Todo iba bien.
Yo creía que iba bien; hasta
que alguien le sacó las rueditas de los costados y, así de repente, se desarmó.
Y ahí me quedé, en ese estado de perplejidad que precede a los grandes dolores.
Siempre lo imprevisto pega mas fuerte.
Cuando ocurren cosas como
estas, y uno se encuentra destrozado y vulnerable, aparecen como predadores atraídos
por la sangre de un animal herido, los opinadores crónicos.
El primero fue Don Eduardo,
quien sin que yo le pidiera opinión, miró los restos de mi bicicleta roja y de
mal modo me echó la culpa; -te lo
advertí-, me dijo señalándome con su dedo índice de viejo cagatinta; - ¡ No se puede pasar de los zapatos a la
bici así como así !, los cambios
deben ser graduales, acumulativos y armoniosos -. Dicho esto se fue sin
dejarme responderle. Mejor, no tenía ganas de hacerlo.
Los cambios deben ser
graduales.
¿Pero de que maldita manera
un zapato se puede convertir en una bicicleta?, desde que tengo uso de razón
que nos obligan a calzar estos zapatos de cuero con suela de plomo de dos
centímetros de espesor; ¿nadie entiende que con ellos no se puede llegar muy
lejos?.
- Yo creo que acá hubo sabotaje –
Sumergido en mi dolor no lo
sentí llegar; Don José dijo esto atizándose el bigote y mirándome fijo. Si,
claro, parece que no se acuerda cuando él y sus amigos se subían todos a la vez
y usaban mi bicicleta para sus mandados; tanto peso debe haber aflojado todos
los tornillos y ahora insinúa que el que la rompió fui yo ¡y a propósito!.
Respiré hondo para no mandarlo
al carajo y salí de mi casa, decidí consultar a los que saben. Estaba
determinado a arreglar mi querida bicicleta roja, les iba a demostrar a todos
que en bicicleta se llega mas lejos, mas rápido y mejor y que no era necesario
usar estos incómodos y pesados zapatos.
Así fue que llegué a la
bicicletería de Don León, que desde que murió la atienden sus hijos, gente
amable, solidaria y con muchos conocimientos. Empezaron por explicarme los
fundamentos del manejo, la forma de tomar una curva, las técnicas de frenado,
de como andar “sin manos” y muchas otras cosas que me maravillaron, pero ante
mi pregunta de - ¿Cómo arreglo mi
bicicleta roja? -, se pusieron a discutir entre ellos, y a medida que se
acaloraban, empezaron a sacar viejas rencillas familiares. Cuando me fui,
seguían discutiendo y pensé -¿será por
eso que desde que el viejo León murió no han vendido una sola bicicleta? -.
Volviendo a casa, al pasar
por la verdulería de Evo, siento que me llama y muy orgulloso me muestra sus
zapatos. Los había adornado con plumas y pintado con colores chillones; por
cierto, eran muy llamativos. - ¡Mira
Daniel, esta es la bicicleta indoamericana!-, me dijo señalando sus
coloridos zapatos. -Para mi son zapatos-,
le dije en el mejor tono posible para no ofenderlo. – Oh, tu no entiendes las particularidades de la región, nuestras
raíces, nuestra idiosincrasia, eres dogmático y esquemático, estás muy atado a
la cultura europeizante - .
No le iba a contestar, ¿para
que?, ya bastantes problemas tenía para enroscarme en discusiones
terminológicas; pero no me aguanté.
- Tal vez Don Evo, pero se distinguir la diferencia
entre un zapato y una bicicleta -
Seguí caminando.
- Escuché la conversación que tuviste con el verdulero
-
Un tipo alto y medio
pelirrojo caminaba al lado mío; vestía unas impecables y caras bermudas, camisa
floreada y sus zapatos de plomo estaban enchapados en plata. Hablaba castellano
con fluidez pero con un ligero acento extranjero.
- ¿Te llamas Daniel, verdad?, ¿puedo llamarte Dan?
- No; puede llamarme Daniel –
- Ok, Daniel. Entiendo que tu bicicleta colapsó; era
de esperar, esos aparatos nunca funcionan. Lo único que ha demostrado funcionar
es el zapato de plomo; es un lindo sueño eso de la bicicleta, pero es un sueño;
es hora de que entiendas y madures –
- Mi tío Raúl tiene una bicicleta, está un poco
oxidada, pero funciona.
Me miró con el gesto
condescendiente de un maestro hacia su discípulo tonto.
- Tu tío Raúl está vendiéndome su bicicleta pieza por
pieza, pronto será completamente mía y ya no habrá bicicletas en el mundo. Good
bye Dan; regards!
¡ Me llamo Daniel !
Llegué a casa con las manos
vacías y fui derechito al galpón donde yacían los pedazos de mi bici, allí
encontré al tío Hugo. Simpático y bonachón, estuvo mas de tres horas
hablándome, para terminar ( ¡por fin! ) diciendo:
- Esto es un verdadero desastre mi pana, pero toma,
aquí tu viejo tío Hugo te trae la solución –
Me entregó una caja bastante
pesada. Adentro había un par de zapatos pintados de rojo.
- ¿Te gusta?; es la bicicleta del siglo XXI. -
- Otra vez con lo mismo -, pensé; - ¡con
razón se lleva tan bien con el verdulero!. Le di las gracias , no
fuera cosa de que se pusiera a hablar de nuevo. Por suerte se fue.
Y aquí estoy, mirando mi
bicicleta roja despiezada en el piso y pensando. No se si lograré armarla, pero
lo voy a intentar, porque…….¡¡ah!!, me
parece que este tornillo va en aquella pieza.
Los dejo, hay una bici por
ensamblar.