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miércoles, 30 de noviembre de 2016

LA BICICLETA ROJA

Por Daniel M Forte

Todo iba bien.
Yo creía que iba bien; hasta que alguien le sacó las rueditas de los costados y, así de repente, se desarmó. Y ahí me quedé, en ese estado de perplejidad que precede a los grandes dolores. Siempre lo imprevisto pega mas fuerte.
Cuando ocurren cosas como estas, y uno se encuentra destrozado y vulnerable, aparecen como predadores atraídos por la sangre de un animal herido, los opinadores crónicos.
El primero fue Don Eduardo, quien sin que yo le pidiera opinión, miró los restos de mi bicicleta roja y de mal modo me echó la culpa; -te lo advertí-, me dijo señalándome con su dedo índice de viejo cagatinta; - ¡ No se puede pasar de los zapatos a la bici así como así !, los cambios deben ser graduales, acumulativos y armoniosos -. Dicho esto se fue sin dejarme responderle. Mejor, no tenía ganas de hacerlo.
Los cambios deben ser graduales.
¿Pero de que maldita manera un zapato se puede convertir en una bicicleta?, desde que tengo uso de razón que nos obligan a calzar estos zapatos de cuero con suela de plomo de dos centímetros de espesor; ¿nadie entiende que con ellos no se puede llegar muy lejos?.

- Yo creo que acá hubo sabotaje –

Sumergido en mi dolor no lo sentí llegar; Don José dijo esto atizándose el bigote y mirándome fijo. Si, claro, parece que no se acuerda cuando él y sus amigos se subían todos a la vez y usaban mi bicicleta para sus mandados; tanto peso debe haber aflojado todos los tornillos y ahora insinúa que el que la rompió fui yo ¡y a propósito!.
Respiré hondo para no mandarlo al carajo y salí de mi casa, decidí consultar a los que saben. Estaba determinado a arreglar mi querida bicicleta roja, les iba a demostrar a todos que en bicicleta se llega mas lejos, mas rápido y mejor y que no era necesario usar estos incómodos y pesados zapatos.
Así fue que llegué a la bicicletería de Don León, que desde que murió la atienden sus hijos, gente amable, solidaria y con muchos conocimientos. Empezaron por explicarme los fundamentos del manejo, la forma de tomar una curva, las técnicas de frenado, de como andar “sin manos” y muchas otras cosas que me maravillaron, pero ante mi pregunta de - ¿Cómo arreglo mi bicicleta roja? -, se pusieron a discutir entre ellos, y a medida que se acaloraban, empezaron a sacar viejas rencillas familiares. Cuando me fui, seguían discutiendo y pensé -¿será por eso que desde que el viejo León murió no han vendido una sola bicicleta? -.
Volviendo a casa, al pasar por la verdulería de Evo, siento que me llama y muy orgulloso me muestra sus zapatos. Los había adornado con plumas y pintado con colores chillones; por cierto, eran muy llamativos. - ¡Mira Daniel, esta es la bicicleta indoamericana!-, me dijo señalando sus coloridos zapatos. -Para mi son zapatos-, le dije en el mejor tono posible para no ofenderlo. – Oh, tu no entiendes las particularidades de la región, nuestras raíces, nuestra idiosincrasia, eres dogmático y esquemático, estás muy atado a la cultura europeizante - .
No le iba a contestar, ¿para que?, ya bastantes problemas tenía para enroscarme en discusiones terminológicas; pero no me aguanté.

- Tal vez Don Evo, pero se distinguir la diferencia entre un zapato y una bicicleta -

Seguí caminando.

- Escuché la conversación que tuviste con el verdulero -

Un tipo alto y medio pelirrojo caminaba al lado mío; vestía unas impecables y caras bermudas, camisa floreada y sus zapatos de plomo estaban enchapados en plata. Hablaba castellano con fluidez pero con un ligero acento extranjero.

- ¿Te llamas Daniel, verdad?, ¿puedo llamarte Dan?

- No; puede llamarme Daniel –

- Ok, Daniel. Entiendo que tu bicicleta colapsó; era de esperar, esos aparatos nunca funcionan. Lo único que ha demostrado funcionar es el zapato de plomo; es un lindo sueño eso de la bicicleta, pero es un sueño; es hora de que entiendas y madures –

- Mi tío Raúl tiene una bicicleta, está un poco oxidada, pero funciona.

Me miró con el gesto condescendiente de un maestro hacia su discípulo tonto.

- Tu tío Raúl está vendiéndome su bicicleta pieza por pieza, pronto será completamente mía y ya no habrá bicicletas en el mundo. Good bye Dan; regards!

¡ Me llamo Daniel !

Llegué a casa con las manos vacías y fui derechito al galpón donde yacían los pedazos de mi bici, allí encontré al tío Hugo. Simpático y bonachón, estuvo mas de tres horas hablándome, para terminar ( ¡por fin! ) diciendo:

- Esto es un verdadero desastre mi pana, pero toma, aquí tu viejo tío Hugo te trae la solución –

Me entregó una caja bastante pesada. Adentro había un par de zapatos pintados de rojo.

- ¿Te gusta?; es la bicicleta del siglo XXI. -

- Otra vez con lo mismo -, pensé; - ¡con razón se lleva tan bien con el verdulero!. Le di las gracias , no fuera cosa de que se pusiera a hablar de nuevo. Por suerte se fue.
Y aquí estoy, mirando mi bicicleta roja despiezada en el piso y pensando. No se si lograré armarla, pero lo voy a intentar, porque…….¡¡ah!!,  me parece que este tornillo va en aquella pieza.

Los dejo, hay una bici por ensamblar.

lunes, 21 de noviembre de 2016

QUÍMICA



Por : Ricardo Ortner



No se que hizo con el gato. No me dijo. Pero sus ojos. Sus ojos me revelaron que ya había iniciado el salto. ¿Cuánto tardaría en llegar a la otra orilla, la definitiva, la oscura?. Podía ser en los próximos segundos, en minutos, en algunas horas o días, pero ya estaba en pleno vuelo, sin posibilidad de retorno. No disimulaba la daga en la cintura, ni el estallido de una risa burlona que daba paso a la mirada torva o a la charla amena o vehemente con ese amigo que le susurraba los pasos a seguir, su futuro, nuestra condena. La química de su cerebro ya se estaba disolviendo, unos poco hilos que se deshilachaban rápidamente lo mantenían todavía, un poco, del lado de acá, pero un nuevo orden, otra visión del mundo se construía en su imaginario y el ya estaba ahí, instalado, solo algunos ladrillos faltaban por acomodar. Pensé rápido, mientras lo controlaba en su ir y venir, sin darle la espalda, pero sin mirarlo fijo. Ya cuando no me dijo qué hizo con el gato, yo sabía. Primero apuñale el amor infinito que sentía por él, después lo apuñalé. Paradoja, mi química sana y ordenada, se adelantó a su química desquiciada. No iba a dejar que cometiera una locura.

ACTO DEL FIT EN ATLANTA 19/11/16 (EL DÍA DESPUÉS)




Por: Daniel M Forte 

El acto que realizará el Frente de Izquierda en el estadio de Atlanta representa, objetivamente, una autocrítica política. El FIT estuvo ausente, en cuanto tal, del escenario político a todo lo largo de un año de transición excepcionalmente……….

De lo que se trata ahora es de saber si el demorado giro político que representa el acto del 19 es o no una corrección de este rumbo. La movilización por el éxito del acto debe hacerse con los ojos bien abiertos.
                                                                                                                             JORGE ALTAMIRA

No es fácil llenar un estadio como el de Atlanta; el FIT , movilizando a sus regionales de Capital y de distintas provincias lo logró. La misma convocatoria al acto, después de meses de inacción y hasta de rumores de quiebre, es un hecho auspicioso; ahora, a la luz de lo que se dijo en el acto, se deberá analizar si solo fue saludo a la bandera o realmente representa ese giro político del que habla Altamira en su artículo ¿A dónde va el Frente de Izquierda?.
De todas las intervenciones, solo tres son dignas de análisis; las de Giordano, Pitrola y Del Caño; las demás fueron lo que se esperaba, retórica, consignas generales para que aplauda la joven y entusiasta militancia y, no es dato menor, visualizar el importante avance de la izquierda revolucionaria en los distintos frentes de lucha. Muy emotivas intervenciones pero con un nulo aporte para superar las trabas y limitaciones del FIT.
Giordano, de I.S., tibiamente expresó la necesidad de unir a las fuerzas del FIT en los frentes y reivindicó al Frente Único; la primera propuesta concreta hasta ese momento del acto.
Fue Pitrola el que puso los puntos; “no hemos venido a ocultar nuestras diferencias”, y planteó la necesidad, en el marco del Frente Único, de unir fuerzas en todos los frentes y establecer bloques parlamentarios únicos del FIT, “que hoy no lo tenemos”.
La intervención de Del Caño fue sorprendente. Rica en retorica trillada, tibiamente nombró al Frente Único  ( a esta altura, ¿qué trotskista puede estar en desacuerdo? ) y se abstuvo de contestarle a Pitrola.
Por eso, la trascendencia del acto de Atlanta es por lo menos, dudosa, faltó por parte de las direcciones de los partidos miembros del FIT el anuncio de medidas concretas sobre todo la determinación de actuar COMO FRENTE, en agrupaciones únicas, en todos los terrenos de lucha y la unificación de los bloques del FIT en las legislaturas.

El acto de Atlanta deja mas dudas que certezas.

lunes, 17 de octubre de 2016

EL ORIGEN

Por Daniel M Forte

Era doloroso, ese punto, la coordenada cero provocaba en ella una sensación de vacío en las tripas. Languidez y asco trepaban hacia el pecho mutando en la más profunda de las angustias. En el origen todo era oscuridad, una pegajosa oscuridad que ponía en tensión todos sus sentidos teñidos con la certeza de ser atacada.
La primera vez que huyó alejándose cada vez más de ese punto, se desdobló y se vio a sí misma corriendo y perdiendo de a poco cada una de sus moléculas, las que curiosamente volvían al origen. Sus ropas se disolvían, su piel desaparecía, ahora era una masa de músculos en permanente disolución, los humores se esfumaban en pequeñas gotas y se reagrupaban en el origen. Ella corría, se disolvía y se recreaba en ese punto de partida y todo eso era observado en forma impersonal por ella misma. Por fin se derrumbó el esqueleto y nuevamente se vio en la soledad, otra vez en el origen, nuevamente en el dolor.
Sobrepuesta al desconcierto inicial trató de entender lo que pasaba. Volvió a intentar la huida tomando distintas direcciones; en todas ellas el fenómeno se repitió. Allí sacó su primera conclusión: el proceso de disolución y reagrupamiento era independiente de la dirección que tomara.
Era difícil razonar en medio de la angustia, respiró hondo, se sentó en el piso con las piernas cruzadas tal como lo hacía durante las clases de yoga, ¿las clases de yoga?, recordó las clases, recordó el trabajo, las reuniones con amigos, su historia. Ella tenía una historia fuera de ese punto inicial en donde se encontraba, eso demostraba que la huida era posible, o tal vez no, tal vez sólo era posible salir de allí a condición de volver.
Se incorporó, dijo en voz alta:

–¡Voy a volver!

Comenzó lentamente a alejarse. Un paso, dos, diez...

–¡Voy a volver!

Ya no se veía, sólo caminaba en la penumbra repitiendo la frase como un conjuro:

–¡Voy a volver!

La alegría la invadió, estaba huyendo, era posible la huida, no sabía hacia dónde, no importaba, se podía, era posible, ya nunca más esa opresión en el pecho, nunca más el dolor, ¡nunca más!
Se sorprendió llorando de felicidad con los brazos en cruz sobre el pecho y caminando, ahora con paso más ligero, se vio a sí misma en forma impersonal, angustiosamente objetiva. Se vio entonces disolverse y recrearse en el origen.
Cayó de rodillas y lloró, el origen no cree en palabras, el origen es un dios impiadoso que percibe nuestros pensamientos, anticipa nuestras intenciones y aborrece nuestros sentimientos.
Es posible escapar, se dijo, y se incorporó, buscó a su alrededor algo que la ayudara a huir, algo duro y filoso que le trajera la liberación del brazo de la muerte. Sólo percibió la nada. El origen era el vacío.
Quedó largo rato arrodillada en el suelo con la cabeza caída sobre el pecho. Su silueta era la imagen misma de la derrota. Pensó en pedir ayuda, se irguió y comenzó a gritar, a clamar, a suplicar. Un eco lejano y ligeramente radiofónico le devolvía las palabras. Entonces, presa de la más terrible desesperación, empezó a golpearse el vientre con los puños. Castigaba su cuerpo en un ritual frenético,  el vientre, los pechos, la cabeza.


Su cabeza golpeó levemente contra el vidrio de la ventanilla del colectivo en que viajaba, y se despertó, siempre se despertaba en el mismo sitio, a dos cuadras de la parada donde debía descender.

 Volviendo a casa.


viernes, 23 de septiembre de 2016

INSTRUCCIONES PARA ANUNCIARSE, SIN TIMBRE

Por: Daniel M Forte


Es público y notorio que vivimos tiempos en donde la tecnología está presente hasta en los mas triviales actos cotidianos. Siempre fue así, desde que aquel cavernícola, en tanto indefenso bípedo implume, tomó una piedra para defenderse, dependemos de la técnica para subsistir; la ausencia de esta, provocaría el colapso.
Así, cuando carecemos de alguno de esos utensilios de los que tanto dependemos, sobreviene la turbación, la parálisis, el shock.
Pongamos como ejemplo la situación en que se presenta la necesidad de anunciar nuestra presencia al eventual habitante de una vivienda y su puerta de acceso carece de pulsador, también conocido como botón, del timbre o el mismo se encuentra cubierto con un papelito, cartón o cartulina en donde , escrita con birome, reza la leyenda “no funciona”.
La solución a este problema, curiosamente, precede al invento mismo del timbre o campanilla eléctrica. Fue en la Francia de los Luises donde el Marqués de Nigaud estableció que no era de caballeros golpear la aldaba para anunciarse y en su famosa obra  Je suis ici ( Aquí estoy), establece que: “ Ha de colocarse el caballero a tres pies de distancia de la puerta, de frente a esta, levantará el brazo formando una “L” invertida, cerrará el puño y con los nudillos de los dedos índice y mayor dará una sucesión de golpes mayor de dos y menor que cinco, siendo tres la cantidad optima. Es de suma importancia que dichos golpes se efectúen solo moviendo la muñeca, manteniendo el antebrazo estático” ( Aquí estoy; pag:345 Editorial La Matraca; Madrid 1845 ). En otro párrafo, Nigaud establece taxativamente que la intensidad de los golpes, esto es, el sonido que produce el choque del puño con la madera de la puerta ( por aquellos días las puertas de las residencias eran de ese material), deberá ser lo suficientemente intenso como para ser escuchado, sin llegar a alarmar al ocupante del inmueble. “Nunca se olvidará que el objetivo, es anunciar nuestra presencia con glamour “ (Aquí estoy; pag:763 ).
La técnica de Nigaud rápidamente se esparció por toda Europa ( hubo un zapatero inglés, David Brokenshoe, que se atribuyó el método, generando apasionadas polémicas) y llega a Rusia en los inicios del siglo XIX, en medio de un generalizado fervor nacionalista. Fue allí donde Nikita Sobakov encabezó una corriente que postulaba que el método de Nigaud era afeminado y decadente.
El gran mérito de Sobakov es haber extendido y democratizado el hecho de anunciarse ya que, al contrario de Nigaud, que circunscribía su forma a las clases altas, Sobakov recorría la campaña enseñando a campesinos y Señores; “esto sirve tanto para la dacha como para la residencia señorial”, solía decir y su prédica fue fundamentalmente oral y práctica por lo que sus postulados nos llegan a través de Juri Limurenko, su discípulo.
“ El llamado ha de ser varonil y decidido. Te situarás con tus piernas abiertas a un ancho de hombros y los pies paralelos y en un ángulo de 30 grados respecto de la puerta. Levantarás el brazo en ángulo y con los nudillos de los dedos menores ( meñique, anular y mayor..NdelT ), darás cuatro enérgicos golpes y esperarás.” ( Sobakov, mi maestro; Juri Limurenko Ed Katyusha, Moscú 1870, pág. 123 )
Como vemos, Sobakov utilizaba la fuerza combinada, tanto de los músculos largos de los brazos, como la fuerte musculatura del torso.
Mas allá de las ventajas de uno u otro método, ambos olvidados bajo el peso de la tecnología, hoy podemos rescatar lo mejor de ambos y tal vez, ¿Por qué no?, combinar  la sutileza de Nigaud con la recia determinación de Sobakov. Porque anunciarnos es algo que nos representa, actitud desdeñada en los 60 del siglo pasado, cuando hubo todo un movimiento que golpeaba las puertas con una sucesión de 5 golpes , seguida de otros dos ( esta secuencia, originalmente fue una burla, un insulto entre el gremio de telegrafistas) y por suerte dicha práctica fue abandonada, aunque aún la suelen utilizar algunos chistosos de poca monta.
Hasta aquí, hemos ofrecido una síntesis de los principales métodos para anunciarse frente a la carencia de timbre, siempre en inmuebles en donde la puerta de acceso, está relativamente cerca de la vivienda; para el caso de tener que hacerlo en zonas de quintas o de chacras, hay otros métodos que exceden los alcances de esta guía.


martes, 28 de junio de 2016

BELGRANO, EL CONTRAREVOLUCIONARIO (II)


Seguramente por razones de espacio, esta nota salió publicada parcialmente en la edición digital de PRENSA OBRERA. Va aquí la nota completa.

Por Daniel M Forte
 El tiempo me enseñó que los valientes
escribirán la historia con su sangre.
Pero la historia escrita de los libros,
se escribe con la pluma del cobarde.
Jaime Roos

                                                                                             

Resulta difícil abstraerse de caer en un lugar común y decir que este es un libro distinto. Pero efectivamente lo es.
¿Qué hace distinta a esta obra del resto de aquellas que abordan al mismo personaje? Muy simple: el método de análisis.
Dice el axioma que la ideología es todo, de ella derivan los principios, el método, la acción y el concepto del bien y del mal; y aquí se evidencia en el hecho de que otros autores, desde Mitre hasta el Billiken, disponiendo de la misma documentación, llegaran a conclusiones distintas y contradictorias entre sí. El análisis histórico es ante todo, un análisis político.
Mauricio Fau se mete con un intocable aureolado por el mito mitriano. Y no es caprichosa la elección del sujeto; en su tragedia personal se sintetiza el desarrollo de una clase social que desde el génesis, evidenció sus contradicciones y su impotencia para llevar hasta el fin la resolución de las tareas democráticas; porque un implacable hilo conductor vincula la entrega de la Banda Oriental a los portugueses, la lucha contra Artigas y los caudillos del primer federalismo, la búsqueda de un príncipe (europeo o incaico) que garantizara el control administrativo del Estado y que permitiera el libre comercio internacional,  imprescindible para su desarrollo como clase, y la capitulación en nuestros días, ante el imperialismo y sus organismos financieros. Una clase social que solo muestra valentía y determinación en el momento de reprimir, maniatar, desviar o cooptar el desarrollo de la conciencia independiente de los oprimidos.
Belgrano, el contrarrevolucionario, es un libro con pocos adjetivos, cuyas conclusiones están documentalmente respaldadas, trazando el cuadro de situación de una época que, tal lo dicho, excede al personaje en cuestión y forma parte de una nueva visión de la historia, iniciada por la obra de Rath y Roldan ; La Revolución Clausurada, de la que Fau es autor del capítulo 8 y de la cronología.

El tiempo me enseñó que desconfiara
de lo que el tiempo mismo me ha enseñado
Por eso a veces tengo la esperanza,
que el tiempo pueda estar equivocado.
                                                  Jaime Roos 


miércoles, 11 de mayo de 2016

BELGRANO, EL CONTRAREVOLUCIONARIO



Manuel Belgrano es una marca registrada. En el registro de patentes, figura como propietario Bartolomé Mitre.
"Héroe de alma grande", "patriota de fe incontrastable", "tenaz resistencia y fortaleza de espíritu", son algunos de los cientos de calificativos superlativos que recibe del inventor de la historia argentina.

martes, 3 de mayo de 2016

¿QUIEN NO TIENE UN MUERTO EN EL ROPERO?

José Martí y el 1º de mayo
Por Daniel M Forte
05/06/10

Todos los años, el 1º de Mayo se realiza en Cuba el desfile en la Plaza de la Revolución. En ella se destaca el monumento a José Martí, al que llaman el apóstol de la libertad y que sin duda fue uno de los mayores poetas americanos; gran patriota y  revolucionario, cuyas acciones lo llevaron a ofrendar la vida defendiendo y aplicando consecuente y desinteresadamente  sus convicciones; sin embargo, sus limitaciones ideológicas hicieron que comprara el discurso de la reacción en los EE.UU cuando ésta, montó la farsa del proceso a los anarquistas que más tarde, la historia conocería como los Mártires de Chicago, por cuyo holocausto, los trabajadores del mundo conmemoran esa fecha, como una jornada de unidad, solidaridad y lucha del proletariado.
Albert Spies, uno de los ejecutados, al pie de la horca pronunció esta lapidaria sentencia. Llegará el día, en que nuestro silencio, se oirá más fuerte que todas vuestras palabras.
A continuación, transcribo la nota que José Martí enviara al diario La Nación, de Argentina, en su carácter de corresponsal, cubriendo el juicio a estos obreros y luchadores.
 Alguien me dijo que después, Martí rectificó su opinión. En lo personal, busqué esa rectificación y no la encontré.
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El Proceso de los siete anarquistas de Chicago
Por José Martí

New York septiembre 2 de 1886

 Señor Director de La Nación.

Aquellos anarquistas que en la huelga de la primavera lanzaron sobre los policías de Chicago una bomba que mató a siete de ellos, y huyeron luego a las casas donde fabrican sus aparatos mortíferos, a los túneles donde enseñan a sus afiliados a manejar las armas, y a untar con acido prúsico, para que maten mas seguramente, los puñales de hoja acanalada; aquellos que construyeron la bomba, que convocaron a los trabajadores a las armas, que llevaron cargado el proyectil a la junta pública, que excitaron a la matanza y al saqueo, que acercaron el fósforo encendido a la mecha de la bomba, que la arrojaron con sus manos sobre los policías, y sacaron luego a la ventana de su imprenta una bandera roja; aquellos siete alemanes, meras bocas por donde han venido a vaciarse sobre América el odio febril acumulado durante siglos europeos en la gente obrera; aquellos míseros, incapaces de llevar sobre su razón el peso peligroso y enorme de la justicia, que en sus horas de ira enciende siempre a la vez, según la fuerza de las almas en que arraiga, apóstoles y criminales; aquellos han sido condenados, en Chicago, a la muerte en la horca.
Tres de ellos ni entendían siquiera la lengua en que los condenaban. El que hizo la bomba, no llevaba más de unos nueve meses de pisar esta tierra que quería ver en ruina.
Uno solo de los siete, casado con una mulata que no llora, es norteamericano, y hermano de un general de ejército; los demás han traído de Alemania cargado el pecho de odio.
Desde que llegaron, se pusieron a preparar la manera mejor de destruir. Reunían pequeñas sumas de dinero; alquilaban casas para hacer experimentos, rellenaban de fulmicotón trozos pequeños de cañería de gas; iban de noche con sus novias y mujeres por los lugares abandonados de la costa a ver como volaban con esta bomba cómoda los cascos de barco; imprimían libros en que se enseña la manera fácil de hacer en la casa propia los proyectiles de matar; se atraían con sus discursos ardientes la voluntad de los miembros mas malignos, adoloridos y obtusos de los gremios de trabajadores; “pudrían – dice el abogado – como el vómito del buitre, todo aquello a que alcanzaba su sombra”.
En libros, diarios y juntas adelantaban en organización armada y predicaban una guerra de incendio y exterminio contra la riqueza y los que la poseen y defienden, y contra las leyes y los que la mantienen en vigor. Se les dejaba hablar, aún cuando hay leyes que lo estorban, para que no pudiesen prosperar so color de martirio, ideas de cuna extraña, nacidas de una presión que aquí no existe en la forma violenta y agresiva que del otro lado del mar las ha engendrado.
Prendieron esas ideas lóbregas en los espíritus menos racionales y más dispuestos por su naturaleza a la destrucción; y cuando al fin, como enseña de este fuego subterráneo, saltó encendida por el aire la bomba de Chicago, se vio que la clemencia equivocada había permitido el desarrollo de una cría de asesinos.
No embellece esta vez una idea el crimen.
Sus artículos y discursos no tienen aquel calor de humanidad que revela a los apóstoles cansados, a las víctimas que ya no pueden con el peso del tormento y en una hora de majestad infernal la echan por tierra, a los espíritus de amor activo nacidos fatalmente para sentir en sus mejillas la vergüenza humana, y verter su sangre para aliviarla sin miramiento del bien propio.
Así se explica que los trabajadores mismos temblaron al ver que delitos se criaban a sus sombra; y como de vestidos de llamas se desasieron de esta mala compañía, y protestaron ante la nación que ni los mas adelantados de los socialistas protegían ni excusaban el asesinato y el incendio a ciegas como modos de conquistar un derecho que no puede ser saludable ni fructífero si se logra por medio del crimen, innecesario en un país de república, donde puede lograrse sin sangre por medio de la ley.
Así se explica cómo hoy mismo, cuando los diarios fijaron en sus tablillas de anuncio el veredicto del jurado, no se oía una sola protesta entre los que se acercaban ansiosamente a leer la noticia.
Y esta vez, ni un solo gremio de trabajadores en toda la nación ha mostrado simpatía, ni cuando el proceso, ni cuando el veredicto, con los que mueren por delitos cometidos en su nombre.
Y es porque esos míseros, dándose a si propios como excusa de su necesidad de destrucción las agonías de la gente pobre, no pertenecen directamente a ella, ni están por ella autorizados, ni trabajan en construir, como trabaja ella, sino que son hombres de espíritu enfermizo o maleado por el odio, empujados unos por el apetito de arrasar que se abre paso con pretexto público en todas las conmociones populares, pervertidos otros por el ansia dañina de notoriedad o provechos fáciles de alcanzar en revueltas,        - y otros, ¡los menos culpables, los mas desdichados!, endurecidos, condensados en crimen, por la herencia acumulada del trabajo servil y la cólera sorda de las generaciones esclavas.
Aquí, a favor de la gran libertad legal, de lo fácil del escape en esta población enorme, de la indulgencia que envalentonó la propaganda anarquista, se reunieron naturalmente para su obra de exterminio esos elementos fieros de todo sacudimiento público: los fanáticos, los destructores y los charlatanes. Los ignorantes los siguieron. Los trabajadores cultos se retrajeron de ellos con abominación. Los obreros norteamericanos miraron como extraños a esos medios y hombres nacidos en países cuya organización despótica de mayor gravedad y color distinto a los mismos males que aquí los hábitos de libertad hacen llevaderos.
El silencio amparó la obra siniestra.
Porque entre otras cosas, los peligros mismos que, a la raíz del proceso, corría el jurado, venían siendo garantía de que él no daría veredicto de muerte contra los anarquistas, a tener la menor posibilidad de evitarse así una inquietud para la conciencia y un riesgo para sus vidas. Si la evidencia no era absoluta, el jurado se aprovecharía de ello para no incurrir en la ira de los anarquistas.
Ya se sabe que el jurado aquí, como en todas partes, no es como los jueces, que viven de la justicia y pueden afrontar los peligros que les vengan de ejercerla con la protección y paga del orden social que los necesita para su mantenimiento.
Estos doce jurados, traídos muy contra su voluntad a juzgar a los jefes de una asociación numerosa de hombres que creen glorioso el crimen, y criminales a todos los que se les oponen, habían de temer con razón que los anarquistas, enfurecidos por la sentencia de sus jefes, llevasen a cabo las amenazas que esparcían abundantemente, mientras se estaba eligiendo el jurado.
Treinta y seis días tardó el jurado en formarse. Novecientos ochenta y un jurados hubo de examinar para poder reunir doce.
Reunidos al fin, siguió por todo un mes la sombra vista.
De noche reposaban los jurados en sus cuartos en el hotel, vigilados por los alguaciles que debían librarle de toda comunicación o amenaza; deliberaban; comentaban los sucesos del día; iban concentrando el juicio; se distraían tocando el piano, banjo y violín. De día eran las sorpresas.
Ya era el norteamericano Parsons, a quien la policía no podía hallar, y se presentó de súbito en la sala del proceso, desaseado, barbón, duro, arrogante; ya era que iban perdiendo su seguridad aparente los presos, conforme el fiscal público presentaba en el banquillo como testigos a los cómplices mismos de los anarquistas, el regente de la imprenta del periódico que incitaba a la matanza, al dueño de la casa donde el recién llegado alemán hacía las bombas.
Una joven repartía un día a los presos ramilletes de flores encarnadas. La madre del periodista Spies oía día sobre día  las declaraciones contra su hijo. El fiscal presentó en su propia mano una bomba cargada, de las que se hallaron en un escondite, fabricadas por uno de los presos, con ayuda del cómplice que lo denunciaba desde el banquillo.
Cada día se veían crecer las alas de la muerte, y se sentían aquellos infelices bajo su sombra.
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¡Pobres mujeres! La viejecita Spies, la madre del periodista, estaba en su rincón, mirando como quien no quiere ver. Allí su hermana joven. Allí la novia lozana de uno de los presos. Allí la mujer de Schwab, desdichada y seca criatura, el cuerpo como roído, de rostro térreo y manos angulosas, extraña en el vestir, los ojos vagos y ansiosos, como de quien viviese en compañía de un duende; Schwab es así; desgarbado, repulsivo, de funesta apariencia; la mirada caída bajo los espejuelos, la barba silvestre, el pelo en rebeldía, la frente no sin luz, el conjunto como de criatura subterránea.
Allí la mulata de Parsons, implacable e inteligente como él, que no pestañea en los mayores aprietos, que habla con feroz energía en las juntas públicas, que no se desmaya como las demás, que no mueve un músculo del rostro cuando oye la sentencia fiera. Los noticieros de los diarios se le acercan, mas para tener que decir que para consolarla. Ella aprieta el rostro contra su puño cerrado.
No mira, no responde; se le nota en el puño un temblor creciente; se pone de pie de súbito, aparta con un ademán a los que la rodean, y va a hablar de la apelación con su cuñado.
La viejecita ha caído en tierra, a la novia infeliz se la llevan en brazos. Parsons se entretenía, mientras leían el veredicto, en imitar con los cordones de una cortina que tenía cerca el nudo de la horca, y en echarlo por fuera de la ventana, para que lo viese la muchedumbre de la plaza.
En la plaza, llena desde el alba de tantos policías como concurrentes, hubo gran conmoción cuando se vio salir del tribunal, como si fuera montado en un relámpago, al cronista de un diario, - el primero de todos -. Volaba. Pedía por merced que no le detuviesen. Saltó al carruaje que lo estaba esperando.
- ¿Cuál es, cuál es el veredicto? – voceaban por todas partes. - ¡Culpables! – dijo, ya en marcha. Un hurrah, triste hurrah llenó la plaza. Y cuando salió el juez, lo saludaron


FUENTE:      “LITERATURA Y PERIODISMO”
                        CANTARO EDITORES 
                        ENERO 1998
                        Pág.: 50 à 55 















miércoles, 17 de febrero de 2016

ACERCA DE LA LUNA

ACERCA DE LA LUNA

Por: Daniel Miguel Forte
        14/02/16     



Desde aquí se presenta hermosa, misteriosa y cautivante. Su rostro tetrafacético enamora y obnubila. Puede no estar, puede estar a medias amenazando dejarnos o por el contrario, prometiendo volverse esplendida y redonda por un tiempo, para después desaparecer.

Luna, Selene, Levaná, Cinthia y otros tantos nombres que los hombres le han dado, conmovidos por la mentira de su esplendor y engañados por la poesía que ellos mismos inventaron, definen a esta roca que en la realidad, es un mundo gris, frío, sin vida y cribado de cicatrices; un mundo metódico, regular, sistemático, sin voluntad y que en su derrotero, siempre, absolutamente siempre, cumple escrupulosamente con su órbita y por sobre todo; oculta su lado oscuro.