Este artículo se publicó en el número 636 de la revista
Historia y Vida.
¿Cómo puede el levantamiento de Kronstadt causar tal
disgusto en anarquistas, mencheviques, y contrarrevolucionarios “liberales” al
mismo tiempo? La respuesta es simple: todos estos grupos están interesados en
comprometer la única corriente genuinamente revolucionaria, que nunca ha
repudiado su bandera, nunca ha transigido con sus enemigos y representa sola el
futuro. Por eso entre los delatores tardíos de mi “crimen” de Kronstadt hay
tantos ex revolucionarios o semirrevolucionarios, gentes que perdieron su
programa y sus principios y que consideran necesario desviar la atención de la
degradación de la Segunda Internacional o la perfidia de los anarquistas
españoles. Los stalinistas todavía no se pueden unir abiertamente a esta
campaña sobre Kronstadt pero, por supuesto, se frotan las manos con placer
porque los golpes están dirigidos contra el “trotskismo”, el marxismo revolucionario
y la Cuarta Internacional.
León Trotsky
Comentario agregado por el Blog.
En Kronstadt, marineros, soldados y trabajadores
practicaron una democracia directa a través de pequeñas asambleas (sóviets),
sobre las que se construyó la democracia representativa del sóviet de la
ciudad.
Después de tres años de contienda mundial y una
revolución, Rusia está exangüe y devastada. Lenin y los bolcheviques habían
prometido pan, paz y libertad, pero un cruento conflicto civil entre ‘rojos’ y
‘blancos’ han sumido al país en el caos y la misera. El hambre de las ciudades
obliga a requisas forzosas en el campo. Y en la poca industria que sobrevive,
la disciplina recuerda la brutalidad de otros tiempos. El malestar se traduce
en huelgas y revueltas.
A mediados de 1920, cercana la victoria en la guerra civil, se espera que los bolcheviques mejoren las condiciones de vida. La realidad es otra y la agitación se redobla. A inicios de 1921, en Petrogrado, la antigua San Petersburgo y cuna de la revolución, la situación es explosiva.
Kronstadt la Roja
Los marineros de Kronstadt han sido desde el principio el
baluarte más firme y leal a la revolución. Pero, acabada la guerra civil, a las
deplorables condiciones de vida en la base se añade un hondo malestar político.
La marinería rechaza el monopolio del poder de los bolcheviques, la obediencia
sumisa a la que han reducido a los sóviets y sus formas autoritarias de
gestión.
La sublevación
Moscú no va a atender ninguna de las exigencias. El 1 de
marzo, más de 15.000 marineros, soldados y trabajadores abarrotan la plaza del
Ancla en Kronstadt. Aguardan expectantes la intervención de Mijaíl Kalinin.
Como presidente del Comité Ejecutivo Central Panruso, es el jefe del Estado.
Al día siguiente, otro falso rumor, el de un inminente
ataque sobre Kronstadt, precipita la creación de un comité revolucionario, que
ordena tomar los puntos estratégicos de la ciudad. A medianoche, la base naval
está en poder de los marineros. Todos los buques, fuertes y baterías también
reconocen su autoridad. Kronstadt se acaba de sublevar.
Los insurrectos envían emisarios al continente para propagar la noticia. Confían en levantar a la población. Contra el parecer de los asesores militares, partidarios de tomar la iniciativa y alentar la sublevación en Petrogrado con una ofensiva sobre la ciudad, los marineros deciden aguardar parapetados en la fortaleza. Desoyen también el consejo de romper el hielo que circunda la isla y la conecta al continente para crear un foso acuático que la proteja de asaltos. Dos errores estratégicos que van a decidir el desenlace.
La tragedia
Moscú ha decidido liquidar la rebelión por la fuerza, pero antes debe aislar a los sublevados. La propaganda elabora el relato que justifique un ataque contra los hombres que hasta entonces eran el máximo símbolo de la revolución. Aunque no exista relación alguna entre ellos y el exilio antibolchevique que celebra su alzamiento, la campaña los acusa de servir a la Guardia Blanca.
En esos días, todos los ojos están puestos en la inmensa alfombra de hielo que se extiende desde las riberas de Petrogrado hasta Kotlin. A finales de marzo comenzará el deshielo en el golfo de Finlandia. Cuando se produzca, los sublevados dejarán de estar aislados. Podrán recibir por mar todo tipo de refuerzos y emplear los navíos de la flota. Es escaso el margen de tiempo para atacar la fortaleza antes de que sea inexpugnable. Trotski, comisario de Guerra, encarga el plan de ataque a Mijaíl Tujachevski, un joven y prominente general del Ejército Rojo.
Los asaltantes, a pesar de sus uniformes de camuflaje, son un blanco fácil. Al despuntar el día, la artillería de Kronstadt los recibe con un fuego devastador, que siembra con cientos de cadáveres el mar congelado. Otros muchos mueren engullidos por los cráteres que las explosiones abren en el hielo.
La escasez de alimentos y munición comienza a dejarse sentir en el ánimo de los marineros
Precipitación, falta de efectivos y baja moral de
combate. El asalto es un completo fracaso, y el estupor por la noticia corre
entre el millar de delegados que asisten en el Kremlin a la inauguración del X
Congreso del Partido Comunista. La crisis de Kronstadt va a marcar el cambio de
rumbo en el país que apruebe el congreso.
A pesar del fracaso, en los días siguientes, la aviación y las baterías de costa castigan la ciudadela. Allí, el bloqueo de la isla está surtiendo efecto. La escasez de alimentos y munición comienza a dejarse sentir en el ánimo de los marineros. Sin embargo, el hielo se funde y el tiempo se agota. Tujachevski tiene nuevo plan. Ha reunido una fuerza de asalto que dobla el contingente anterior. Son tropas de élite y de probada fidelidad revolucionaria.
En la tarde del 16 de marzo comienza un intenso cañoneo sobre Kronstadt que se prolonga hasta entrada la noche. Al amparo de la oscuridad y la niebla, más de 50.000 hombres inician su avance desde diversos flancos. Les guía la luz de los reflectores de Kronstadt que barren el hielo rastreando señales de su ataque.
La sublevación ha acabado en un baño de sangre, con más de 10.000 muertos, en su mayoría soldados del Ejército Rojo. Cerca de la mitad de los rebeldes ha conseguido huir a Finlandia. De los 2.000 prisioneros, trece han sido elegidos como cabecillas y ejecutados. Mientras se combatía en Kronstadt, el X Congreso del Partido Comunista ha inaugurado una nueva etapa en la vida del país. Ha decidido reactivar la economía sustituyendo el comunismo de guerra por medidas en favor de la iniciativa privada y el libre comercio. Comienza la NEP, la Nueva Política Económica.
Memoria selectiva
En marzo de 1936 se estrenaba en Moscú Los marinos de
Kronstadt. Fue un éxito rotundo, con más de 23 millones de espectadores solo
aquel año. La película narra cómo los marineros de la base naval libraron a
Petrogrado de la amenaza de la Guardia Blanca en los peores momentos de la
guerra civil. Quince años después de la tragedia de Kronstadt, en pleno
estalinismo, el régimen soviético había borrado de su memoria aquel episodio
fratricida, pero reivindicaba a los héroes que en su día se ganaron ser “gloria
y orgullo de la Revolución”.