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viernes, 30 de noviembre de 2018

LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL MOVIMIENTISMO


Por Daniel M Forte
30/11/18


Acerca de la nota de Rocío Zavaleta en Prensa Obrera “ ¿A quién le molesta el lenguaje inclusivo?

Con una clara intención de reivindicar el llamado “lenguaje inclusivo”, la compañera Rocío comienza su nota con la pregunta ¿a quién le molesta?; a partir de aquí que la lógica formal haga lo suyo. Rocío la toma contra la RAE por el ya conocido veto de esta institución “El veto de la RAE va a trasmano del movimiento, del cual importantes contingentes se expresan con la E y la X en su cotidianeidad porque lo entienden como la forma de comunicarse de manera no discriminatoria. De hecho, se han vuelto necesarias para muchos sectores –incluidas campañas del gobierno– para “empatizar” con ese movimiento.” Mas adelante, pasa lista a los medios periodísticos que saludaron la medida en un escrito que es un ejemplo de eclecticismo y termina expresando “ Sin lugar a dudas, la popularización del término “todes” o la batalla por visibilizar en el plano del lenguaje a las mujeres y disidencias sexuales con la incorporación de las versiones femeninas de los términos a la hora de escribir o hablar o convertir a la letra O en una E o X es un emergente de la lucha del movimiento de mujeres por sus derechos, que ha cuestionado las raíces profundas que la opresión de género tiene en el régimen social y todas sus expresiones culturales, comportamientos sociales, etc. Las expresiones con la E y la X se han convertido en símbolo de la lucha por nuestros derechos, como ocurre con el pañuelo verde. “

Prescindiendo del análisis de los orígenes de este lenguaje (la filosofía Queer) y de como fue metido en estos movimientos por sus direcciones, debo coincidir que, en boca de los luchadores (las feministas PRO también lo utilizan), es una genuina expresión de la lucha por la igualdad de la mujer y las minorías sexuales, y aquí surge la confusión de la compañera y de muchos compañeros, sobre la conducta del Partido Revolucionario frente a estos fenómenos.
Un Partido Revolucionario, analiza el movimiento, sus intereses, su composición de clase, sus tendencias y sus perspectivas para intervenir con su programa sin hacer concesiones a las expresiones transitorias de ese movimiento que en definitiva, expresan su nivel político.
Una de las peculiaridades del Movimientismo es, lo contrario. Con el pretexto de estar con las masas, son éstas las que arrastran al Partido a su atraso político y aquí hay un ejemplo contundente: Durante décadas, e incluso hoy (contexto mediante), el grito de “¡Viva Perón!” o cantar la marcha peronista ( odiada también por Clarín y La Nación) puede ser una expresión genuina de rebeldía y de lucha; sin embargo, el Partido Obrero no canta la marchita ni grita “viva Perón”, sí actúa con su programa para potenciar la lucha y darle una salida política; tengamos en cuenta que, las direcciones que con más entusiasmo han metido por la ventana el lenguaje inclusivo ( fundamentalmente los K ), hoy son las primeras en desertar o encorsetar la lucha por sus pactos con la Iglesia.
Hoy, debido a lo antes mencionado, la izquierda revolucionaria tiene una gran oportunidad de incidir en un movimiento al que se han sumado miles de nuevos luchadores y elevarlos a la altura del programa, esto es, convertir la lucha por la igualdad de géneros, por el aborto legal, por el respeto a las minorías sexuales en una lucha anticapitalista, concatenada con la lucha de otros sectores, por un Gobierno de Trabajadores; la dilución en el movimiento por medio de concesiones, sería un grosero error político.

martes, 27 de noviembre de 2018

ACERCA DE “MI VIDA”, DE LEÓN TROTSKY


El Verbonauta, tiene el honor de reproducir esta nota realizada a Jorge Altamira, referente nacional del Partido Obrero (Argentina) y uno de los cuadros más importantes del Trotskismo internacional, publicada por Revista Polenta.

FUENTE: https://revistapolenta.wordpress.com/2017/06/14/jorge-altamira-acerca-de-mi-vida-de-leon-trotsky/?fbclid=IwAR3UBAlQ3Ycwxmphee1UmB62WtSbbULqB-zfEg7cjLXc4PXGs1RPdVEM8dw

Por: JORGE ALTAMIRA
14 junio, 2017

Naturalmente, cuando aparece un libro de este tipo, al menos mi inquietud, mi interés, es cómo lo hacemos popular entre los trabajadores del país. Porque no es un libro de un revolucionario argentino ni latinoamericano. Es el libro de uno de los más grandes hombres de esta época, fundador del Ejército Rojo, líder de la Revolución de Octubre, fundador de la Cuarta Internacional… pero a medida que va pasando el tiempo, para las nuevas generaciones puede resultar todavía una figura extraña, y nosotros tenemos que impedirlo. Tenemos que esforzarnos para que la lectura de Mi Vida sea realizada por los trabajadores más activos, más conscientes, por los luchadores de la clase obrera.

En este sentido quiero decirles que cuando yo leí Mi Vida la edición era española y la traducción era de Andrés Nin, y uno sentía al leer el libro, esto uno lo comprueba con el paso del tiempo, que estaba leyendo un libro que, por quién lo tradujo, de dónde venía, etcétera, estaba asociado a procesos revolucionarios. Era un libro que en su estética llevaba una impronta revolucionaria. De golpe se me ocurrió que a lo mejor oliendo ese viejo libro uno sentía la revolución. ¿Como podemos hacer para que los trabajadores de Argentina tengan esa misma experiencia, que en determinado momento la manipulación de un libro, olerlo, verle las tapas, los inspire revolucionariamente? Eso se puede hacer. La forma en que ocurre es que el que entrega y explica el libro es, para quien lo recibe, un compañero de combate, un compañero de lucha. Entonces el libro va a estar asociado a las experiencias de lucha con ese compañero, con ese partido, con esa interna, con ese cuerpo de delegados, con ese grupo de activistas. Así se va creando, en el interior de cada uno, una reunión: un libro de un líder ruso asesinado en América Latina se va transformando en algo propio, y eso es realmente el internacionalismo proletario.

La única advertencia que a lo sumo podría hacer en un caso de este tipo es la siguiente: tenemos que discutir enormemente las obras de Trotsky, e insisto, que las lean los trabajadores. Pero tenemos que evitar escudarnos en ellas. Tenemos que hablar de nuestras propias experiencias basadas en las enseñanzas de Trotsky, de Lenin, de Marx… de las experiencias revolucionarias. Yo recuerdo hace quizá treinta años o más, había un dirigente trotskista francés, obrero del subterráneo en París, que escribió muchos libros, lo cual era todo un mérito, pero la mitad del libro o más eran citas de Trotsky. Es decir que en sus libros no se veía cuál era el pensamiento de los revolucionarios franceses a la luz de su propia experiencia. Escribía dos frases, dos puntos, “como dijo Trotsky…”, y ocho, nueve páginas con una cita. Casi parecían estos apuntes que se mimeografían en la universidad. Tenemos que actuar como si cada uno de nosotros fuese Trotsky y quisiera contribuir a la marcha de la emancipación de la clase obrera, y de la humanidad, con la contribución que podemos hacer sobre la base de las discusiones que tenemos y de la experiencia política que vivimos. Creo que esa es una gran tarea.

En la publicidad que he visto se dice que es la mejor autobiografía política. Eso es cierto. Es la mejor. Pero tiene varias características más. Por ejemplo: normalmente la gente escribe su autobiografía cuando ya no le queda más nada por decir. Trotsky escribe esto a principios del 30, cuando le queda todavía mucho que decir. ¿Por qué quiere una autobiografía? ¿Lo que le queda por delante no forma parte de su biografía? ¿Su biografía queda ahí? Esto es, no al final, sino en la mitad del combate.

La otra característica es que el libro de Trotsky es un arma de lucha ante los infundios, mentiras, calumnias del estalinismo, contra el trotskismo y contra la oposición de izquierda, en la Unión Soviética. Trotsky escribe Mi Vida para combatir esos infundios y para defender una causa política. Muchos interpretaron —y esto es mucho más manifiesto en la oportunidad en que Trotsky escribe un libro que no concluyó, Stalin—, que el trotskismo era una réplica al estalinismo, que era una lucha entre primos, y durante mucho tiempo se difundió la tesis, aún ahora, de que el trotskismo es el adversario del estalinismo. De ninguna manera. El trotskismo es antes que nada la defensa de la vigencia histórica de la revolución bolchevique de 1917, eso es lo que ordena el pensamiento del trotskismo y la Cuarta Internacional. El estalinismo es atacado como contrarrevolucionario por ser un bloqueo al proletariado mundial en la lucha por la revolución socialista. Pero el problema es la revolución socialista, no el estalinismo. El problema es la defensa de la revolución permanente contra el socialismo en un solo país. El problema es evitar y combatir la colaboración de clases bajo la forma del frente popular. Es decir, es una política por la revolución mundial, no es una querella contra el estalinismo. Incluso tampoco es una disputa ideológica porque como Trotsky lo explicó muchas veces, y es un punto muy importante, el estalinismo no tiene ideología. Su ideología es el oportunismo. Es lo que conviene cada vez a un aparato. A veces es oportunista, a veces de ultraizquierda, a veces sectario, a veces amplio, a veces esto y a veces lo otro. Es un aparato contrarrevolucionario que en su defensa adopta todos los recursos políticos posibles. No es la expresión práctica de una elaboración teórica.

Quisiera incorporar aquí también una visión de Mi Vida que me viene de un análisis que hace nuestro compañero del POR de Grecia, Savas Matsas, en una crítica a tres obras importantes y que creo que se aplican a esta obra de Trotsky. Por ejemplo, para Savas Matsas, el relato sobre Ulises que se hace en la antigüedad griega, el Quijote de Cervantes, y el último Ulises, de James Joyce, tienen una cosa en común muy interesante: son viajes. Es decir, el ser humano viaja, nace para viajar, para descubrir el mundo, la naturaleza, el cosmos, y para descubrirse a sí mismo, y estos son relatos de viajes. Él dice que el Ulises de Homero es un Ulises que recorre el mundo de la antigüedad, de Asia Menor, del Egeo, es decir el mercado mundial de su época, y es una operación de descubrimiento. Después dice que el Quijote es alguien que arranca de un pueblo medieval a descubrir el capitalismo, y es un libro que relata el advenimiento del capitalismo. Finalmente, el Ulises de Joyce es un viaje al interior del personaje de Ulises, y es la expresión de la decadencia capitalista, que ya no puede desarrollar objetivamente absolutamente nada y vive una continua introspección.

Si nosotros tomamos este modelo, ¿qué significa Mi Vida? Mi Vida es el viaje de la revolución mundial, porque Trotsky es mandado a Siberia, se escapa en medio de la nieve, termina en Europa, y en la peregrinación llega hasta Estados Unidos. Escribe sobre todos los procesos revolucionarios de los países en los que participa, sin dejar de contribuir a la lucha revolucionaria en Rusia. Vuelve, encabeza una revolución, destruye al ejército de 14 naciones europeas y a los ejércitos de las contrarrevoluciones internas. Viaja en un tren, en el que escribe críticas literarias, desarrolla un combate dentro de su partido, es expulsado, sus hijos y camaradas son exterminados, vuelve al exilio, vuelve a recorrer… es la peregrinación de la revolución mundial. Es un viaje que no figura en ninguno de los textos anteriores, y es un viaje que va a ser relatado en el futuro por algún otro camarada, o grupo de camaradas, cuando se celebre la victoria de la revolución socialista en todo el mundo. Esta es una apreciación que rescato fuertemente de Mi Vida porque tampoco se trata de leerlo como algo exterior. Uno tiene que sentir el deseo de hacer ese viaje ahora a partir de la propia experiencia y llevar a la victoria este tema de la revolución.

En el libro y todas las obras de Trotsky hay tres ideas que son las que ordenan todo su pensamiento político. La primer idea, y lo van a ver en Mi Vida, es el problema de la decadencia del capitalismo, que es una idea absolutamente central. No se puede hacer política revolucionaria sin entender que el capitalismo, que es un sistema histórico transitorio, está en la etapa de su declinación, es decir está en etapa de transición hacia otro sistema social. Es una cuestión absolutamente decisiva. Trotsky aporta este elemento, mucho más tempranamente que muchos otros grandes marxistas, con la teoría de la revolución permanente. Poco se ha analizado que la teoría de la revolución permanente señala que es el proletariado el que va dirigir la revolución en un país atrasado, y no como había ocurrido hasta ese momento, que se pensaba que debía ser la burguesía nacional. Porque la burguesía nacional, ante la emergencia de un proletariado concentrado, combativo, luchador, con conciencia de clase, había perdido definitivamente cualquier rasgo revolucionario. La decadencia del capitalismo es anunciada por el solo hecho de la presencia del proletariado como clase independiente. No hay que buscar los libros de sociología y ver cuánto se produce en esto y cuánto cae la producción, y esto otro, para deducir la decadencia del capitalismo. Eso es sociologismo. Eso no es un análisis revolucionario. La presencia del proletariado como clase desafiando políticamente el orden existente ya señala que el capitalismo ha caducado. Por eso Lenin, cuando surge la primera revolución, inmediatamente después de la victoria de esa revolución dice: “la revolución ha concluido”. Una revolución que no es bajo la dirección del proletariado no tiene otra tarea ya por delante. Ahora corresponde hacer la revolución proletaria.

El problema de la decadencia del capitalismo es fundamental porque estamos viviendo una crisis mundial que no podemos tomar en términos económicos. Yo escuché recientemente a alguien decir, en las filas de la CRCI, a la que nosotros pertenecemos, que estamos en la tercera larga depresión del capitalismo. Es verdad, es la tercera, pero el planteo no es correcto, porque la primera fue en una época de ascenso del capitalismo, y la segunda y esta son en pleno derrumbe, no son iguales. La primera fue una experiencia que habilitó al capitalismo a desarrollar fuertemente las fuerzas productivas y a inaugurar la era del dominio de los monopolios. Estas crisis de hoy son las de un capitalismo senil. No es lo mismo una enfermedad y un resfrío en un niño de cuatro años que en un hombre de 80. En uno son las pruebas que la vida le pone para que madure. En el otro puede ser la prueba final de su existencia o el detonante, el incidente, que pone fin a su existencia. Esto lo tenemos que tener presente porque el problema del poder se plantea a partir de la compresión de la decadencia del sistema social existente, no puede ser de otra manera.

Ustedes saben que en la UBA y probablemente en otros lados hay corrientes que niegan esto, y afirman que la teoría del imperialismo es un invento de Lenin y de algunos más, y que en realidad se trata siempre del mismo viejo capitalismo, y que no hay nada en la forma de dominación del imperialismo que lo haga diferente del capitalismo en general. Como esto es una charla sobre Mi Vida, no voy a entrar en los detalles, pero quiero hacer una observación. ¿Qué es lo que omiten? Omiten que para Lenin, el imperialismo es el tránsito del capitalismo en ascenso al capitalismo en descomposición. Entonces si el capitalismo es siempre el mismo capitalismo, ¿cual es la etapa de agotamiento del capitalismo?; ¿en qué se manifiesta?; ¿en qué se manifiesta su final como régimen social?; ¿en qué se manifiesta su decadencia, su declinación? Se tiene que manifestar de una forma histórica concreta, si no la tiene quiere decir que no existe. Por eso esta gente dice: “muchachos no se preocupen por la crisis mundial, ya hubo otras y los capitalistas volvieron”. Es decir, no hay un proceso histórico, hay un proceso circular, el mito del eterno retorno, el capitalismo vuelve a sus fuentes.

Trotsky combate sistemáticamente esto. Ustedes leen el programa de transición y ya comienza con la caracterización del capitalismo en decadencia, y por lo tanto de la madurez de las condiciones objetivas para la revolución. Esto es absolutamente fundamental. Lo mismo que la comprensión de la tendencia del capitalismo a disolverse sobre la base de su propio desarrollo. Al margen de esto una teoría revolucionaria no tiene un fundamento objetivo, y él va a insistir sistemáticamente, y quisiera aportar para ustedes que lean algo que en otras épocas los trotskistas más leíamos, que eran las minutas de Trotsky de discusión con el partido norteamericano SWP, que trataban de cómo trabajar con un proletariado muy empírico, muy apegado a cosas prácticas, sin aspiración teórica, y Trotsky demostró una gran capacidad en orientar pero siempre les señalaba que la situación de Estados Unidos desde el punto de vista histórico mundial era una situación de decadencia del capitalismo y de perspectivas estratégicas revolucionarias, incluso si el proletariado de ese país creía a muerte en el sistema capitalista norteamericano. Es decir: el movimiento práctico de la lucha no puede sustituir la comprensión del objetivo estratégico de la misma y la tarea es acercar el uno hacia el otro.

El otro aporte, de las tres cosas centrales que me parece fundamental señalar, es el problema del partido, absolutamente. Hoy más que nunca debe ser reforzado porque con el argumento de que los partidos capitalistas ya no son partidos y se han venido abajo, etc, hay un ataque a la teoría del partido. ¿Qué es un partido? El partido no es un aparato. No son las formas de organización que adopta un conjunto de compañeros. El partido de la clase obrera es la transformación del proletariado en una clase consciente de sus objetivos históricos. Eso es fundamentalmente el partido, y si una clase explotada no adopta la conciencia de sí misma, y no adopta la comprensión de su finalidad histórica, y no se da los instrumentos, seguirá siendo una clase explotada por los siglos de los siglos.

En la cuestión del partido se está discutiendo si el proletariado va a luchar por su emancipación o no, y un proletariado, para luchar por su emancipación, tiene que construir un partido. No solamente eso. El partido no es un aparato, pero estamos hablando ahora, después de trescientos años de historia del movimiento obrero. El partido hoy es la comprensión de la experiencia histórica de estos trescientos años del movimiento obrero, de sus victorias y de sus derrotas. De la masacre de la Comuna de París y de la derrota termidoriana o estalinista de la Revolución de Octubre. Eso tiene que ser asimilado. Si lo es, y en la lucha de clases se verifica que es asimilado, eso es un partido. Esa cuestión es absolutamente fundamental.

Con eso estoy diciendo muy claramente que en nuestra lucha por el desarrollo del Frente de Izquierda, nosotros comprendemos perfectamente que el frente es una forma histórica, o una forma práctica o política, de carácter transitorio. Que sirve al desarrollo de la conciencia revolucionaria, de la organización. Pero la tarea histórica es construir un partido de la clase obrera. Que en la Argentina, en América Latina, en el mundo, la lucha de Trotsky por la Cuarta Internacional constituya un partido político. Hoy estamos en una crisis general que habilita lo siguiente: ¿qué es un partido? El partido es la unión de la conciencia política y el movimiento obrero que lucha cotidianamente. Son las dos fuerzas históricas que crearon las cuatro Internacionales. Fueron sus objetivos. Eso tiene que ser muy insistentemente señalado, y en la lectura de esta obra el problema del partido es fundamental. Lo quiero decir en particular porque hay una polémica que para muchos historiadores Trotsky en Mi Vida no trata con el debido cuidado. Es la polémica con Lenin en torno a la escisión del partido socialdemócrata y la formación del partido o tendencia bolchevique en el año 1902, cuando Trotsky se mantiene desde ese año hasta 1917 fuera del partido bolchevique. En Mi Vida se ve, se va a ver en los diez años posteriores, que nadie asimiló como Trotsky la importancia del partido político de la clase obrera. Incluso se puede ver en esa polémica con Lenin, en la que él dice “estuve equivocado”, pero se puede ver esa asimilación, y en el libro eso está claro: el problema es el partido. Trotsky acuña la frase más concentrada: “El partido es el programa”, y son dos factores completamente indisolubles.

Nosotros no negamos que hay otros partidos obreros. Hay partidos reformistas que son obreros. Hay partidos centristas que son obreros, o hay partidos obreros que son centristas. Ya Marx en el Manifiesto Comunista trata este punto: ¿qué relación tienen los comunistas con otros partidos obreros que no sean el partido comunista?; dice, los comunistas no tenemos un antagonismo con esos partidos, sino que representamos en el movimiento histórico de la clase obrera su interés de orden general. Existen esos otros partidos. Ustedes los conocen. Se fundó en Inglaterra el Partido Laborista, en Estados Unidos también se intentó, y para no ir muy lejos, existe el PT en Brasil, un partido iniciado por dirigentes sindicales y otros grupos pequeñoburgueses, y se formó un PT, un partido de trabajadores. Hay otros partidos de esas características. De lo que estamos hablando nosotros no es de esos partidos. De lo que estamos hablando nosotros, y de lo que habla Mi Vida, es del partido revolucionario, del partido del cual hablaba Marx en la circular de 1850: el proletariado convertido en clase para sí, que se manifiesta de ese modo porque construye un partido.

Planteado este problema para Argentina: ¿está planteada en la Argentina la formación de otro partido que no sea un partido obrero y revolucionario? Pensamos que no, no está planteada, y sería un error plantearla. Sería un grave error plantear la formación de un partido obrero centrista, que lo sería, porque sería un partido no basado en un programa revolucionario, no basado en una comprensión histórica, sino que sería un partido basado en las plataformas elementales por las cuales hoy luchan los trabajadores. Lo vemos hoy en la huelga del subte, la tremenda lucha de la vanguardia de la clase obrera, los obreros más avanzados contra la burocracia sindical. No debemos introducir ninguna confusión en esa lucha y exhortar a los luchadores a unirse con la izquierda revolucionaria para formar un auténtico partido obrero revolucionario.

Hay una tercera cuestión pero me voy a omitir de desarrollarla sobre la actual crisis mundial y toda una serie de aspectos que podrían ser fundamentales, porque, aunque me puse un reloj, perdí el control del tiempo y supongo que está superado. Entonces no hace falta que les diga que esta crisis mundial tiene un significado sísmico para el capitalismo, y todavía no hemos visto la peor parte. Porque ustedes piensen que mediante la utilización de recursos absolutamente extraordinarios después de siete años de crisis la economía no levanta en ningún país del mundo, y lo que está en crisis en todos los países del mundo es el agotamiento de esos recursos extraordinarios. Con esto quiero decir que a pesar del llamado keynesianismo, de los ajustes y de todos los rescates financieros, el mundo marcha hacia un proceso de depresión y deflación, a una agudización extraordinaria de la lucha de clases, y se manifiesta en las crisis políticas en Europa, en la perspectiva de disolución de la Unión Europea, en procesos revolucionarios como en el Medio Oriente en Egipto, en levantamientos populares que se van desarrollando como en España, como en Grecia. Es decir, esta crisis mundial abre grandes perspectivas que nosotros tenemos absolutamente que desarrollar, y empieza a enfrentarse de nuevo a un ascenso de la izquierda, que lamentablemente capitaliza la izquierda centrista o la izquierda reformista, pero que es un indicador del seguro ascenso de la izquierda revolucionaria sobre la base del fracaso de estas corrientes, y se manifiesta en la reapertura de la cuestión del fascismo en Europa. En particular con el caso griego, donde se ha levantado, junto con la policía y el ejército, un agrupamiento fascista que es muy importante. Es decir que nosotros, los que defendemos la IV Internacional y los trotskistas que militamos en este país enfrentamos un desafío extraordinario, una perspectiva mundial absolutamente fabulosa.

Para concluir, lo siguiente: ¿Qué quedó de la Argentina kirchnerista? ¿Qué quedó de la batalla cultural que según Beatriz Sarlo había ganado el kirchnerismo? Eso fue hace un año. Un año… la batalla cultural, la victoria cultural del kirchnerismo duró 365 días contando con generosidad. El nacionalismo burgués, pequeño burgués, ha vuelto a fracasar en la Argentina, y esta vez de un modo mucho más inmundo que en el pasado como lo demuestra la alianza kirchnerismo-Macri contra los trabajadores del subte. Porque el traspaso y la tercerización del ajuste y de la derrota del sindicato del subte de parte de Kirchner en manos de Macri es eso. ¿Para qué queremos un gobierno nacional y popular si después pedimos que la gestión la haga la derecha? ¿Cual es la ventaja de un gobierno nacional y popular? Los que dicen que hay que elegir el mal menor, ¿qué dicen? “Podemos pelear mejor con el mal menor que con el mal mayor”. Ahora el mal menor, que es el kirchnerismo, le traspasa la gestión al mal mayor, y le dice “bueno, muy bien, ahora vos sos dueño del subte, ejecutá tu programa: el ajuste, los impuestos a la nafta, a lo que sea, aumento de tarifas, emergencia en el subte y liquidación de la jornada de seis horas”. Es decir, en este momento, tremendamente rico desde el punto de vista político, una lectura de Mi Vida de Trotsky llevaría a la conclusión de que tenemos que oponer a este gobierno y a la salida que se teje, que en el fondo es una salida armada por este propio gobierno con Scioli, con Massa, etc., una alternativa de la izquierda, como la construcción política, el peldaño fundamental, que nos acelera los tiempos hacia la revolución socialista. Porque el objetivo irrenunciable de un militante de la IV internacional y de un militante trotskista, es construir un partido revolucionario para tomar el poder y establecer la dominación política del proletariado.

En este punto quiero concluir con lo siguiente. Hablamos mucho de la dictadura del proletariado, pero; ¿qué es la dictadura del proletariado? Es un gobierno de los trabajadores dirigido por un partido revolucionario. No es una arquitectura institucional, donde las decisiones se toman de una manera o de otra. Es la organización del proletariado como clase dominante bajo la dirección de un partido revolucionario, ¿y por qué? Porque el objetivo de la toma del poder y de la dictadura del proletariado es abolir la sociedad de clases y abrir el rumbo al comunismo, no establecer otra forma política de dominación. No es lo institucional de la dictadura del proletariado lo que la caracteriza, sino la conciencia política, el programa, de que es la última forma de la dominación de clase y el inicio de la transición hacia una sociedad sin clases y sin estado. Por lo tanto, decadencia del capital, partido, comunismo, emancipación humana, forman un único haz que no puede deshacerse sin pervertir la causa revolucionaria.









viernes, 12 de octubre de 2018

12 de OCTUBRE DE 1492


UN PUNTO DE INFLEXIÓN EN LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD.

Por Daniel M Forte,
12/10/18

Ríos de tinta y toneladas de saliva se han gastado en este tema,

pero muy pocos lo han analizado en profundidad, yo tampoco
lo haré, solo me limitaré a puntualizar algunos elementos para el
análisis.
El estudio de la historia, es un estudio político; no basta con la
enumeración objetiva de los hechos, hay que interpretarlos y es
allí donde entra a tallar la ideología. El que si debe ser objetivo, es el
análisis mismo, prescindiendo de sentimentalismos.
Resulta políticamente correcto, y en esto se prenden tanto el pequebú
progre como el “descorazonado” que con empeño digno de mejor
causa, busca por todos los medios negarle al proletariado su
papel de clase dirigente y encuentra en el aborigen un sujeto histórico
que no existe, y reivindican las formaciones sociales pre colombinas, sazonado
todo esto con el llanto lastimero por las masacres de los conquistadores;
¡que originales!, ¿Quién no se va a horrorizar ante el primer genocidio de la
historia?; pero sucede que no se puede juzgar a una época con la moral de
otra, la moral es una categoría histórica.

América antes del descubrimiento

Desde Alaska a Tierra del fuego sus habitantes se encontraban, hacía ya
muchos siglos estancados, la mayoría de ellos en el estadio medio del
salvajismo. Tres culturas se destacaban; Inca, Azteca y Maya; esta última
en franca decadencia.
Se caracterizaban por su modo de producción “asiático” y eran sociedades
altamente opresoras, a tal punto que instituciones como la Mita, la
Encomienda y el Yanaconazgo ( trabajo y servidumbre gratuita al Inca y
al sacerdocio ) fueron conservadas por los españoles que solo se limitaron
a ocupar el lugar del gobernante, manteniendo la estructura opresiva
del imperio, con la complicidad de la burocracia, los Curacas (Caciques).
No utilizaban la rueda y sus imponentes obras de ingeniería,
arquitectónicamente nunca superaron la “viga”, siendo su nivel análogo
al que llegaron los Egipcios ocho siglos antes.
El rasgo característico entonces de la región era el estancamiento, tanto en lo
técnico como en lo social. Un continente sin perspectivas.

¿Que cambió con la conquista?

La llegada de los conquistadores trajo la civilización.
Efectivamente, esa pandilla de voraces y asesinos saqueadores provenían
de países en donde el feudalismo estaba llegando a su fin y ya se vislumbraban
las primeras formas de producción capitalistas. El choque de culturas forzosamente
debía ser brutal. La población autóctona fue diezmada por el fuego, por la Cruz y
las enfermedades. Nace entonces el mercado mundial rompiendo el largo
estancamiento continental, los metales preciosos confiscados forman entonces la
acumulación primitiva acelerando el desarrollo capitalista lo que representa un gran
avance para toda la humanidad.
Esta es la historia trágica; generaciones enteras de hombres pagan con su sangre,
con su martirio y con su libertad todo paso adelante que da la humanidad.
Los indios fueron perseguidos, exterminados y hacinados en reservaciones; ellos,
en tanto sector atrasado del campesinado siguen aún en nuestros días sin
una perspectiva histórica propia a pesar de las muchas y heroicas sublevaciones
y luchas que efectuaron. Solo cuando el aborigen se convirtió en obrero, asumió
como tal su papel en la historia protagonizando, en la década del 50 del siglo XX
en Bolivia, la primera revolución proletaria de América.







sábado, 22 de septiembre de 2018

LA VIDA SEXUAL EN LA URSS


FUENTE: https://www.jotdown.es/2013/07/la-vida-sexual-en-la-union-sovietica/
La vida sexual en la Unión Soviética
Publicado por Álvaro Corazón Rural

En la época de Stalin la frigidez femenina era un fenómeno masivo. Conviene recordar a tal fin que la mejor manifestación de feminidad quedaba inmediatamente catalogada como decadente y burguesa. Si una mujer usaba lápiz de labios o se atrevía a lucir prendas abigarradas, ya podía estar segura de sufrir las agresiones verbales de los transeúntes y de tener que presentarse en una reunión de las juventudes comunistas o del sindicato, donde la censuraban. Si a este factor ideológico le añadimos la tradicional docilidad y el aplastamiento de la mujer, comprenderemos cómo ha podido ocurrir que una actitud indiferente con respecto al sexo haya llegado a ser un modelo de comportamiento femenino.


En enero de 1977, Simone de Beauvoir inició una campaña para exigir la liberad del médico endocrinólogo Mijail Stern, miembro del Partido Comunista, condenado a trabajos forzados en un campo de concentración soviético. Estaba acusado de recibir sobornos y envenenar niños (sic), además de no disuadir a su hijo de que emigrara a Israel, como le había pedido el KGB que hiciera. En marzo de ese año fue puesto en libertad y obtuvo permiso para salir de la URSS con su familia. En París, en 1979, publicó este libro.

La vida sexual en la Unión Soviética no es un análisis como La tragedia sexual americana de Albert Ellis, un trabajo que era el resultado de un estudio metódico de la cultura popular, estadísticas fiables y encuestas a grupos de pacientes. La obra de Stern es un compendio de recuerdos y deducciones sin más rigor científico que el de la propia experiencia de este médico en la URSS. Está, además, escrito desde las tripas. Su autor, que ya soportó la represión estalinista, estaba recién salido de un campo de concentración en los 70, por lo que no le tenía mucha simpatía precisamente al comunismo en ese momento.

Muchos de los casos que reunió no pueden considerarse como exclusivos de la URSS, pero hay cuestiones de fondo que sí que pueden servir para formarse una idea de lo que era aquello desde el punto de vista sexual. Solo hay que separar el grano de la paja, con perdón de la expresión en este contexto.

Eso sí, antes, hay que tener en cuenta lo que supuso la Revolución rusa. Con los bolcheviques, el país pasó en gran parte de su territorio del feudalismo al desarrollo industrial en un plazo muy breve de tiempo. La mentalidad campesina seguía presente en una población que tenía que demostrar al mundo que estaba formada por hombres de una nueva sociedad. Este proceso, el cambio que se llevó a cabo, se hizo a base de propaganda, adoctrinamiento y represión.

Además, a las penurias que arrastraba el país cuando estaba subdesarrollado, hubo que añadir una guerra civil, la peor parte de una guerra mundial, el estalinismo en toda su crudeza y, en muchas regiones, las consecuencias de las políticas de colectivización del campo. Se sacrificaron varias generaciones para llegar a la sociedad soviética de los 60 y , que gozaba de estándares de vida que, por duros que fueran, nunca se habían dado en el país, y que tenía cierta estabilidad económica y servicios básicos de Educación y Sanidad aceptables. Para todo eso, coinciden los historiadores, murieron millones, fueron encarcelados miles y los supervivientes, viene a explicar Stern, pues no eran prodigios de equilibrio mental y estabilidad emocional. Todo esto tuvo su reflejo en el sexo.

No obstante, sin que hubiera mediado una revolución sexual, las diferencias culturales en torno al sexo que presentaban los adolescentes de los 60 y 70 con respecto a sus padres y abuelos eran abismales. De algún modo, hubo una evolución silenciosa. Comenta Stern que era la propia de los países industrializados, aunque le añade un fenómeno característico: al joven ciudadano soviético no le quedaba más espacio para la rebeldía que su parcela sexual. No podemos comprobarlo.

En realidad, el destape propiamente dicho, no se produjo hasta la llegada de Glasnost de Gorbachov, cuando empezó a circular pornografía libremente, aparecían desnudos en televisión y se intentó difundir cierta educación sexual. Pero esto ocurrió a finales de los 80. Antes, telita. Veámoslo.

Los rusos ancestrales

Había una mujer tan borracha que se cayó al salir de la tienda, y destapada quedó dormida en plena calle a la luz del día, cosa que aprovechó un moscovita tan borracho como ella para acostarse a su lado y, tras haberla utilizado, durmióse igualmente a la vista de todos. Los transeúntes no dieron más que en reír hasta que un anciano, afligido por el espectáculo, los cubrió con su chaqueta. (Adam Olearius, Viajes de un bibliotecario alemán por la Rusia del siglo XVII)

El sexo no era considerado como una actividad culpable entre los campesinos rusos. Existían múltiples canciones populares de carácter sexual e incluso fiestas aldeanas donde se llegaba a relaciones libres entre ambos sexos. Tampoco estaban mal vistas en algunos casos las relaciones preconyugales. Pero todo en el contexto de una sociedad patriarcal y machista hasta el extremo.

El domostroi, una especie de regla de vida doméstica del siglo XVI, recomienda que el marido azote a la mujer evitando que los golpes dañen la cabeza o las partes sensibles (…) Pegar a una mujer era algo más que una realidad corriente, era un acto arquetípico, una especie de modelo ideal, digno incluso de ser cantado por el folklore.

La revolución roja… y rosa

Cuando llegó la ruptura, durante los primeros meses de la revolución leninista, en los años 20, hubo un periodo de locura colectiva. La subversión política y económica, con el hundimiento de las instituciones tradicionales, llegaba también de la mano de un deseo de liberación sexual. Hubo manifestaciones de nudistas. Se crearon ligas del amor libre. La juventud estaba exaltada.

Moscú. 1922. Un tropel de hombres y mujeres desnudos se manifiesta por las calles. Hay mujeres que sostienen una pancarta confeccionada a toda prisa, mientras que algunos hombres llevan flores. Varias mujeres andan cogidas de la mano y cantan, con el rostro cubierto de júbilo:

—¡Amor, amor!

—¡Abajo la vergüenza, abajo la vergüenza!

Los transeúntes observan petrificados, presa de una indignación virtuosa o de un éxtasis gozoso. A ratos, hay alguna mujer que se despoja de sus ropas y que se une a la manifestación. Un chequista, con torva expresión, duda si no convendrá disparar al bulto.

En las juventudes comunistas comienza a gestarse la opinión de que el sexo es una necesidad más que hay que satisfacer como el hambre o el sueño, sin santificarlo, sin mitos. El sexo tiene que ser como compartir un pedazo de pan, sostuvo un miembro del Komsomol citado por el autor. Hasta llegó a haber bodas a tres. El poeta Vladímir Mayakovski, cita, protagonizó una de ellas y se casó con una pareja, los Brik.

Los celos pertenecen al pasado. Desterramos de nuestra vida sentimental el sentimiento de propiedad. Quien aspire a la libertad por sí misma, debe admitirla también en un compañero. (Alejandra Kollontai, dirigente del Partido Comunista)

Aunque la liberación no estuvo exenta de pinceladas dramáticas. En algunas regiones se pretendió que las mujeres solteras se inscribieran en oficinas del “amor libre” donde tenían derecho a elegir esposo entre todos los hombres de 19 a 50 años. O viceversa, ser elegida. “A partir de los 18 años de edad, toda muchacha queda declarada de propiedad estatal”, decía un decreto del soviet de las ciudades de Vladimir y Saratov.

A los campesinos, con estos cambios, les daba taquicardia. Pero su lucha tampoco pretendía combatir las conductas liberales, sino algo mucho más simple: el pérfido divorcio. Eso de que una mujer se pudiera separar del marido era, ante todo, un golpe a la explotación común de las granjas. Aunque se dieron casos de campesinos que se adaptaron. Se casaban cuando se iniciaba la temporada de recolección, la primavera, ganaban dos manos para las faenas, y se divorciaban antes de que llegase el invierno, cuando tocaba repartir lo cosechado. Living like the CEOE en plena Rusia soviética.

El malestar entre los dueños del cotarro tampoco tardó en notarse. Había un problema que superaba incluso el disgusto de los campesinos y sus formas de vida tradicionales: el dominio de la población y el mencionado cambio al “hombre nuevo”. Desde el poder, empezaron a llegar señales conservadoras con, por ejemplo, la definición de la sexualidad desde una óptica ideológica:

Sentir atracción sexual por un ser que pertenezca a una clase diferente, hostil y moralmente ajena, es una perversión de índole similar a la atracción sexual que se pudiera sentir por un cocodrilo o un orangután. (Zalkind, Revolución y juventud, 1925)

No obstante, el proceso de creación del “nuevo hombre” siguió adelante. Y para ello, los comunistas se propusieron cepillarse la institución familiar, que hacía de paraguas ideológico. Esto lo cuentan varios historiadores, como el británico Robert Service. El objetivo era que el individuo recibiera la doctrina del Estado sin que su padre, su tío o su madre pudieran ponérsela en duda. La familia era un nexo con el “viejo mundo”. El problema es que cargársela tuvo consecuencias nefastas: se cuadriplicó el número de abortos y aparecieron nueve millones de niños huérfanos, vagabundos y jóvenes delincuentes. Un problemón en el caos de la Rusia revolucionaria. Entonces sí, empezaron a recular:

La misma enfermedad aqueja por igual a la juventud comunista y a los miembros mayores del partido. Entablan relaciones amorosas a la ligera, sin ganas de que duren. La constancia es algo aburrido a su juicio, y los términos de marido y mujer son invenciones burguesas. (Pravda, 7 de mayo de 1925)

“La ausencia de control en la vida sexual es un fenómeno burgués. La revolución necesita una concentración de fuerzas. Los excesos salvajes en la vida sexual son síntomas reaccionarios. Necesitamos mentalidades sanas. (Klara Zetkin)

Así se llegó a la llamada “virtud estalinista”. La familia vuelve, pero no en su formato burgués, sino en una modalidad soviética como para ponerle un marco. Según el ideólogo del régimen, Makarenko, la sociedad delegaba en la familia sus poderes. Era su responsabilidad formar nuevos comunistas. Aparecía el concepto de familia como “unidad de producción humana” para adoctrinar y, entre otras cosas, poner a las madres a parir valiosos hijos para la castigada demografía de la URSS.

La medicina oficial soviética lleva diez años repitiendo con obstinación que el despertar sexual se manifiesta casi siempre en la mujer después de nacer el primer hijo (…) esta incongruente afirmación no pretende remediar la frigidez, sino más bien estimular la natalidad decreciente.

Los hijos tenían que ser pioneros, prestarle juramento al régimen, y el padre un dechado de virtudes “hiperproletarias” que “no hace apenas el amor y suele relegar incluso el amor platónico a un mañana mejor”. Amar a tu media naranja era egoísmo propio del pasado reaccionario. La pareja, la familia, se asentaba en el amor al radiante porvenir.

Los roles, por ridículos que pudieran parecer, se mantenían con la intervención del Estado en todos los órdenes de la vida mediante la delación. Había cónyuges que se denunciaban entre sí. A un niño que denunció a su padre durante la colectivización, Pavlik Morozov, se le levantaron estatuas por todo el país. Los vínculos familiares y el occidental amor romántico pasaron a ser un engendro de relaciones ideológicas y “amor de clase” bastante poco realista con las pulsiones humanas.

Una conocida locutora de la televisión de Moscú, Anna Chilova, engañaba a su marido, que decidió divorciarse. Se desataron las pasiones. Chilova recordó entonces que durante la guerra Chilov había sido evacuado al este del país con el teatro en donde trabajaba, y le espetó: ¡ni siquiera fuiste al frente! ¡no defendiste ni a tu patria!

Para dignificar estas bodas rojas pasaron a celebrarse en palacios del pueblo, que eran preferidos por la población antes que organizar su matrimonio en la frialdad de una oficina del juzgado, después de hacer cola. Las imágenes que hay de estos casamientos parecen llegadas del planeta Krypton.

Los ritos en cuestión copian con gran fidelidad las ceremonias que puedan celebrarse en un país como Francia, pero al mismo tiempo denotan un carácter ficticio, montado, e impregnado de ideología comunista.

Llegan los locos 60

En 1966, una película de Marlen Khutsiyev dejó boquiabiertos a los espectadores soviéticos. Por primera vez desde hacía muchas décadas, una obra de arte mostraba el amor como algo desvinculado de la ideología:

Una de las películas más populares que se hayan proyectado en la Unión Soviética durante los años sesenta fue La lluvia de julio. Vemos que un hombre traba amistad con una chica mientras ambos esperan que pare un chaparrón. Largas conversaciones siguen a este encuentro durante los cuales los dos jóvenes se van enamorando mutuamente sin más unión que el cable de teléfono. La película alcanzó gran popularidad por su carácter insólito y por demostrar que un hombre y una mujer, aun separados, pueden establecer contactos simples y sinceros en los que el amor adquiere tintes de ternura, de delicadeza y de humor.

A lo Gran Hermano, el programa de TV

Pese a todo, lo más insoportable para la vida sexual de los soviéticos fue el problema de la vivienda. Durante muchos años la mayoría de la población de las ciudades compartía apartamentos donde, en cada habitación, residía una familia entera. Los problemas de intimidad no hacen falta explicarlos. Las parejas tenían que buscar el momento en el que los abuelos se iban de paseo con los nietos para poder acostarse. Si no, esperar a medianoche y hacerlo en el suelo, para que no crujiera el colchón, mientras los demás dormían. Pero por lo general era complicado librarse de lo ojos y oídos de los vecinos, con los que compartían también el baño.

Los cementerios, los parques y los taxis, a cambio de una botella de vodka para el conductor, se convirtieron en los picaderos habituales de las parejas menos doblegadas por la propaganda y el adoctrinamiento sexual.

Al mismo tiempo, muchos ciudadanos tenían miedo de las apariciones nocturnas de la policía en los domicilios. Un pánico que, si les había tocado alguna vez, no olvidaban jamás. Stern detectó que este estado de ansiedad había llevado a la impotencia a muchos hombres. Y en las mujeres, frigidez. Incluso un síntoma curioso, que los músculos vaginales experimentaran una contracción súbita al más mínimo sobresalto durante el acto y la pareja se quedaba “pegada”.

Además, con este panorama, los manuales médicos soviéticos más acreditados recomendaban sexo no más de una vez al día y con una duración tampoco superior a un minuto. Gustarse haciendo el amor podía causar problemas mentales, advertía la medicina de aquel tiempo. Por no haber, no existía ni traducción para la palabra “orgasmo”, se decía un triste y proletario “terminar”.

Besarse en la calle equivale a cometer una porquería. Permitirse fantasías eróticas en las técnicas sexuales supone convertirse en adepto del marques de Sade. Prolongar la duración del acto sexual es jugar con fuego y arriesgarse a los más graves trastornos neuróticos.

De este modo, varias generaciones de soviéticos viviendo sin intimidad, con la tensión propia de un estado policial y martilleados por la propaganda, desconocían prácticamente todo sobre su cuerpo y la salud sexual.

En general la técnica sexual es muy pobre. La mujer apenas posee experiencia y es muy pasiva. El hombre carece de tacto. Suele ser brutal y expeditivo. Casi siempre se figura que basta con que la verga penetre en la vagina para que la mujer sienta instantáneamente arrebatos de felicidad. Si tal no es el caso, o si al menos no se transparenta esa felicidad, el hombre se enfurece o se deprime. Como ignora que la mujer posee otra zonas erógenas aparte de la vagina, practica muy pocas caricias sexuales. Después de eyacular, se apresura a descabalgar, le da la espalda a la mujer y se duerme.

El mensaje penetró en la sociedad. El “nuevo hombre” de la “nueva sociedad” iba a estar asexuado. Tenía el pudor como una de las grandes virtudes socialistas. Lo cierto es que, efectivamente, existían motivos demográficos para que el poder quisiera convertir a la mujer en una máquina de parir, pero con su modelo familiar negó la naturaleza biológica del sexo. Y de ahí, coger la senda de lo que se han llamado “desviaciones”, por un lado, y del recalcitrante puritanismo, por otro, fue dicho y hecho.

—No se fijen en mí —les dice el fotógrafo— hagan como si yo no estuviera, pueden besarse, no se preocupen.

La joven saltó de indignación.

—¡Cómo se atreve! ¡que tampoco somos amantes! ¿Besarnos? ¿Olvida usted acaso que tenemos hijos?

A la población, analfabeta sexualmente, le podían ocurrir “anécdotas” como Esta:

Descubro que desde hace diez años la mujer recurre a una masturbación involuntaria, perfectamente inconsciente, cuando trabajaba con el taladro. Puede llegar a tener hasta diez orgasmos en un solo día, apoyando su bajo vientre contra la herramienta. A partir del día en que le encomendaron otra tarea, que consistía en descargar ladrillos, cayó en un estado depresivo.

Cruisin, voyeurs y exhibicionistas

Por otro lado, se inició un fenómeno que Stern consideró lo bastante extendido por todas las urbes de la URSS como para entenderlo genuino de este país y su sexualidad: el exhibicionismo. Los típicos hombres desnudos bajo una gabardina eran muy frecuentes. Las jóvenes llevaban la cuenta de cuántos veían cada día.

Pero la cosa no quedaba ahí. Stern también cita el caso de, por ejemplo, una adolescente que se masturbaba delante de la ventana mientras se suponía que estudiaba. En el edificio de enfrente, varios vecinos la miraban cada día. Algo así como el No amarás de Krzysztof Kieślowski, pero en plan línea dura. Y no era algo exclusivo de una chica con picores. Podía ser el caso de ancianas, profesores de universidad, hasta la propia milicia. De hecho, la situación más chocante que trae Stern a colación la protagoniza un policía:

Hace unos años, regresaba con mi familia tras pasar las vacaciones del verano en el Cáucaso. De pronto, el coche que nos precedía empezó a hacer eses. Extrañado, aminoré la velocidad y toque del claxon, pero el conductor del coche no me hizo el menor caso. Observé entonces que tanto él como los que le acompañaban parecían fascinados por algo que aún estaba fuera de mi alcance. Divisé al fin a un miliciano que dirigía la circulación en el cruce ya cercano. No se puede negar que tenía un aspecto singular. Se había sacado el miembro de la bragueta y lo asía por la base con su mano derecha. A la izquierda, a la derecha, stop. El agente dirigía la circulación con la verga, roja como un pimiento.

En algunos casos, hasta se cerraba el círculo de excitación entre mirones y exhibicionistas:

La joven observaba a los exhibicionistas dedicados a masturbarse. Provista de su bloc de dibujo, permanecía sola mucho rato en el parque de la ciudad hasta poder presenciar la escena que esperaba. Tras una vivísima excitación, mucho antes que el exhibicionista hubiese acabado de manosearse el miembro, la mirona llegaba al orgasmo.

Pero el verdadero problema se encontraba en el transporte público. De mirar furtivamente, la gente pasaba ya a manosearse en autobuses y trenes infestados de gente. Si una joven a la que varios hombres intentaban meter mano se quejaba, se ponían a insultarla por fantasiosa y paranoica y nadie decía nada. A otras, sin embargo, les iba el mambo y disfrutaban masturbando el miembro de sus acosadores. Mujeres que ya habían perdido el interés sexual, por la impotencia del marido, por su alcoholismo, por no haber tenido nunca un orgasmo, disfrutaban en estas situaciones con curiosidad morbosa irresistible.

Había un militar en Vinnitsa que iba en tranvía con su mujer: un bache particularmente violento le descubrió que su mujer empuñaba la verga de un sujeto pegadizo.

La gracia estaba en el anonimato. Ahí encontraban la excitación sexual miles de soviéticos, sostuvo Stern.

Uno de mis pacientes de Vinnitsa intentó trabar amistad con una chica que un minuto antes le tenía cogido el pene en el autobús. No obtuvo más respuesta que una sarta de insultos groseros y, para colmo, una acusación de… inmoralidad. En efecto, lo que más importa es el anonimato, el desconocimiento deliberado de la pareja.

Para Stern, existía cierta relación entre el régimen y el hombre bloqueado, con complejo de inferioridad, impotente, que no puede afirmarse sexualmente si no era de esta manera. Las escenas y casos de exhibicionismo y tocamientos furtivos son numerosas en todo el libro. A veces, hasta dan ternura, penita:

Una de mis pacientes efectuaba el trayecto nocturno Vinnitsa-Moscú. Estaba a punto de amanecer, cerca de Moscú ya, cuando mi paciente despertó sobresaltada a causa de unos extraños empellones en la pierna. Entreabrió los ojos y distinguió a su vecino de compartimento completamente desnudo, erguido, en plena erección y zarandeándose el miembro con mirada vivaz. Horrorizada, la buena señora cerró de nuevo los ojos.

—Por favor, no cierre los ojos —gimió el hombre en tono quejumbroso.

—¡Pare enseguida! ¿No le da vergüenza?

La mujer se dirigió a la puerta de un salto.

—Por favor, no se vaya —dijo el exhibicionista casi llorando.

Otro problema, sensiblemente más grave, fue el de las violaciones. Durante la guerra el ejército soviético se caracterizó por violar a diestro y siniestro. Era una actividad consentida por las autoridades militares y una prueba de ello fue la protesta que el dirigente yugoslavo Milovan Djilas le trasladó a Stalin con escaso éxito. Casi se rieron en la cara del montenegrino. Pero luego, todos estos veteranos, de vuelta en la sociedad en su país, siguieron en muchos casos con sus aficiones. En tiempo de paz, exmilitares llenaban las cárceles y los campos de concentración por delitos de violación.

Para muchos de estos hombres, si no era por la violencia, la única forma de excitarse sexualmente era desinhibiéndose con el vodka. En caso contrario eran absolutamente impotentes.

Estos dos pacientes formaban parte de mi labor cotidiana como médico. Eran tan típicos que podría citar a varios cientos como ellos. Erecciones débiles, insuficientes, muy breves o inexistentes.

Stern dice que se encontró con demasiados casos de maridos que violaban y daban palizas a sus propias mujeres como única forma de vida sexual. En otros casos, había cónyuges que solo podían tener relaciones si estaban ambos borrachos. Ese es el retrato que describe de la sociedad que vivió los años duros.

La nueva juventud

Mas todo pasa en la vida y estas generaciones con una vida sexual trastornada por las guerras, las penurias y la violencia psíquica y física del Estado, dio paso a una juventud que había perdido los tabúes y empezaba a comportarse con, digamos, más armonía con la naturaleza humana. Valga este caso como muestra del nivel de ridiculez y machismo que habían alcanzado los tabúes sexuales en la URSS:

Uno de mis pacientes solicitó el divorcio cuando se enteró de que su mujer se había masturbado… durante su infancia. No parece que lo patológico sea lo que él acusaba, sino más bien su reacción. Cuando le pregunté si él no se había masturbado nunca, terminó confesando: Bueno, sí, pero yo puedo. Yo soy hombre.

Casi coincidiendo con mayo del 68, la llegada de Yuri Andropov a la dirección de Seguridad del Estado, el KGB, hizo mucho por los hippies. Sus sistemas represivos pasaron a ser mucho más selectos y sutiles. La policía dejó de actuar con métodos de la edad de piedra, a basarse más en la información, y eso lo notaron las nuevas generaciones, que sin estar atenazados por un miedo atroz como sus padres, pudieron pensar con un poco más de claridad. No en vano, lo primero que empezó a extenderse fue un sentimiento generalizado de tomarse a chufla las consignas del Partido. Algo así como la religión en España, que uno involuntariamente sigue todos sus ritos pero ni los entiende, ni los conoce ni le importan y ni mucho menos se los cree.

El modelo soviético, según Stalin, el del hombre y la mujer asexuados, totalmente faltos de vida privada y entregados de lleno a la causa del comunismo, es hoy un modelo vacío que solo suscita ironías.

En contraposición, empezaron las manifestaciones carcas de los guardianes de la ortodoxia.

Llevar minifaldas es algo muy lícito, pero no por eso hay que condenarse a minisentimientos reducidos, que en seguida delatan necesidades primitivas. (Komsomolskaia Pravda, 1969)

Sin el intrusismo del Estado en la vida privada de los ciudadanos, estas soflamas caían en saco roto. Lo cual no quiere decir que la liberación fuese un jardín californiano. Tuvo sus matices propiamente soviéticos:

La precocidad en la vida sexual de las chicas va unida en parte al consumo del alcohol, compañero indispensable de Eros. Muchas de ellas tienen sus primeras experiencias cuando se hallan sumidas en la embriaguez. Durante los últimos veinte años ha aumentado considerablemente en colegios y universidades el consumo de bebidas alcohólicas y también el de drogas. Si antaño las muchachas tenían tendencia a beber solamente acompañadas de hombres, hoy en día, igual que los hombres, han aprendido a beber entre mujeres, y hasta entre chicas (…) Hay en todo ello un igualamiento de sexos al más tosco de los niveles.

Las pacientes de Stern empezaron a tener una vida sexual relativamente normal, la mayoría de las veces al margen de la educación que les habían dado sus padres. Dice que muchos adolescentes a edades muy tempranas ya se mostraban más maduros que sus progenitores. Los problemas que llenaban su consulta pasaron a ser por palizas a hijos que se masturbaban, por ejemplo, o que ya tenían relaciones. Pero, claramente, la sociedad ya iba por otro camino:

Existe asimismo un juego entre los adolescentes al que llaman “dar por dar”. Se desarrolla de la siguiente manera: dos o tres niñas de doce o trece años, que se pasean por la calle Lenin de Vinnitsa o la calle Gorki de Moscú, se cruzan con un grupo de niños de parecida edad, se para y les dicen de “dar por dar”. No hace falta más explicación, encuentran un lugar apartado y se masturban colectivamente.

Claro que otra revolución pendiente, como la de la aceptación de la homosexualidad, todavía quedaba muy lejos. De hecho, aún no ha llegado a los países eslavos un clima de respeto y tolerancia con la población LGBT. En pleno siglo XXI, tanto en Moscú, como Kiev o Minsk, hasta en la siempre festiva Belgrado, te pueden dar una paliza un grupo de hooligans por llevar una camiseta de flores o algún detalle que cuestione su se conoce que frágil virilidad. Entonces, en la URSS, era mucho peor. Primero, porque la homosexualidad estaba considerada un delito. Después, por la culpabilidad:
Los homosexuales viven en un perpetuo estado de terror, de quebranto y acoso. A veces, llegan a sufrir incluso graves trastornos psíquicos.

Muchos, cuando veían que se sentían atraídos por otros hombres, acudían a la consulta de Stern considerándose ellos mismos enfermos. Su vida, su día a día, por otra parte, no difiere sin embargo de lo que podía haber en Madrid o en otras capitales. Encuentros fugaces en urinarios, etcétera. Hay un libro, por cierto, del polaco Michal Witkowski, que se llama Lovetown y cuenta cómo eran estos submundos en la RDA, Polonia y la Checoslovaquia comunista. Es una maravilla.

Pero lo que sí que marcaba la diferencia con respecto al resto del mundo era la percepción que tenían los propios soviéticos de la homosexualidad. No ya que si uno recibía señales de su cuerpo cuando viese a alguien de su mismo sexo se sintiera enfermo, sino un esquema de valores mucho más distorsionado.

El autor de La vida sexual en la Unión Soviética pasó varios años en la cárcel y un campo de concentración, como hemos dicho. El capítulo dedicado a esta experiencia no ofrece realmente nada nuevo o diferente. Burdeles homosexuales dentro de las cárceles han existido también en España. Igual hasta siguen existiendo. Así como la homosexualidad como única opción posible en el mundo carcelario. Lo singular, decimos, es la forma de entenderlo. En el campo de concentración, relata, una serie de presos bien situados elegían con cuáles de los otros presos se iban a acostar. Prendían a la víctima y la violaban. Si les gustaba, hasta se la quedaban para ellos, para su uso exclusivo. Bastaba un rostro bonito o unos glúteos redondeados para ser elegido. El asunto es que cuando se violaba a alguien, se convertía inmediatamente en “intocable” y el resto de los presos los repudiaba. Tenían que vivir apartados y donde tocaban nadie más volvía a poner las manos. Les llamaban “los pederastas”.

Stern en una ocasión habló con unos violadores y les explicó que no tenía sentido que los violados se llamasen “pederastas”, que en todo caso lo serían los sodomitas, no los sodomizados. Casi le dan una paliza. El que recibía era el indigno. Y todos lo asumían, incluso ellos.

El resto de cuadros que pinta de la sociedad soviética son menos exclusivos. Por ejemplo, habla de que existía prostitución a todos los niveles. Sobre todo en los recintos vacacionales del Cáucaso. Pero también en el trabajo, en la designación de secretarias y otro tipo de puestos muchas veces había intercambios sexuales de por medio. Sobre todo en las ciudades pequeñas, que ya tú sabes cómo suelen funcionar las cosas en los pueblos de todo el globo terráqueo. Pero nada que podamos citar como genuino de aquellas latitudes.

Mención aparte merecen, eso sí, los cuerpos represivos. Stern también ofrece una muestra importante de policías y militares tocados del ala en cuestiones sexuales. Querer entrar en estos cuerpos solía responder al perfil de acomplejados, sádicos o impotentes, pero no hay datos globales que puedan sostener aseveraciones de este calado. Es la pena, como en otros tantos aspectos de la URSS, la sociología exenta de propaganda dura brillaba por su ausencia. De hecho, esa misma falta de conocimiento estadístico fiable del propio país fue una de las causas que, entre otras, estancaron su economía. Lo que es un hecho es que, a la vista de este y otros testimonios, la URSS no logró liberar al ser humano de la esclavitud de los prejuicios y tabúes sexuales.

Uno de mis pacientes, un policía, me habló excitado de un nacionalista ucraniano al que había matado en Ucrania occidental una vez terminada la guerra:

—¿Entiende? Lo coloco al borde del hoyo que yo mismo le hice cavar, me dispongo a dispararle y entonces veo que se le empalma la verga, una verga enorme. ¡Cómo me gustaría tener un aparato como el suyo!
















lunes, 3 de septiembre de 2018

LILITH, LA PRIMERA FEMINISTA.


Por: Daniel M Forte
03/09/18

Y fue así que la voz de Jehová

tronó en el firmamento.
¡¡Otra vez!!, ¡¡Largá la gallina, pajero!!
( Génesis.
Párrafo omitido por el Concilio de Trento
en acuerdo con el rabinato de Jerusalén)



Es público y notorio que las distintas religiones suelen chorearse historias y personajes. Ejemplos hay muchos, Adima y Heva fueron la primera pareja de humanos según el budismo, el mismo Buda multiplicó peces y panes quinientos años antes que Jesús. Gilgamesh para los sumerios fue el que sacó las papas del fuego cuando el diluvio universal, historia que los griegos contaron con Deucalión y los judíos con Noé y la historia de Lilith no escapa a esta regla.
Efectivamente, Lilith comienza siendo un demonio sumerio un tanto particular; era de los llamados “súcubos” y se presentaba en forma de una bella mujer. Todo hombre que se la cogía, después no quería coger con otra. Tuvo un encontronazo con Gilgamesh, algo así como el Superman sumerio, cuando la diosa Innana le dijo que Lilith se había subido al sauce sagrado que ella había plantado. Nuestro héroe, ortiva a la sazón de la Diosa, la echó a patadas.
Este personaje llega a los judíos quienes reescriben su historia, y la cosa fue así.
Adán, aquel Homo Sapiens creado a imagen y semejanza de tatita Dios llevaba una vida difícil. No tuvo infancia ni madre; solo y en bolas se aburría en el Edén vigilado por un padre severo, inexperto y bastante cabrón. Una tarde, charlando con la víbora, esta le dijo que le pidiera al viejo que le hiciera una mujer, y como Adán no sabía que era eso, el ofidio le explicó con lujo de detalles.  Adán entonces, más que pedirle, le rogó al padre que le hiciera una mina. Jehová, harto de verlo pajearse accedió; preparó el barro y se puso a moldearlo atento a las indicaciones de su hijo...—un poco más de busto, por favor--, o  –la cola más levantadita--. Terminado que hubo, le dio el soplido y...¡¡ahí estaba Lilith!!.
Al principio la cosa anduvo bien, hasta que la china empezó con sus reclamos...--¿porqué yo siempre tengo que estar abajo cuando cogemos?-- ... --¿Podrías alguna vez lavar los platos, no?--... -- ¡¡La hoja de parra te la planchás vos !! --, y así la relación se fue deteriorando hasta que un día la pebeta, agarró su bagallito y amurado dejó a nuestro antepasado, en el primer antecedente tanguero registrado por la historia. Cuentan las malas lenguas que Lilith se enfiestó con los demonios y de esa unión nacieron los vampiros, pero se sabe que la gente es mala y comenta.
Cuando Adán, muy triste le contó todo a Dios, éste le dijo que no se preocupara, que esta vez la iba a hacer distinta. Lo que sigue, es conocido. Eva fue forjada a partir de una costilla de Adán para que siempre le obedeciera; y funcionó, por un tiempo funcionó pero, viendo hoy en día a las chicas con pañuelos verdes luchar por sus derechos, Jehová tendrá que comprender que el motín del chinerío, llegó para quedarse.