El Verbonauta, tiene el honor de reproducir esta nota
realizada a Jorge Altamira, referente nacional del Partido Obrero (Argentina) y
uno de los cuadros más importantes del Trotskismo internacional, publicada por Revista Polenta.
FUENTE: https://revistapolenta.wordpress.com/2017/06/14/jorge-altamira-acerca-de-mi-vida-de-leon-trotsky/?fbclid=IwAR3UBAlQ3Ycwxmphee1UmB62WtSbbULqB-zfEg7cjLXc4PXGs1RPdVEM8dw
Por: JORGE ALTAMIRA
14 junio, 2017
Naturalmente, cuando aparece un libro de este tipo, al menos
mi inquietud, mi interés, es cómo lo hacemos popular entre los trabajadores del
país. Porque no es un libro de un revolucionario argentino ni latinoamericano.
Es el libro de uno de los más grandes hombres de esta época, fundador del
Ejército Rojo, líder de la Revolución de Octubre, fundador de la Cuarta
Internacional… pero a medida que va pasando el tiempo, para las nuevas
generaciones puede resultar todavía una figura extraña, y nosotros tenemos que
impedirlo. Tenemos que esforzarnos para que la lectura de Mi Vida sea realizada
por los trabajadores más activos, más conscientes, por los luchadores de la
clase obrera.
En este sentido quiero decirles que cuando yo leí Mi Vida la
edición era española y la traducción era de Andrés Nin, y uno sentía al leer el
libro, esto uno lo comprueba con el paso del tiempo, que estaba leyendo un
libro que, por quién lo tradujo, de dónde venía, etcétera, estaba asociado a
procesos revolucionarios. Era un libro que en su estética llevaba una impronta
revolucionaria. De golpe se me ocurrió que a lo mejor oliendo ese viejo libro
uno sentía la revolución. ¿Como podemos hacer para que los trabajadores de
Argentina tengan esa misma experiencia, que en determinado momento la
manipulación de un libro, olerlo, verle las tapas, los inspire
revolucionariamente? Eso se puede hacer. La forma en que ocurre es que el que
entrega y explica el libro es, para quien lo recibe, un compañero de combate,
un compañero de lucha. Entonces el libro va a estar asociado a las experiencias
de lucha con ese compañero, con ese partido, con esa interna, con ese cuerpo de
delegados, con ese grupo de activistas. Así se va creando, en el interior de
cada uno, una reunión: un libro de un líder ruso asesinado en América Latina se
va transformando en algo propio, y eso es realmente el internacionalismo
proletario.
La única advertencia que a lo sumo podría hacer en un caso
de este tipo es la siguiente: tenemos que discutir enormemente las obras de
Trotsky, e insisto, que las lean los trabajadores. Pero tenemos que evitar
escudarnos en ellas. Tenemos que hablar de nuestras propias experiencias
basadas en las enseñanzas de Trotsky, de Lenin, de Marx… de las experiencias
revolucionarias. Yo recuerdo hace quizá treinta años o más, había un dirigente
trotskista francés, obrero del subterráneo en París, que escribió muchos
libros, lo cual era todo un mérito, pero la mitad del libro o más eran citas de
Trotsky. Es decir que en sus libros no se veía cuál era el pensamiento de los
revolucionarios franceses a la luz de su propia experiencia. Escribía dos
frases, dos puntos, “como dijo Trotsky…”, y ocho, nueve páginas con una cita.
Casi parecían estos apuntes que se mimeografían en la universidad. Tenemos que
actuar como si cada uno de nosotros fuese Trotsky y quisiera contribuir a la
marcha de la emancipación de la clase obrera, y de la humanidad, con la
contribución que podemos hacer sobre la base de las discusiones que tenemos y
de la experiencia política que vivimos. Creo que esa es una gran tarea.
En la publicidad que he visto se dice que es la mejor
autobiografía política. Eso es cierto. Es la mejor. Pero tiene varias
características más. Por ejemplo: normalmente la gente escribe su autobiografía
cuando ya no le queda más nada por decir. Trotsky escribe esto a principios del
30, cuando le queda todavía mucho que decir. ¿Por qué quiere una autobiografía?
¿Lo que le queda por delante no forma parte de su biografía? ¿Su biografía
queda ahí? Esto es, no al final, sino en la mitad del combate.

Quisiera incorporar aquí también una visión de Mi Vida que
me viene de un análisis que hace nuestro compañero del POR de Grecia, Savas
Matsas, en una crítica a tres obras importantes y que creo que se aplican a
esta obra de Trotsky. Por ejemplo, para Savas Matsas, el relato sobre Ulises
que se hace en la antigüedad griega, el Quijote de Cervantes, y el último
Ulises, de James Joyce, tienen una cosa en común muy interesante: son viajes.
Es decir, el ser humano viaja, nace para viajar, para descubrir el mundo, la
naturaleza, el cosmos, y para descubrirse a sí mismo, y estos son relatos de
viajes. Él dice que el Ulises de Homero es un Ulises que recorre el mundo de la
antigüedad, de Asia Menor, del Egeo, es decir el mercado mundial de su época, y
es una operación de descubrimiento. Después dice que el Quijote es alguien que
arranca de un pueblo medieval a descubrir el capitalismo, y es un libro que
relata el advenimiento del capitalismo. Finalmente, el Ulises de Joyce es un viaje
al interior del personaje de Ulises, y es la expresión de la decadencia
capitalista, que ya no puede desarrollar objetivamente absolutamente nada y
vive una continua introspección.
Si nosotros tomamos este modelo, ¿qué significa Mi Vida? Mi
Vida es el viaje de la revolución mundial, porque Trotsky es mandado a Siberia,
se escapa en medio de la nieve, termina en Europa, y en la peregrinación llega
hasta Estados Unidos. Escribe sobre todos los procesos revolucionarios de los
países en los que participa, sin dejar de contribuir a la lucha revolucionaria
en Rusia. Vuelve, encabeza una revolución, destruye al ejército de 14 naciones
europeas y a los ejércitos de las contrarrevoluciones internas. Viaja en un
tren, en el que escribe críticas literarias, desarrolla un combate dentro de su
partido, es expulsado, sus hijos y camaradas son exterminados, vuelve al
exilio, vuelve a recorrer… es la peregrinación de la revolución mundial. Es un
viaje que no figura en ninguno de los textos anteriores, y es un viaje que va a
ser relatado en el futuro por algún otro camarada, o grupo de camaradas, cuando
se celebre la victoria de la revolución socialista en todo el mundo. Esta es
una apreciación que rescato fuertemente de Mi Vida porque tampoco se trata de
leerlo como algo exterior. Uno tiene que sentir el deseo de hacer ese viaje
ahora a partir de la propia experiencia y llevar a la victoria este tema de la
revolución.
En el libro y todas las obras de Trotsky hay tres ideas que
son las que ordenan todo su pensamiento político. La primer idea, y lo van a
ver en Mi Vida, es el problema de la decadencia del capitalismo, que es una
idea absolutamente central. No se puede hacer política revolucionaria sin
entender que el capitalismo, que es un sistema histórico transitorio, está en
la etapa de su declinación, es decir está en etapa de transición hacia otro
sistema social. Es una cuestión absolutamente decisiva. Trotsky aporta este
elemento, mucho más tempranamente que muchos otros grandes marxistas, con la
teoría de la revolución permanente. Poco se ha analizado que la teoría de la
revolución permanente señala que es el proletariado el que va dirigir la
revolución en un país atrasado, y no como había ocurrido hasta ese momento, que
se pensaba que debía ser la burguesía nacional. Porque la burguesía nacional,
ante la emergencia de un proletariado concentrado, combativo, luchador, con
conciencia de clase, había perdido definitivamente cualquier rasgo
revolucionario. La decadencia del capitalismo es anunciada por el solo hecho de
la presencia del proletariado como clase independiente. No hay que buscar los
libros de sociología y ver cuánto se produce en esto y cuánto cae la
producción, y esto otro, para deducir la decadencia del capitalismo. Eso es
sociologismo. Eso no es un análisis revolucionario. La presencia del
proletariado como clase desafiando políticamente el orden existente ya señala
que el capitalismo ha caducado. Por eso Lenin, cuando surge la primera
revolución, inmediatamente después de la victoria de esa revolución dice: “la
revolución ha concluido”. Una revolución que no es bajo la dirección del
proletariado no tiene otra tarea ya por delante. Ahora corresponde hacer la
revolución proletaria.

Ustedes saben que en la UBA y probablemente en otros lados
hay corrientes que niegan esto, y afirman que la teoría del imperialismo es un
invento de Lenin y de algunos más, y que en realidad se trata siempre del mismo
viejo capitalismo, y que no hay nada en la forma de dominación del imperialismo
que lo haga diferente del capitalismo en general. Como esto es una charla sobre
Mi Vida, no voy a entrar en los detalles, pero quiero hacer una observación.
¿Qué es lo que omiten? Omiten que para Lenin, el imperialismo es el tránsito
del capitalismo en ascenso al capitalismo en descomposición. Entonces si el
capitalismo es siempre el mismo capitalismo, ¿cual es la etapa de agotamiento
del capitalismo?; ¿en qué se manifiesta?; ¿en qué se manifiesta su final como
régimen social?; ¿en qué se manifiesta su decadencia, su declinación? Se tiene
que manifestar de una forma histórica concreta, si no la tiene quiere decir que
no existe. Por eso esta gente dice: “muchachos no se preocupen por la crisis
mundial, ya hubo otras y los capitalistas volvieron”. Es decir, no hay un
proceso histórico, hay un proceso circular, el mito del eterno retorno, el
capitalismo vuelve a sus fuentes.
Trotsky combate sistemáticamente esto. Ustedes leen el
programa de transición y ya comienza con la caracterización del capitalismo en
decadencia, y por lo tanto de la madurez de las condiciones objetivas para la
revolución. Esto es absolutamente fundamental. Lo mismo que la comprensión de
la tendencia del capitalismo a disolverse sobre la base de su propio
desarrollo. Al margen de esto una teoría revolucionaria no tiene un fundamento
objetivo, y él va a insistir sistemáticamente, y quisiera aportar para ustedes
que lean algo que en otras épocas los trotskistas más leíamos, que eran las
minutas de Trotsky de discusión con el partido norteamericano SWP, que trataban
de cómo trabajar con un proletariado muy empírico, muy apegado a cosas
prácticas, sin aspiración teórica, y Trotsky demostró una gran capacidad en orientar
pero siempre les señalaba que la situación de Estados Unidos desde el punto de
vista histórico mundial era una situación de decadencia del capitalismo y de
perspectivas estratégicas revolucionarias, incluso si el proletariado de ese
país creía a muerte en el sistema capitalista norteamericano. Es decir: el
movimiento práctico de la lucha no puede sustituir la comprensión del objetivo
estratégico de la misma y la tarea es acercar el uno hacia el otro.
El otro aporte, de las tres cosas centrales que me parece
fundamental señalar, es el problema del partido, absolutamente. Hoy más que
nunca debe ser reforzado porque con el argumento de que los partidos
capitalistas ya no son partidos y se han venido abajo, etc, hay un ataque a la
teoría del partido. ¿Qué es un partido? El partido no es un aparato. No son las
formas de organización que adopta un conjunto de compañeros. El partido de la
clase obrera es la transformación del proletariado en una clase consciente de
sus objetivos históricos. Eso es fundamentalmente el partido, y si una clase
explotada no adopta la conciencia de sí misma, y no adopta la comprensión de su
finalidad histórica, y no se da los instrumentos, seguirá siendo una clase
explotada por los siglos de los siglos.
En la cuestión del partido se está discutiendo si el
proletariado va a luchar por su emancipación o no, y un proletariado, para
luchar por su emancipación, tiene que construir un partido. No solamente eso.
El partido no es un aparato, pero estamos hablando ahora, después de
trescientos años de historia del movimiento obrero. El partido hoy es la
comprensión de la experiencia histórica de estos trescientos años del
movimiento obrero, de sus victorias y de sus derrotas. De la masacre de la
Comuna de París y de la derrota termidoriana o estalinista de la Revolución de
Octubre. Eso tiene que ser asimilado. Si lo es, y en la lucha de clases se
verifica que es asimilado, eso es un partido. Esa cuestión es absolutamente
fundamental.

Nosotros no negamos que hay otros partidos obreros. Hay
partidos reformistas que son obreros. Hay partidos centristas que son obreros,
o hay partidos obreros que son centristas. Ya Marx en el Manifiesto Comunista
trata este punto: ¿qué relación tienen los comunistas con otros partidos
obreros que no sean el partido comunista?; dice, los comunistas no tenemos un
antagonismo con esos partidos, sino que representamos en el movimiento
histórico de la clase obrera su interés de orden general. Existen esos otros
partidos. Ustedes los conocen. Se fundó en Inglaterra el Partido Laborista, en
Estados Unidos también se intentó, y para no ir muy lejos, existe el PT en
Brasil, un partido iniciado por dirigentes sindicales y otros grupos
pequeñoburgueses, y se formó un PT, un partido de trabajadores. Hay otros
partidos de esas características. De lo que estamos hablando nosotros no es de
esos partidos. De lo que estamos hablando nosotros, y de lo que habla Mi Vida,
es del partido revolucionario, del partido del cual hablaba Marx en la circular
de 1850: el proletariado convertido en clase para sí, que se manifiesta de ese
modo porque construye un partido.
Planteado este problema para Argentina: ¿está planteada en
la Argentina la formación de otro partido que no sea un partido obrero y
revolucionario? Pensamos que no, no está planteada, y sería un error
plantearla. Sería un grave error plantear la formación de un partido obrero
centrista, que lo sería, porque sería un partido no basado en un programa
revolucionario, no basado en una comprensión histórica, sino que sería un
partido basado en las plataformas elementales por las cuales hoy luchan los
trabajadores. Lo vemos hoy en la huelga del subte, la tremenda lucha de la
vanguardia de la clase obrera, los obreros más avanzados contra la burocracia
sindical. No debemos introducir ninguna confusión en esa lucha y exhortar a los
luchadores a unirse con la izquierda revolucionaria para formar un auténtico
partido obrero revolucionario.
Hay una tercera cuestión pero me voy a omitir de
desarrollarla sobre la actual crisis mundial y toda una serie de aspectos que
podrían ser fundamentales, porque, aunque me puse un reloj, perdí el control
del tiempo y supongo que está superado. Entonces no hace falta que les diga que
esta crisis mundial tiene un significado sísmico para el capitalismo, y todavía
no hemos visto la peor parte. Porque ustedes piensen que mediante la
utilización de recursos absolutamente extraordinarios después de siete años de
crisis la economía no levanta en ningún país del mundo, y lo que está en crisis
en todos los países del mundo es el agotamiento de esos recursos extraordinarios.
Con esto quiero decir que a pesar del llamado keynesianismo, de los ajustes y
de todos los rescates financieros, el mundo marcha hacia un proceso de
depresión y deflación, a una agudización extraordinaria de la lucha de clases,
y se manifiesta en las crisis políticas en Europa, en la perspectiva de
disolución de la Unión Europea, en procesos revolucionarios como en el Medio
Oriente en Egipto, en levantamientos populares que se van desarrollando como en
España, como en Grecia. Es decir, esta crisis mundial abre grandes perspectivas
que nosotros tenemos absolutamente que desarrollar, y empieza a enfrentarse de
nuevo a un ascenso de la izquierda, que lamentablemente capitaliza la izquierda
centrista o la izquierda reformista, pero que es un indicador del seguro
ascenso de la izquierda revolucionaria sobre la base del fracaso de estas
corrientes, y se manifiesta en la reapertura de la cuestión del fascismo en Europa.
En particular con el caso griego, donde se ha levantado, junto con la policía y
el ejército, un agrupamiento fascista que es muy importante. Es decir que
nosotros, los que defendemos la IV Internacional y los trotskistas que
militamos en este país enfrentamos un desafío extraordinario, una perspectiva
mundial absolutamente fabulosa.

En este punto quiero concluir con lo siguiente. Hablamos
mucho de la dictadura del proletariado, pero; ¿qué es la dictadura del
proletariado? Es un gobierno de los trabajadores dirigido por un partido
revolucionario. No es una arquitectura institucional, donde las decisiones se
toman de una manera o de otra. Es la organización del proletariado como clase
dominante bajo la dirección de un partido revolucionario, ¿y por qué? Porque el
objetivo de la toma del poder y de la dictadura del proletariado es abolir la
sociedad de clases y abrir el rumbo al comunismo, no establecer otra forma
política de dominación. No es lo institucional de la dictadura del proletariado
lo que la caracteriza, sino la conciencia política, el programa, de que es la
última forma de la dominación de clase y el inicio de la transición hacia una
sociedad sin clases y sin estado. Por lo tanto, decadencia del capital,
partido, comunismo, emancipación humana, forman un único haz que no puede
deshacerse sin pervertir la causa revolucionaria.
Gracias por publicar esta intervención de Jorge Altamira.
ResponderEliminar¿Qué más se puede decir de Altamira y su capacidad para expresar pedagógicamente, facilitando su comprensión sobre temas que a uno le parecen complejos?
Los verdaderos maestros son así.
Saludos y adelante con el blog.