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viernes, 10 de abril de 2020

LA BEBÉ PERFECTA DEL NAZISMO

Los nazis tenían gran afición por la propaganda para difundir la supuesta superioridad de la raza aria. Pero los líderes del Tercer Reich no siempre adoptaron bien sus símbolos.
  

El "bebé ario perfecto", elegido a instancias del Ministerio de Propaganda liderado por Joseph Goebbels, era en realidad una niña judía.

Hessy Taft (su apellido de soltera era Levinson) le explicó al tabloide alemán Bild esta ironía histórica. Una foto suya apareció en 1935 en la portada de Sonne ins Haus (El sol dentro de casa), una revista nazi sobre temas familiares.
La rubia y rolliza niña encajaba bien en el cliché del perfecto niño ario. Pero Hessy no sólo no tenía nada de aria, sino que representaba todo lo que los nazis odiaban.
Sus padres eran judíos y se habían mudado a Berlín desde Letonia en 1928 para iniciar una carrera en la música clásica.
En realidad, todo fue una broma. "Cuando cumplí seis meses, mis padres querían tener una foto mía y mi madre me llevó a uno de los mejores fotógrafos de Berlín", relata Taft en un vídeo de la Fundación Shoa de la Universidad de California, en EE.UU.
El fotógrafo decidió enviarla a un concurso de belleza organizado por los nazis para encontrar al bebé ario perfecto. La imagen elegida sería luego portada de la revista.
Cuando la madre de Taft se enteró de que su hija aparecía en la primera página de un panfleto nazi, que en el mismo número sacaba a Adolfo Hitler pasando revista a las tropas, corrió "horrorizada" al estudio del fotógrafo.

La publicación tenía una gran tirada y la foto de la niña llegó incluso a los escaparates de ropa de bebés. Una tía de Hessy encontró la foto de su sobrina en una postal de felicitación de cumpleaños en Memel, ahora parte de Lituania.

"¿Por qué la enviaste al concurso si sabes que somos judíos?", le preguntó la madre al fotógrafo.

"Quería permitirme a mí mismo el placer de esta broma", le contestó él. Pero Taft tardó muchos años en poder apreciar la gracia.

"Ahora puedo reírme", le dijo al Bild a sus 80 años. "Pero si los nazis lo hubieran sabido entonces, no estaría viva".

El episodio marcó la vida de la familia. "Mi madre no quería sacarme al parque. Tenía miedo de que me reconocieran", relató Taft.

La familia huyó de Alemania después de que su padre fuera detenido por la Gestapo y luego liberado. Tras pasar por varios países, incluida Cuba, se refugiaron en Estados Unidos. Taft es profesora de Química en Nueva York.

La mujer donó hace poco la portada de la revista que todavía guardaba al Museo del Holocausto en Jerusalén.

Los nazis nunca supieron la verdad sobre la foto.



domingo, 5 de abril de 2020

ADARA


...Tuvo la delicadeza de dejarme el morral, un detalle. Se nota que en ella habita una mujer con estilo; tengo tabaco, pipa y linterna, con eso, lo inevitable será más llevadero.
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Mi hija fue insistente, -¿qué esperás papá para darte el gusto?- y no contenta con eso, averiguó todo lo concerniente al viaje, el que consumiría mis escasos ahorros pero, ya se sabe, los gustos hay que dárselos en vida.
Siempre me gustó la mitología griega, y tanto es así que cuando mi hija era chica yo la llevaba a la cama a la noche y le contaba esas historias helénicas, convenientemente modificadas para su edad. Adoraba la leyenda del Minotauro y fue así que me convenció para visitar Grecia.
Debo confesar que en el Acrópolis me emocioné, no podía creer que estaba ahí, en la tierra de Teseo, Ulises, Helena, Pitágoras, Aristóteles y tantos otros, con un gran pedazo de Jalvá  (en mi país le llamamos Mantecol) en una mano y todo el tiempo del mundo para disfrutarlo, porque no quise anotarme en esas excursiones para turistas, no me gusta que me lleven como hacienda para después no entender nada, porque mi inglés es espantoso y de griego, nada.
Siempre dije que la civilización griega fue la primera operación de marketing en la historia de la humanidad; recorrí de Atenas, no solo su zona histórica sino que fui a la periferia y no vi ningún griego y mucho menos una griega que se parezca a las estatuas. Los descendientes de Pericles son bajos, musculosos, morochos y bigotudos y las hijas de Helena tienen cejas anchas. Me sorprendió la cantidad de locales anarquistas que hay en los barrios, lástima no poder conversar con ellos;  hasta tuve que correr cuando me vi de pronto en medio de una marcha perseguida por la policía que no ahorraba gases ni balas de goma; fue una situación desopilante. En un momento, quedo bajo una galería con unos muchachos que llevaban una pancarta que decía EEK. Uno de ellos me dijo algo y yo le contesté en castellano y entonces preguntó  - where are you from? - ; cuando le dije Argentina sonrió, me palmeó la espalda y me dijo - ¡Argentina.....oh Altamira!, luego salieron corriendo.
Después de mi estadía en Atenas, abordé un carguero con destino a Creta, la cuna de la civilización minoica, donde se gestó el milagro griego. Allí me hospedaría por cuatro días en una posada económica, mi presupuesto gasolero no daba para hoteles caros y navegando por ese Mediterráneo azul, en un día luminoso, como a propósito, atracamos en Cnosos, la Capital de la isla.
El alojamiento era bastante discreto, una casona hecha de piedra caliza blanca como la nieve; allí casi todas las casas son blancas; y atendido por sus dueños; Corban, un anciano corpulento de cara regordeta y rojiza en donde destacaba un enorme bigotazo blanco amarillento  y Briseida, su esposa, corpulenta y muy amable que siempre, o por lo menos los días en que estuve, olía a ajo y cebolla.
Para mi suerte, Corban hablaba algo de castellano y como yo, fumaba en pipa. -¡argentino!- me dijo cuándo anotó mis datos en un enorme libro de actas. - ¡Messi! -  , y tal vez porque yo no soy muy famoso mi nombre lo pronunciaba Dannel y no hubo forma de que lo pronunciase bien.
Después de almorzar dormí la siesta; hacía calor y en la pieza solo había un pequeño ventilador. Tenía tiempo; el Palacio de Cnosos se recorre en un día y después no hay mucho más para ver; por lo menos eso creía hasta que bajé al comedor y la vi.
Una griega atípica me dije, no sé por qué supuse que era griega; sentada en una mesa individual junto a una de las ventanas mirando hacia afuera. Inmediatamente mi scanner erótico comenzó a funcionar; De unos cuarenta, muy bien llevados, pelo lacio muy negro, ojos verdes y piel manifiestamente blanca. Vestía una blusa cuyo contenido era muy agradable a la vista y un medallón, supongo que de plata, destacaba en su cuello.
Llamé a Corban quien en una mesa ubicada en la otra punta del comedor atendía a un matrimonio mayor, yanquis o ingleses, que no se decidían que pedir.
Corban no me escuchó, eso supuse porque ni siquiera giró su cabeza, sin embargo, cuando ella lo llamó por su nombre, y por cierto en voz no muy alta, inmediatamente dejó a los yanquis (o ingleses) y se dirigió a su mesa. Corban es un viejo bonachón que atiende muy solícitamente a sus huéspedes, habla en voz alta, gesticula y hace bromas, sin embargo, ante ella se manejaba serio y respetuoso, casi servil; en un momento dado se inclinó hacia su rostro y me pareció ver que miraba hacia mi mesa; luego volvió a sus yanquis (o ingleses).
Por fin Corban se decidió a atenderme y al rato me trajo una taza enorme de loza blanca llena de café y un plato con manteca y unos pancitos caseros, muy ricos por cierto.
Su voz me sacó de mis cavilaciones  - Do you have a light please? - . Cuando levanté la vista estaba junto a mí, ligeramente inclinada y con un cigarrillo en la mano; el medallón colgaba de su cuello y pude ver que tenía grabada una cabeza de toro; en realidad no fue lo único que pude ver; ella se irguió  - Do you like my medallion? – dijo mientras yo sacaba mi encendedor y le daba fuego; dio una pitada, exhaló el humo y se quedó esperando la respuesta – Si, It's a beautiful medallion, its owner is too, but my English is very bad, I only speak Spanish - , entonces ella se sentó en la silla que estaba frente a mí, llamó a Corban y le pidió un coñac       – ¿De dónde eres?,  - Argentina- . – Me llamo Adara -.
Su castellano era bastante bueno, un poco acentuado en las erres, pero ¿qué importaba? Me contó que era Antropóloga y que el medallón era el usado por las sacerdotisas de Poseidón aquí en Creta y me mostró el reverso en donde estaba grabada la figura del Dios. – Y el toro representa al minotauro, ¿verdad? - , asintió.
El tiempo pasó volando en tan buena compañía; cenamos en el patio de la posada, a la luz de la luna y con la vista del Mediterráneo. Ella se ofreció a acompañarme al otro día al Palacio de Cnosos – donde está el Laberinto ¿no? - ; sonrió y me dijo  - es lo que todos creen, pero no es así - , dijo esto y se quedó un largo rato mirando como ausente ese mar calmo y hermoso, luego, como volviendo en si me dijo  - es tarde, mañana saldremos temprano….vamos a mi habitación -.
Todo ese día lo pasamos en el palacio, en un momento dado pasó a nuestro lado un contingente plurinacional en donde no faltaban los japoneses con sus cámaras mientras una señorita con credencial en la solapa de su saco, me imagino que sería personal de turismo, les señalaba el lugar.  – Adara, mi inglés es malo pero algo entiendo, ella dice que aquí está el Laberinto - , hizo un gesto de contrariedad, - ya te dije, es lo que todos creen -.
Ya volviendo a la posada me habló de Gortina, la antigua ciudad de Larisa; yo, que algo había leído quise hacer gala de mis conocimientos hablándole de las ruinas arqueológicas pero ella me interrumpió diciéndome que lo principal no lo sabía y que allí se encontraba el Laberinto, en unas cuevas, pero que estaba prohibido entrar en ellas porque durante la guerra los alemanes las habían usado como depósito de municiones y al irse, las habían dinamitado  -¿qué sentido tiene volar unas cuevas vacías?, - , - no sé- respondió, -sus motivos habrán tenido, ¿te gustaría visitarlas? -; y entonces me explicó que furtivamente se podía entrar, que ella las había visitado y sabía las precauciones que había que tomar para no perderse, - solo se necesita llevar algunas cuerdas, velas y linterna-. Cómo decirle que no.
Partimos en su auto a la mañana siguiente.
El interior de Creta me recordó a la provincia de Mendoza; un valle muy verde y en el horizonte las montañas, no tan altas como la cordillera, pero montañas al fin; íbamos hablando de la mitología griega y así llegamos a la leyenda del Minotauro, allí le dije , como un cumplido, que si las griegas eran como la reina Pasifae, enamorada de un toro que Poseidón hizo salir del mar, realmente eran muy ardientes y desprejuiciadas, cosa que ya había comprobado la noche anterior, ella sonrió y solo dijo  – soy cretense -.
A medio camino nos detuvimos en un negocio, una casita de piedra caliza con un surtidor de nafta en la puerta; Adara entró para comprar algo de comer y yo busqué algún cartel que indicara donde estaba el baño, cansado y urgido caminé hasta la puerta del negocio en donde una viejita estaba sentada en una silla de mimbre.  Vestía toda de negro y un rebozo del mismo color le tapaba la cabeza por donde se asomaban algunos mechones de pelo blanco. Con mis pocos conocimientos de griego le pregunté - Καλημέρα, το μπάνιο; (*) – y ella se quedó mirándome con sus ojos azules y ausentes, luego se puso de pie, colocó la palma de su mano izquierda en mi cabeza y dijo algo que no entendí; en eso llegó Adara y la fulminó con la mirada, hasta ese momento no le había visto una expresión tan dura y autoritaria; la anciana, visiblemente atemorizada bajó la cabeza y volvió a su silla.
Adara me indicó por fin donde estaba el baño y ya más aliviado en el auto le pregunté por su actitud con la viejita, ella se puso seria, - te bendijo, solo eso -; - ¿ y por eso la trataste tan mal? - . No respondió.
Así, pasamos la ciudad y nos metimos por un camino de tierra, después de varios kilómetros llegamos hasta una alambrada – a partir de acá seguimos a pie – me dijo y cargando nuestro modesto equipo pasamos los alambres por un lugar en donde estaba rotos y llegamos a la entrada de la cueva.
Una verdadera ruina; los alemanes habían hecho lo suyo, cada tanto Adara iba dejando velas encendidas para marcar el camino de retorno hasta que llegamos a lo que parecía un abismo pero que al iluminarlo con nuestras linternas solo era una caída de no más de cinco metros y más allá se divisaban varias bifurcaciones. Adara ató la cuerda a un saliente y me dijo que bajara despacio, una vez llegado al suelo, me alcanzó el morral y entonces…entonces recogió la cuerda.

-          -¿Sabes Daniel porqué los alemanes volaron la cueva?, porque durante la ocupación los soldados que dejaban custodiando el polvorín misteriosamente desaparecían. Al principio lo atribuyeron a la resistencia pero luego se dieron cuenta de que algo inexplicable estaba sucediendo.-

Su voz sonaba grave y triste; reverberando en las paredes de la gruta.

-          - La historia que conoces es errónea, Poseidón no hizo emerger un toro de las aguas, ese toro era el mismo Dios metamorfoseado el que se apareó con la reina Pasifae, la que engendró al Minotauro; él es hijo de un Dios y por ende es inmortal.  Durante siglos las sacerdotisas cuidamos de él, porque debe alimentarse, de lo contrario podría salir a la superficie y eso sería una desgracia. Lo siento Daniel…adiós. -

Daniel M Forte.
08/08/2019

(*) Buenos días ¿el baño?