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domingo, 26 de julio de 2015

Eva Perón. El bonapartismo con polleras.

Eva Perón.
El bonapartismo con polleras.
Por Daniel M Forte




Mucho se ha escrito sobre esta mujer. La iconografía oficial peronista la presenta como una santa inmaculada, imagen a la que se pliega, como era de esperar, toda esa tilinguería progre que no deja de hacerse buches de lo nacional y popular. Del otro lado, el gorilaje la pinta como uno de los seres más perversos e inmorales. Unos, citan sus discursos, alaban su sensibilidad y hasta ven en su pensamiento elementos revolucionarios. Los otros, dando rienda suelta a toda su alergia antiobrera subrayan su autoritarismo y sus prácticas patoteras.
Para la evaluación histórica de este personaje, deberíamos ubicarnos en el contexto en que actuó, que intereses defendió en lo hechos, más allá del discurso y de sus sentimientos, quienes eran sus amigos, a quien combatió.
Es indudable que sin la aparición en la escena política del peronismo, esta mujer no hubiera sido más que una mediocre actriz. Pero el peronismo aparece en la historia argentina de la mano de un Coronel, que, mandado en misión de inteligencia a la Italia de Mussolini, estudia profundamente la experiencia Fascista, tomando de esta el concepto de colaboración de clases, postulado que ciertamente no fue invento del Duce pero que lo supo aplicar en profundidad y del que el entonces Coronel Perón supo tomar buena nota y sacar las debidas conclusiones. No fue casual que siendo precisamente él, el hombre fuerte del golpe del 43, fuera a parar a la Secretaría de Trabajo, un puesto menor que le permitiría, por un lado, realizar la necesaria regimentación de la clase obrera y por el otro, proyectarlo a los primeros planos de la política nacional.
El peronismo respondió a una necesidad de la incipiente burguesía nacional, es ideológicamente capitalista y por lo tanto, más allá de algunas medidas puntualmente progresivas, es contrarrevolucionario, su modus operandi cae dentro de la definición del Bonapartismo, es decir, una estructura en donde una casta corporativa relativamente independiente actúa como mediador, siempre del lado del Capital, en la lucha de clases. La condición indispensable de este tipo de regímenes  es la rigurosa regimentación de la clase obrera bajo la tutela de la burocracia sindical. Aparece entonces un nuevo tipo de burócrata muy distinto de aquel al que Gramsci definió como la oligarquía obrera, es el cuadro de conducción, al que los mismos trabajadores dieron el mote de burócrata peronista, con dos cualidades sobresalientes, es bruto y es corrupto.
En este contexto entra en la escena política esta mujer como una pieza clave del mecanismo. Su figura va creciendo al lado del ya General Perón y muy tempranamente se teje a su alrededor el mito del 17 de octubre, en donde la iconografía oficial justicialista la ubica levantando a los obreros, cuando en realidad, según Cipriano Reyes, autentico protagonista del hecho, la participación de Eva Perón fue prácticamente nula.
Surge la necesidad de sistematizar la limosna y llevarla a niveles nunca vistos, a los trabajadores y sectores humildes, políticamente atrasados, había que darles cosas concretas, y es allí que inventan la Fundación que lleva el nombre de esta mujer en diminutivo, uno de cuyos aportantes y colaborador fue el famoso Otto Skorzeny, ex oficial de las SS hitlerianas quien cobró notoriedad en su momento por el rapto del Duce y su envío a Alemania. La acción corruptora de la Fundación le vale el ser llamada La abanderada de los humildes, y aquí cabría la pregunta, ¿Dónde estaba esta abanderada cuando miles de luchadores obreros eran despedidos por el régimen?, la respuesta está en su actitud durante una de las primeras huelgas ferroviarias, fue personalmente a amenazar a los trabajadores para que levanten el paro.
La Fundación maneja sumas fabulosas, alrededor de Eva va formándose una camarilla gansteril de aduladores encabezados por Juan Duarte, Juancito, su hermano, quien bajo su protección robó a manos llenas, hasta que después de la muerte de su hermana y mecenas, Perón lo suicidó.
El protagonismo de esta enjoyada primera dama sigue una constante, en lo discursivo, junto a los trabajadores, en los hechos, con los más recalcitrantes enemigos de la clase obrera. Así, en su periplo europeo, esta abanderada de los humildes luce sus costosos diamantes junto a Franco, un genocida fascista que la recibe con honores de jefe de Estado mientras que en la Argentina, la Alianza Libertadora Nacionalista, verdadera Mazorca peronista, actúa con total impunidad llegando al asesinato de luchadores obreros y en la Sección Especial de Represión al Comunismo de la Policía Federal, a cargo del Comisario Lombilla, muy allegado a ella, se tortura con total impunidad; ¿alguna vez esta mujer se pronunció contra los crímenes de Franco y de la ALN?, ciertamente no, eran sus amigos.
Muerta prematuramente, para bien del mito; su cadáver es víctima de los más crueles vejámenes. Comienza el peronismo convirtiéndola en momia, sigue mas tarde la Libertadora descargando su odio gorila sobre ese cuerpo que finalmente es escondido en el exterior.
A partir de los setenta, varias generaciones de valientes, abnegados y heroicos luchadores; jóvenes idealistas que confiaron en el discurso del ya anciano y prófugo General que, una vez mas aplicando la frase mussoliniana de que –soldado que huye, sirve para otra guerra -, cuando quemaron las papas, decidió huir del campo de batalla hacia el exilio dorado en la España de Franco; levantaron la figura de esta mujer como un icono revolucionario. La historia es conocida, muchos pagaron con sus vidas el error de confiar en el que muy pronto se convirtió en su verdugo.
Esta generación, autodenominada peronismo revolucionario, con un análisis muy típico de la pequeña burguesía, ve medidas revolucionarias donde no las hay y se quedan con la cáscara, con lo accesorio, sin bucear en la esencia del problema. El planteo más contundente que exhibían, era el episodio de la compra de armas a Bélgica por parte de Eva, para defender a Perón y su Gobierno Popular, decían. Es que era una época en donde las organizaciones armadas de cuño peronista estaban en apogeo y las armas por si solas daban credencial de revolucionario, pero ¿qué es lo que no vio este sector? Es cierto que La Eva  compró esas armas, pero, ¿iba a armar a los trabajadores?, definitivamente no. Las armas que pudieron llegar antes de ser interceptadas por el Ejército, fueron a parar a la CGT; la misma que en su congreso del año 50 decide expulsar de los sindicatos a los comunistas declarados o potenciales. Esta mujer defendería al “Gobierno Popular” armando a los Batata o Madonna Quirós de la época. Esto, el peronismo revolucionario, condenado a ser, por sus limitaciones ideológicas, ese elemento que se usa y se tira, nunca vio.
El voto femenino, es otro de los argumentos que presentan los exegetas de esta mujer y que mas allá de lo objetivamente progresivo de la medida no deja de ser una mas de las tantas mentiras peronistas. La mitología presenta a esta medida como el resultado de la abnegada lucha personal de Eva Perón, cuando en verdad, el derecho al voto para la mujer, era ya una tendencia mundial y una necesidad crucial para el peronismo que vio en ella la oportunidad de hacerse con los votos de un sector históricamente postergado y muy atrasado políticamente. En las elecciones del 52, el peronismo ganó por el voto masivo de la mujer.

Eva Duarte de Perón es como aquel dios griego, Janos, el bifronte. Su accionar real la pone siempre del lado de los explotadores, pero la mitología la presenta como una consecuente defensora de los humildes y tal vez el mote de abanderada de ellos no sea totalmente inexacto. Fue si, la abanderada de los humildes sumisos, sus grasitas, como solía llamarlos, término mas despectivo que cariñoso; aquellos que aceptaban en silencio sus migajas y la idolatraban recibían algo del sistema, pero esos otros humildes, los que tomaban conciencia de sus derechos y luchaban por ellos, tuvieron en esta mujer un peligroso y consecuente enemigo. El mito de Eva Perón es eso, un mito, una construcción de humo, una mentira Goebbeliana que tarde o temprano la historia desenmascarará.

sábado, 25 de julio de 2015

ENTRARAN POR LOS OJOS (Carta abierta a la juventud cubana)

ENTRARAN POR LO OJOS
(Carta abierta a la juventud cubana)

Por Daniel M Forte
25/07/15


Entrarán por los ojos, para satisfacer el tacto el gusto y el oído.
Ellos te ofrecerán lo que la revolución no te ha dado para que olvides todo lo que te dio, para que apartes del recuerdo el precio de sangre que pagaron tus abuelos para sustentar tu inconformismo; claro, viniste al mundo comiendo frijoles y arroz, fuiste  pionero repitiendo como loro las consignas de una revolución dura, reseca, senilmente acartonada en la imagen de sí misma; te formaste, estudiaste y hoy estás trabajando por un salario que solo alcanza para frijoles y arroz, mientras a noventa millas las tiendas rebosan de mercaderías.
Hoy ya están aquí, han puesto pie en tu tierra con su bandera verde, los otros, los de arriba, desde sus artríticos blasones bien ganados han abierto la puerta y con el prestigio prestidigitador de su elocuencia, te van a convencer y vas a estar contento, de momento, porque es bueno disfrutar de cosas lindas después de tantas privaciones. 
Estrenarás jeans nuevos, importados, algún amigo sonriendo, con su perfecta dentadura controlada y cuidada desde niño por la Salud Pública, te ofrecerá un Gitanes, dando fuego con su flamante Zippo mientras se extinguen de las calles los autos del 50.
El salario será el mismo, pero trabajarás el doble, ¿qué importa?, bien vale el sacrificio para disfrutar la vida, y entonces serás como aquella rana en la olla puesta al fuego, un lento fuego  enmascarado por la obnubilación de los placeres; será de a poco y en forma planificada, imperceptible y en la vorágine del goce, te irán sacando poco a poco los derechos que tenías y de los que no eras consciente, porque allí estaban cuando naciste.

Lo que ocurra después; está en tus manos.

martes, 14 de julio de 2015

EL PASTOR MENTIROSO

EL PASTOR MENTIROSO

Daniel M Forte
3/01/12 

La noche reinaba apacible sobre la aldea, una luna redonda y amarilla dejaba que su luz fabricara sombras caprichosas sobre las casas, en las arboledas, en los pequeños jardines, en la circunspecta torre de la iglesia. Todo era silencio, fatigado silencio para que el sueño repare las fuerzas gastadas desde temprano.
Matías, niño por edad y hombre por faenas cotidianas corre tambaleándose por la polvorienta calle principal, sus ojos clavados en la nada y desmesuradamente abiertos delatan el esfuerzo por querer gritar y no poder; está descalzo y casi desnudo. Se detiene y toma aire -¡los lobos! - ; el grito sale como expulsado de las tripas, ¡los lobos!, ¡los lobos!
Como párpados somnolientos se encienden de a poco las luces de las casas al tiempo que salen los primeros hombres armados y a medio vestir. Pronto algunos rodean al muchacho.

-       ¡¿Donde Matías?!


Tarda en responder, un hombre rechoncho en bata carmesí  y pantuflas cambia de mano la escopeta y lo sacude con brusquedad. Matías parece volver en si.

-       Vendrán los lobos, están ahí asechando.

-       ¡¿Pero donde?! ¿Dónde los viste?

-       No los vi, pero se que vendrán.

Un anciano delgado y amarillo le oprime la boca y la huele.

-       No ha bebido.

Un murmullo se instala en la pequeña muchedumbre, el hombre de la bata lo increpa enojado.

-       ¡Si esto es una broma la vas a pagar caro!

Matías bajó la cabeza, había frío y miedo en su interior y pensó, como sería eso de tener una madre que lo abrazara; pero se recobró; un huérfano no tiene derecho a añorar lo que nunca tuvo. Quiso entonces explicarles que el sabía que vendrían los lobos, no lo había soñado, mas bien era un sensación, una revelación nocturna, y algo mas, el olor, no olían a lobo en su visión.
El gordo de la bata, con la escopeta abierta y reposando en su antebrazo izquierdo se dirigió enérgico a las gentes.

-       ¡A dormir todo el mundo!, y en cuanto a vos, ¡mañana vamos a hablar muy seriamente!

No hablaron.
La tarde vino despacio esa jornada y en la taberna, los hombres juegan al truco y bromean.
 
-       ¿Qué le habrá pasado al pibe, anoche?

Don Anselmo, el grueso campesino que aquella noche increpó al muchacho observó de a poco su juego, atisbando el palo de la baraja por las líneas dibujadas en el lado superior.

-       Vos sabés que Matías no tiene muchas luces, habrá tenido una pesadilla y se asustó.

-       En cuanto a mi, si lo vuelve a hacer le voy a dar un buen escarmiento, anoche, después del quilombo que armó me desvelé y no pude pegar un ojo.

-       ¡Hablando de Roma!

Matías entró despacio y se dirigió al mostrador; Don Manuel, el dueño de la taberna limpiaba unos vasos.

-       Ya acomodé las bolsas en el galpón.

-       ¿Y las ovejas?

-       Todas en el corral, hoy las llevé al recodo, allá hay mejor pasto

-       ¿Y no tenés miedo de los lobos?

La voz vino de la mesa de juego, era Ramón, un joven arriero. La burla surtió efecto, siempre funciona cuando son muchos y la víctima está sola y no puede defenderse; la risa retumbó en el recinto.

-       Vení Matías

Ramón lo agarró del brazo.

-       La próxima vez que nos despertés al pedo te cago a trompadas ¿oíste?, y esto es un recuerdo por lo de anoche.

El coscorrón sonó seco en la cabeza, no lloró, no intentó soltarse, ¿para qué?, era la costumbre. Un huérfano está para eso, nadie lo respeta; todos se sienten con derecho al castigo.

-       ¡Andá!

Matías fue hasta el mostrador en donde Don Manuel le entrego su jornal. Una olla humeante, tres panes y una bolsa con huesos.

-       Para los tuyos

Los tuyos, así llamaban a Polo y Capitán, dos perros enormes con todas las razas del mundo presentes en sus linajes. Polo y Capitán, su familia, los únicos de los que recibía alguna muestra de afecto en lengüetazos torpes y babeantes.


Allí estaban, echados en la puerta esperando su parte del botín, habían trabajado duro, y el hambre se hacía sentir. Siguieron a su amo hasta el ranchito olfateando impertinentes la bolsa con los huesos.
Aquella noche, la sombra de los lobos se hizo dueña del rancho, Matías se tapó con la cobija, quería gritar pero se mordió los labios, otra vez no, le pegarían. Entonces, el llanto ahogado se mezcló con el gemir de los dos perros que lamían su cara intuyendo el terror que lo mordía. Los lobos.
Pasaron varios días, varias noches de tormento y pesadilla mientras el pueblo entero, jubiloso terminaba de levantar la cosecha, había alegría en la gente, una buena cosecha.
Los hombres bromeaban y bebían en la taberna disfrutando de antemano el fruto de su esfuerzo. Matias se acercó, tal vez ligara alguna pilchita usada, porque cuando beben y tienen plata fresca se ponen generosos.
El polvo levantado por una de esas camionetas lindas que usan las gentes de la ciudad lo envolvió. El vehículo paró en la puerta de la taberna.
Polo y Capitán se quedaron estáticos, alzaron en alerta sus orejas, los pelos del lomo crispados y el gruñido amenazante desde sus enormes colmillos; algo oprimió el pecho de Matías y trepó hasta su garganta.
Dos hombres bajaron de la camioneta y entraron al boliche; Matías agarró a los perros que no dejaban de gruñir, se acercó a la puerta pero no entró, transpiraba, quería gritar. Los lobos.
Adentro reinaba el tumulto.

-       A cincuenta el quintal, más no puedo pagar.

-       ¡Con eso no cubrimos ni los gastos!

-       Lo siento señores, este año las cosas están difíciles, los precios han bajado mucho, es eso o nada.

Matías, desde afuera, sin animarse a entrar, cayó de rodillas llorando con el grito ahogado en la garganta.
¡Los lobos!,........¡ los lobos !


                                                                                                  




domingo, 12 de julio de 2015

LA REINA ESCLAVA

LA REINA ESCLAVA.
 Daniel M Forte
 13/09/10

Larga fila de guerreros marcha con paso cansado por el desierto de Merban, como una gran serpiente que repta y se endereza. Los hombres van en fila; a veces se juntan en grupos y conversan; llevan lanzas sobre el hombro y escudo amarrado en la espalda, huelen a sudor, a bronce, a cuero, a cansancio acumulado; y también huelen a victoria.
Ocho largos meses duró el sitio a Ukmelen, la ciudad del río caudaloso; sus muros resistieron pero el hambre los venció y debieron pagar tributo para no ser saqueados; y allí marchan los guerreros negros, los hombres de Bernem en su viaje de vuelta; vuelven con oro, con piedras preciosas y con Hexena, la reina blanca sacrificada como rehén para salvar la ciudad.
Merban es la faja estéril que separa dos vergeles, las tierras bajas en donde se alza Ukmelen, la vieja señora de esos lugares, y, cruzando el desierto hacia el norte, Bernem, la ciudad de los guerreros negros, adoradores de Vezrem, la Reina – Diosa de ébano.
Hexena, en el carruaje que la transporta al cautiverio mira al horizonte sin abandonar su altiva postura, los guerreros la miran de reojo; ella sabe la suerte que el destino le depara.
El paisaje muta del amarillo yermo al verde vital, el aire se torna agradable; a lo lejos, las torres de Bernem emergen del horizonte como un vidrioso espejismo; la caravana se detiene. Después de un aquelarre de gritos, corridas, sonidos de metal y retumbar de bestias, la columna adquiere aspecto marcial. Un alto oficial abre la portezuela del carro de la ilustre prisionera, hace una respetuosa reverencia.

-       Mi señora, es el momento.

Bajó con dignidad, cuatro hombres con corazas doradas la escoltaron hasta un carro. Era una plataforma ricamente adornada uncida con cuatro corceles blancos; en el centro emergía una columna de la que colgaba una cadena terminada en dos grilletes. Se detuvo frente a la pequeña escalerilla y lentamente se despojó de sus vestidos; un guerrero la ayudó a subir y le puso los grilletes; quedó asida a la columna sin perder su altivez.
Cuando las pesadas puertas se abrieron y la formación ingresó a la ciudad el pueblo estalló de júbilo; los más viejos, con el recuerdo aún vivo del vasallaje que sufrieron cuando Bernem tributaba a Ukmelen lloraban de alegría, pero, al pasar el carruaje con aquella reina blanca desnuda y majestuosa, callaban; ella, con su frente en alto miraba al vacío.
La calle principal desbordaba; una fila de guardias reales flanqueaba el paso a la columna; un sonido seco y repetido de cascos resonaba en la piedra del pavimento; la caballería encabezaba la formación con el general en jefe al frente; luego los infantes, con sus lanzas levantadas, sus escudos de bronce y su paso marcial; mas atrás, los carros repletos de vasijas con oro, piedras, marfil y el tesoro principal, la reina Hexena, la reina blanca encadenada desnuda a una columna y mas atrás, los músicos perforando el aire con sus tambores sus pítanos y trompetas, explicitando con fastuosidad esa escena sublime y dramática; y todos, todos; soldados, oficiales, infantes, caballeros montados, escuderos, esclavos y hombres libres marchando, como atraídos por un imán, hacia el palacio de Vezrem.
Vezrem, la Reina-Diosa, señora de los guerreros negros; la que con humildad al fin de la cosecha se entrega a los veinte mejores cosechadores; quien mejor alimente al pueblo poseerá el cuerpo de la diosa, y los soldados y oficiales destacados en el campo de batalla también saciaran su apetito en la carne real.
La caravana dobla y se forma frente a las escalinatas de palacio; en lo alto, sentada en su trono de piedra cubierto con pieles de leopardo Vezrem los observa con majestad. Los esclavos cargan las pesadas vasijas y las depositan formando dos hileras paralelas en los costados del trono; queda libre el camino al trofeo principal.
El carruaje triunfal detiene su marcha frente al trono y Vezrem se incorpora. Su túnica dorada apenas la cubre. Hexena, liberada de los grilletes sube con paso altivo por la escalinata; el silencio es total. Al llegar al trono se postra.

-       Aquí estoy reina Vezrem, me entrego a ti para que no destruyas mi ciudad; toma mi vida, pero no dañes a los míos.


Los ojos marrones de la reina blanca miran taladrantes, aun en el ruego no pierde su altanería.
Otro par de ojos, celestes y felinos sostienen la mirada con rostro impasible.
En las audiencias, en los festejos, en las reuniones protocolares o al recibir embajadores de lejanos lugares, la Reina-Diosa se presenta en su trono de piedra cubierto con pieles de leopardo; a sus pies, recostada, desnuda y con un collar de oro en el cuello del que pende una cadena firmemente empuñada por una mano de ébano, reposa la reina blanca; su rostro a veces sonríe malicioso. Por las noches, en la soledad de los aposentos reales, donde no llega el protocolo, cuando su lengua recorra lentamente cada punto de placer, su captora mutará en esclava gimiente y ansiosa, una dócil, sumisa y sensual esclava.


                                                                                                          















¡¡Seamos Progres!! Lo demás no importa nada

¡¡Seamos Progres!!
Lo demás no importa nada

Por Daniel M Forte

Bichos lindos los progres, curiosas criaturas que interaccionan simpáticamente con la especie humana, conviven con nosotros y a veces hasta nos divierten.
El progre cohabita los espacios con la gente y, dada su fisonomía antropomorfa, es muy difícil reconocerlo, hasta que abre la boca, ahí si delata el origen de su especie. Veamos entonces algunas peculiaridades que lo identifican.
Es sensible, ¡¡vaya si es sensible el progre!!, ama la música de Mercedes Sosa, Serrat, León Greco, Víctor Heredia y..¡por supuesto!, Silvio Rodríguez;  le fascinan las canciones que narran la lucha de los pueblos,  que nombran a “la sangre”, “al fusil” , aunque jamás les haya silbado cerca un plomo y ni siquiera participen en las reuniones de consorcio.
El se emociona sinceramente con todo esto y se cultiva con La Venas…. De Galeano, al que idolatra hasta el éxtasis, junto a García Márquez y Benedetti.
El progre es pacífico, jamás partirá de su mano ningún cascotazo intempestivo pero no vaya a creer que es desapasionado, ¡para nada!, hay que verlo cuando discute defendiendo sus posiciones y haciendo malabarismos argumentales como si bailara Rock con una bandeja llena de vasos en la mano. Es que el progre vive de símbolos y el concepto de “gente como uno” lo lleva impreso en su ADN, si tal o cual escucha a Viglietti…¡¡es un compañero!!.
El progre es puntilloso y poco afecto a la síntesis, el que sintetiza es un facho suele creer y así nunca pronunciará la palabra “indio” reemplazándola por el concepto de “pueblos originarios”, “linyera”  por “persona en situación de calle”
“prostituta” por “trabajadora sexual”, hasta que la propia realidad lo lleva a la síntesis y se ve forzado a decir “gay”, porque si dijera “tipo que se la come por detrás”, sonaría ofensivo y discriminatorio.
Otro aspecto distintivo de nuestro objeto de estudio es la dependencia del progre para con SU terapeuta y aquí me permito una digresión. Los sicólogos son abnegados profesionales que procuran, como su nombre lo indica ( Psique = alma ), curar los males del alma. El problema es que mandan a la sociedad un subproducto indeseable consistente en un ejército de personas, y de progres, que ni bien terminan la segunda sesión, se sienten capacitados para interpretar chistes y dar consejos. Es así como nuestro progre, que no hace terapia con el Dr. Garciulo o la Lic. Tortasecca sino con Alberto o Graciela, por aquello de que la posesión da confianza, comenzará su ejercicio de analizarnos con la frase…..---  casualmente, en la última sesión, veíamos ( ¡¡si veíamos!! ) con Alberto……… --.
Si existe  una criatura gregaria es nuestro progre, en verdad le aterra estar o sentirse solo, por eso nunca dirá nada políticamente incorrecto y siempre, total y absolutamente siempre, estará con la grandes mayorías populares, ¡con la gente!, como gusta decir, reverenciando, idealizando, admirando y aplaudiendo a sus líderes, a sus íconos y todo lo que ello simboliza, ¿recuerdan?, el vive de símbolos, se nutre y depende de ellos para subsistir. Así, reverencia extasiado tanto al Che como a Eva Perón, actitud cuyo equivalente gastronómico consistiría en aderezar el choripán con dulce de leche.
Pero, estas características se expresan de manera diferente en las distintas poblaciones de progres.
Sucede que a comienzos del siglo XXI, por razones desconocidas, en un número importante de progres se operó una contracción de su calota craneana, con la consiguiente compresión de la masa encefálica, muerte masiva de neuronas y perdida de distintas capacidades. Estos progres se hicieron oficialistas y constituyen una importante subespecie con características particulares como ser, la pérdida total del razonamiento ( en casos extremos, ya no enfrentan el pulgar ), y del sentido del gusto, modificando sus originales hábitos alimenticios, siendo su dieta principal, la ingesta de batracios, al principio pequeños para luego ir aumentando su tamaño hasta proporciones descomunales.
Otro cambio drástico operado en estos especimenes, y volvemos al tema, es en la simbología de los términos, lo que antes era  “choreo”  ellos lo llaman “vocación de poder”, al acomodo “militancia”, a la prebenda “reparto de la riqueza”, y como son bichitos serios, todo aquel que no piense como ellos “le hace el juego a la derecha”.

Esta especie y sus variantes, como ya se dijo, conviven con la humanidad, a veces en armonía, a veces no, su postrer desarrollo o desaparición es un enigma, un enigma cartesiano, como corresponde a un buen progre.

sábado, 11 de julio de 2015

DOS MUNDOS

DOS MUNDOS

Daniel M Forte
03 /11 / 09 


-       ¡Querés dejar en paz ese sacacorchos!

Y, si; desde su punto de vista sólidamente asentado en el sentido común, en los usos y costumbres socialmente aceptados y en todas esas peculiaridades que conforman la realidad objetiva, era un sacacorchos, uno de esos que tienen dos pequeñas manijas  que actúan sobre una cremallera y que al accionarlas elevan el tirabuzón que al girar se enrosca en el corcho, ¡un simple y vulgar sacacorchos! y bastante viejo por añadidura. Pero yo veía otra cosa, en verdad, varias cosas.
Lo primero que vi fue a un robot, un hombre mecánico que al tirar del tirabuzón abría los brazos y al girarlo lo hacía su cabeza, noté que carecía de miembros inferiores y supuse entonces que ese cilindro hueco rematado en una especie de pollera metálica era la tobera de la turbina que lo impulsaba, y allí, sin solución de continuidad vi en él a un jet de geometría variable, un Mig 23 o algo así que en el límite de velocidad subsónica retraía su envergadura convirtiendo sus alas de cóndor en el típico perfil delta de los aviones supersónicos, claro, siempre y cuando el tirabuzón fuera la parte trasera, porque invirtiendo el sentido de vuelo, ese objeto que para todos era un vulgar sacacorchos se tornaba en ¡una nave Klingon!, negra y amenazante aguardando el momento de lanzar sus torpedos fotónicos contra la flota de la Federación; y así empezó todo. Mas tarde, las novelas de Salgari me transportaron a la aventura, una en particular la viví con profunda intensidad, “Dos mil leguas por debajo de América” y recorrí con sus personajes aquel río subterráneo en pos del tesoro de los Incas. Fue en plena travesía cuando fui sorprendido por una palabra escrita en el boletín de la escuela, la letra caligráfica de la maestra dibujó un bonito “insuficiente” que me retorno a la realidad mediante el reto-paliza de mi viejo  quien usaba el término “fantasía” a modo de insulto, cosa que a mi poco me importaba porque si el mundo que él y los demás llamaban “real” era ese, yo estaba en pleno derecho de irme a otro.
Así fui desarrollando mi condición de ciudadano de dos realidades; en una, mis jefes me gritaban por llegar tarde, mis parejas, antes del piadoso o violento portazo, me decían que no tenía ambiciones y mis amigos se lamentaban de que un tipo como yo viviera de la manera en que vivía. En la otra, volaba en globo con Tom Sawyer o viajaba con Asimov por toda la galaxia si se me antojaba.
Un día alguien me dijo que debería sacar provecho de mi chifladura y que sería bueno que escribiera historias fantásticas; y así lo hice, sin reparar que ese consejo provenía del mundo “real”. Escribí cuentos y novelas narrando historias de conquistas espaciales y epopeyas en donde el Hombre se superaba a si mismo recategorizando el concepto de lo humano, yo no sabía que la gente ya no soñaba con esas cosas, que una ficción de bajo vuelo era lo que quería el público lector y que preferían a un viaje intergaláctico, el dolor de una cincuentona que vive en un country  y está triste porque nadie se la coje.
Escribir sin ser entendido es como gritar en el vacío, poco a poco me resigné a mi condición de inédito crónico al tiempo que prolongaba mis estadías en ese otro mundo en donde me despojaba de mis notorias mediocridades, hasta que un día decidí ya no volver, aunque a decir verdad, cada tanto, sin que nadie me vea retorno por un rato, veo mi cuerpo envejecer en la cama con esos tubos metidos en todos los orificios y escucho el rítmico compás del electrocardiógrafo,  no importa, en la realidad de todos ya no tengo nada que hacer y aunque a veces extraño las charlas con mis viejos amigos, solo debo imaginarlos para que ellos vengan a mi encuentro, allí, en el mundo de ellos nadie me visita, ¿por qué habrían de hacerlo?, solo soy un cuerpo comatoso tirado en una cama, aquí en cambio, no hay fronteras para soñar y hasta podría decir que soy feliz ya que nada me vincula a ese mundo que llaman real, salvo por el detalle de que por único equipaje, vine a este mundo con un viejo sacacorchos   


miércoles, 8 de julio de 2015

RETIRADA

RETIRADA
Por Daniel M Forte
06/06/10

Nos replegamos, esa es la orden, romper el contacto con el enemigo. Veo a mis hombres encorvados bajo el peso de la impedimenta pasar a mi lado como sombras en esta semipenumbra. Están agotados.
Los pies se hunden en un lodo viscoso y nauseabundo; cada paso es una tortura pero no podemos detenernos. El horizonte resplandece, no son relámpagos y aunque el fragor de la batalla no llega hasta aquí, todos saben que es otro tipo de tormenta la culpable de esos destellos.
No logro recordar cuando fue que combatimos y sería imprudente preguntarle a mi segundo;  un jefe no duda y además, no se quien es, tal vez sea ese joven teniente que me saludó hace un rato; llevaba el capote desgarrado y en su gorro de piel brillaba una diminuta estrella roja; no entendí lo que dijo y me limité a hacer un gesto indefinido,           - ¡¡К вашим услугам, товарищ капитан!! -, dijo al hacer aparatosamente la venia; luego giró sobre sus talones y al retirarse me pareció ver que de su nuca manaba sangre.
Veo una sombra confusa y hasta no tenerla al lado no puedo distinguir que es; dos hombres cargan a un herido, llevan pequeños cascos rematados en una especie de mástil y fusiles Máuser en bandolera, el herido va casi inconsciente, cada tanto susurra   - merci...merci -.
Hago esfuerzos por recordar, ¿quién es el enemigo?, pero es como si mi memoria hubiera sido vaciada, solo se que debo retirarme con mi unidad, pero ¿hacia donde?
Hace frío, saco un cigarrillo pero no tengo fuego; de la fila se separa una figura pequeña cuya cabeza esta cubierta con un sombrero de paja en cono muy abierto, en el instante que duró el destello del fósforo con que encendió mi cigarrillo pude ver sus ojos oblicuos, sus pies descalzos y el orificio negro azulado  en su sien izquierda. En silencio volvió a la formación.
Busco en mis bolsillos y en la cartera que cuelga de mi costado algún documento, un mapa o algo que me indique donde estoy, porque combato, quien soy.
Un agudo silbido rompe el silencio; los hombres y yo nos echamos cuerpo a tierra; el obús explota bastante lejos; el destello del fósforo debe haber alertado a algún artillero. Por varios minutos permanecemos así, mojados y ateridos sobre el barro. Me incorporo y los hombres me imitan, solo uno permanece en el suelo, es el herido que vi llevado por aquellos dos; llego hasta el y en la penumbra percibo la paz de su rostro, casi está sonriendo, me arrodillo a su lado y le cierro los ojos, luego busco sus placas de identificación, no tiene, permanezco un instante junto al cadáver en posición de firmes, luego ordeno reanudar la marcha situándome en el flanco de mi unidad, ahora todo es silencio.
Me pregunto porque el muerto no llevaba sus placas; abro mi capote, mi anorak, mi camisa, busco alrededor de mi cuello y no las encuentro, yo tampoco llevo mis placas de identificación. Absorto en mis pensamientos no reparo en el hombre que esta frente a mí, lleva birrete del que pende una borla de colores  lila, amarillo y rojo, me observa con su ojo izquierdo ya que donde debiera estar el derecho hay solo un manchón de sangre coagulada, me ofrece su bota de vino. - ¡beba mi capitán! -. El zumo áspero  y tibio baja por mi garganta, es agradable calentar el garguero en esta noche; devuelvo la bota y le agradezco, el hombre la engancha al cinto, se echa su viejo fusil al hombro y prosigue la marcha, alcanzo a preguntarle por sus placas, tampoco tiene.
Se me ocurre que tal vez tengamos radio, si así fuera ordenaría comunicarme con mis superiores y trataría de averiguar algo; busco entre mis combatientes y descubro a uno con ropas de civil. Viste un sobretodo cruzado por dos correas y porta una Schmeysser bastante oxidada, debería reprenderlo; no se trata así a la herramienta de la que depende el pellejo. Le pregunto por el oficial de comunicaciones  - scussi capitano –  obtengo por toda respuesta, lo tomo por las solapas y acerco mi cara a la suya, le ordeno que diga mi nombre, el me mira sin comprender, solo repite su estúpido  - mi scussi capitano -, ¡es inútil!, dejo que siga su marcha.
Anduvimos varias horas hasta llegar a una hondonada, agrupo allí a mi gente para un corto descanso, los hombres se acuestan sobre el lodo; yo sobre un tronco reseco y chamuscado. A mi lado hay un enorme moreno fumando y mascando chicle, me ofrece una pitada de su minúsculo cigarro que huele a pasto quemado; ante mi negativa saca de su campera un paquete de Camel, enciende uno y me lo da, ahora ambos fumamos tapando con el cuenco de la mano el resplandor de la colilla, el negro cada tanto tose y de su boca surge una espuma sanguinolenta que es apartada con el antebrazo, le pregunto si sabe mi nombre, da una chupada a su cigarrillo y mira hacia la nada Don't know, boss., we all call you captain.-
Está oscuro, pero alcanzo a ver a un hombre que viene hacia mi, a unos metros es interceptado por uno de los soldados  de casco con mástil, lo abraza y  me llega su voz como un susurro  - Du hast wiederkomt, mein Freund!, Ist alles gut? - 
- Oh oui –,  responde y sigue avanzando; al llegar a mi lado se cuadra y me hace la venia  - ¡pardon pour le retard, monsieur le capitaine!
No doy crédito a lo que ven mis ojos ¡es el francés!  - ¡pero estabas muerto! - . Alza los hombros y sonríe  - et je ne suis pas le seul, monsieur le capitaine - , da media vuelta, cambia de hombro su Lebel 86 y con paso cansino se aleja.
El vacío se hace insoportable, ¿qué hago aquí con esta pandilla de desquiciados que me llaman capitán, que me entienden y yo a ellos no, que obedecen y no preguntan?, ¿será un sueño?, ¡es eso!, es una atroz pesadilla, ¡los muertos no resucitan así nomás!, la memoria nunca se pierde totalmente; -¡¿entienden imbéciles?!, ¡ustedes no existen!- cuando despierte voy a reírme de esto y contarlo a mis amigos, a mis amigos que no recuerdo.
Sin darme cuenta estoy de pie y gritando, los hombres me rodean; saco de su funda la pistola y pongo bala en recámara, el chasquido del metal hace eco y se replica atenuándose en cada una de las repeticiones; - ¡es una pesadilla y se como despertar!.
Los hombres me observan indiferentes cuando apoyo el cañón en mi pecho.
 Alcanzo a oír el estampido.

                                                     ------------------------

Nos replegamos, esa es la orden, romper el contacto con el enemigo. Veo a mis hombres encorvados bajo el peso de la impedimenta pasar a mi lado como sombras en esta semipenumbra. Están agotados.


                                                                                             
                                                                                             


sábado, 4 de julio de 2015

ESCENAS DEL NAUFRAGIO

 ESCENAS DEL NAUFRAGIO
2º EDICIÓN

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A su hora, todos fueron convocados, cada habitante recibió su cédula, su número de orden, el equipaje permitido, el lugar de embarque en donde los transportes los llevarían a las naves ubicadas fuera de la atmósfera. Todo fue prolijamente organizado, hasta el engaño.
La convocatoria general fue solo un ardid para evitar los previsibles desmanes, en cada puerto de embarque los transportes llevaron a la gente a las naves, por turno, hasta que ya no volvieron.

Y así fue llevada a cabo la “Operación Dynamo “, la evacuación de casi 100 millones de personas, el mas grande desafío que afrontó la humanidad. En la Tierra, los náufragos, cansados de mirar al cielo esperando a los transportes que ya no vendrían. En viaje hacia la vida, los magnates, los gobiernos y los poderosos. Se llevaron a sus sirvientes, sus archivos, sus soldados, sus obreros, sus intelectuales, sus artistas, sus putas. 
Y se fueron. 

miércoles, 1 de julio de 2015

EL ORIGEN



EL ORIGEN
Por Daniel M Forte


Era doloroso, ese punto, la coordenada cero, provocaba en ella una sensación de vacío en las tripas. Languidez y asco que trepaba hacia el pecho mutando en la más profunda de las angustias. En el origen todo era oscuridad, una pegajosa oscuridad que ponía en tensión todos sus sentidos teñidos con la certeza de ser atacada de un momento a otro.
La primera vez que huyó alejándose cada vez mas de ese punto, se desdobló, se vio a si misma corriendo y perdiendo de a poco cada una de sus moléculas, las que curiosamente volvían al origen. Sus ropas se iban disolviendo, su piel desaparecía, ahora era una masa de músculos en permanente disolución, lo humores se esfumaban y se reagrupaban en el origen; ella corría, se disolvía y se recreaba en el punto de partida y todo eso era observado en forma impersonal por ella misma. Por fin se derrumbó el esqueleto y nuevamente se vio en la soledad, otra vez en el origen, nuevamente en el dolor.
Sobrepuesta al desconcierto inicial trató de entender lo que pasaba, volvió a intentar la huida tomando distintas direcciones; en todas ellas el fenómeno se repitió; allí sacó su primera conclusión; el proceso de disolución y reagrupamiento era independiente de la dirección que tomara.
Era difícil razonar en medio de la angustia, respiró hondo, se sentó en el piso con las piernas cruzadas tal como lo hacía durante las clases de yoga, ¿las clases de yoga?, recordó las clases, recordó el trabajo, las reuniones con amigos, su historia; ella tenía una historia fuera de ese punto inicial en donde se encontraba, eso demostraba que la huida era posible, o tal vez no, tal vez solo era posible salir de allí a condición de volver.
Se incorporó,  dijo en voz alta

-          ¡Voy a volver!

Comenzó a alejarse, un paso, dos, diez...

-          ¡Voy a volver!

Ya no se veía, solo caminaba en una semipenumbra repitiendo la frase como un conjuro

-          ¡Voy a volver!

Una sensación de alegría la invadió, estaba huyendo, era posible la huida, no sabía hacia donde, no importaba, se podía, era posible, ya nunca mas esa opresión en el pecho, nunca mas el dolor, ¡nunca mas!
Se sorprendió llorando de felicidad con los brazos en cruz sobre el pecho y caminando, ahora con paso mas ligero, se vio a si misma en forma impersonal, angustiosamente objetiva, se vio entonces disolverse y recrearse en el origen.
Cayó de rodillas y lloró, el origen no cree en palabras, el origen es un dios impiadoso que percibe nuestros pensamientos, anticipa nuestras intenciones y aborrece nuestros sentimientos.
Es posible escapar se dijo y se incorporó, buscó a su alrededor algo que la ayudara a huir, algo duro y filoso que le trajera la liberación del brazo de la muerte; solo percibió la nada; el origen era el vacío.
Quedó largo rato arrodillada en el suelo con la cabeza caída sobre el pecho; su silueta era la imagen misma de la derrota, pensó en pedir ayuda, se irguió y comenzó a gritar, a clamar, a suplicar. Un eco lejano y ligeramente radiofónico le devolvía las palabras; entonces, presa de la más terrible desesperación empezó a golpearse el vientre con los puños, castigaba su cuerpo en un ritual frenético; el vientre, los pechos, la cabeza.


Su cabeza golpeó levemente contra el vidrio de la ventanilla del colectivo en que viajaba, y se despertó, siempre se despertaba en el mismo sitio, a dos cuadras de la parada en que debía descender.
 Volviendo a casa.