo extraño está pasando y no se que es.
Un poco mas de agua, porque el golpe de calor no es cosa de bromas; se empieza a delirar como creo que lo estoy haciendo y sin darte cuenta pasas para el otro lado sin mas trámite; ¿la botella era de vidrio?, era de plástico, bueno, ahora no se.
El museo ¡por fin!, pero ¿cerrado?, no, hay gente dentro.

-       ¡Hola Jack!

¿Jack?, pero, ¿qué pasa?

-       ¿Es este el museo?

-       ¿De impermeable?

-       Y, tú sabes como es el clima de México.

-       ¡Yo no dije eso!, pregunté por el museo


¡No!, ¡no esta ocurriendo!, esto es una pesadilla, no puede estar pasando: debo estar desmayado en la calle por el calor, ¡que alguien me ayude!, pero, es demasiado real para ser una alucinación.

-       Estas pálido Jack, ¿te sientes bien?

-       ¡No soy Jack!

-       Es el estómago, algo que comí

-       ¿Silvia?

-       Bien, de viaje

-       ¿Vienes a ver al viejo?

-       ¡Si!, con la excusa de discutir una nota

-       Si, quiero que Lev corrija una nota que escribí

-       Voy a avisar que estás aquí

Es el calor, ¡seguro que es el calor!, esto no puede estar pasando, pero lo vivo con tanta claridad, ¿Y si intento comunicarme?, ¿si le digo?, tal vez me escuche en su interior como la voz de su conciencia, porque tiene conciencia, el no es un mercenario, no hizo lo que hizo; o va a hacer lo que va a hacer por dinero, ¡el está convencido!, pero ¿se puede cambiar la historia?, ¿estaré condenado a ser un inesperado espectador sin poder actuar?, ¿Por qué?

-       No se como estoy acá, pero estoy. ¡No lo hagas!, te han engañado Ramón, ya ves, se tu verdadero nombre, y tu apellido; Mercader, y también se que su grito te acompañará hasta el fin de tus días, ¡te vas a arrepentir!, estás a tiempo, ¡no lo hagas!.


-       Debo tranquilizarme o despertaré sospechas, estoy muy nervioso, alucino


-       ¡No es una alucinación, en todo caso será MI alucinación, porque no se como esto está pasando, ¡pero está pasando Ramón!, creéme!

-       ¡Oh, amigo Jack!, ¿Cómo está?

-       ¡Bien, León Davidovich!, un poco cansado.

-       Se le nota hombre, tiene muy mal semblante.

-       Ramón, ¡no lo hagas!.

-       Estoy enloqueciendo, ¡escucho voces!

-       Si fueran tus voces hablarían con tu acento, el mío es distinto, ¿te das cuenta?

-       ¿Será Posible?

-       Yo tampoco puedo creerlo Ramón,

-       ¿Quién eres?

-       Eso no importa, decirte quien soy y a que vine a México solo complicaría las cosas, pero te diré que sé lo que vas a hacer, debajo de tu impermeable llevás un piolet de geólogo y una pistola, la GPU te ordenó matarlo, pero eso no está bien Ramón, él no es enemigo de la revolución, ¡la misma revolución en la que vos creés!.

-       La revolución es el Partido, es Stalin

-       Ramón, quiero que me escuchés y razonemos juntos, ¿alguna vez Lenin mandó asesinar a compañeros?

-       ¡Eso no tiene nada que ver!, igualmente, no tengo alternativa, tienen a mi madre.


-       ¡Mentira!, tu madre es un cuadro Stalinista y bastante fanática, no podés engañarme, tu presente lo conozco por los libros de historia.

-       ¿Y que dicen esos libros de mi?, ¿van a matarme después de que lo haga?

-       ¡Peor Ramón!, pasarás veinte años en prisión, veinte años, y en tu lecho de muerte le confesarás a un amigo que el grito de Trotsky, cuando lo golpeaste con el piolet, te acompañó toda tu vida, hasta el instante mismo de tu muerte. ¿Es eso lo que querés?

-       ¡No!, tienes razón, debo irme

-       ¿Recién llega y se va Jack?, ¿No venía a verme?

-       ¿Perdón?

-       Acaba de decir, -debo irme-

-       Ah, no, pensaba en vos alta Lev

-       ¿Y en que pensaba amigo mío?

-       En la fuerza del destino

-       ¡En menudo dilema filosófico se ha metido!, le diré mi opinión, si le interesa, de una manera sintética. El destino lo forjamos nosotros mismos. Pero veamos, ¿vino a verme para hablar del destino?

-       ¡No!, viene a matarte, ¡vamos Ramón, andáte de acá!

-       ¿Se acuerda la nota de la que le hablé?, aquí la traje, me gustaría que la lea y me de su opinión.

-       ¡¡No lo dejen solo con él, va a matarlo!!

-       Pase por favor, vamos al despacho

-       Ramón, estás a tiempo, ¡no lo hagas!

-       Ya es tarde, el viejo se equivoca, a veces el destino nos atrapa y es imposible ir contra sus designios.

6 comentarios:

  1. Interesante intento de narrar algo basandote en la hipotesis de lo contrafáctico.Pero es lineal. Si leyeras mi libro encontrarías teorías muy distintas sobre el tema ,todas con explicaciones científicas.Daniel Novela

    ResponderEliminar
  2. Muy bueno. Habla su conciencia. Si el no lo hubiera hecho? Hubiere cambiado la historia? Lo que más duele es como tomaron su cerebro. Felicitaciones ♡.

    ResponderEliminar
  3. Muy bueno Daniel, hay parte de verdad en tu relato ficticio,porque el asesino No pudo sacarse núnca de encima el grito de Lev ante semejante golpe en la parte más importante de su cuerpo !!

    ResponderEliminar

Pido disculpas por no agradecer sus comentarios, por motivos que desconozco, mi propio blog no me lo permite