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martes, 27 de noviembre de 2018

ACERCA DE “MI VIDA”, DE LEÓN TROTSKY


El Verbonauta, tiene el honor de reproducir esta nota realizada a Jorge Altamira, referente nacional del Partido Obrero (Argentina) y uno de los cuadros más importantes del Trotskismo internacional, publicada por Revista Polenta.

FUENTE: https://revistapolenta.wordpress.com/2017/06/14/jorge-altamira-acerca-de-mi-vida-de-leon-trotsky/?fbclid=IwAR3UBAlQ3Ycwxmphee1UmB62WtSbbULqB-zfEg7cjLXc4PXGs1RPdVEM8dw

Por: JORGE ALTAMIRA
14 junio, 2017

Naturalmente, cuando aparece un libro de este tipo, al menos mi inquietud, mi interés, es cómo lo hacemos popular entre los trabajadores del país. Porque no es un libro de un revolucionario argentino ni latinoamericano. Es el libro de uno de los más grandes hombres de esta época, fundador del Ejército Rojo, líder de la Revolución de Octubre, fundador de la Cuarta Internacional… pero a medida que va pasando el tiempo, para las nuevas generaciones puede resultar todavía una figura extraña, y nosotros tenemos que impedirlo. Tenemos que esforzarnos para que la lectura de Mi Vida sea realizada por los trabajadores más activos, más conscientes, por los luchadores de la clase obrera.

En este sentido quiero decirles que cuando yo leí Mi Vida la edición era española y la traducción era de Andrés Nin, y uno sentía al leer el libro, esto uno lo comprueba con el paso del tiempo, que estaba leyendo un libro que, por quién lo tradujo, de dónde venía, etcétera, estaba asociado a procesos revolucionarios. Era un libro que en su estética llevaba una impronta revolucionaria. De golpe se me ocurrió que a lo mejor oliendo ese viejo libro uno sentía la revolución. ¿Como podemos hacer para que los trabajadores de Argentina tengan esa misma experiencia, que en determinado momento la manipulación de un libro, olerlo, verle las tapas, los inspire revolucionariamente? Eso se puede hacer. La forma en que ocurre es que el que entrega y explica el libro es, para quien lo recibe, un compañero de combate, un compañero de lucha. Entonces el libro va a estar asociado a las experiencias de lucha con ese compañero, con ese partido, con esa interna, con ese cuerpo de delegados, con ese grupo de activistas. Así se va creando, en el interior de cada uno, una reunión: un libro de un líder ruso asesinado en América Latina se va transformando en algo propio, y eso es realmente el internacionalismo proletario.

La única advertencia que a lo sumo podría hacer en un caso de este tipo es la siguiente: tenemos que discutir enormemente las obras de Trotsky, e insisto, que las lean los trabajadores. Pero tenemos que evitar escudarnos en ellas. Tenemos que hablar de nuestras propias experiencias basadas en las enseñanzas de Trotsky, de Lenin, de Marx… de las experiencias revolucionarias. Yo recuerdo hace quizá treinta años o más, había un dirigente trotskista francés, obrero del subterráneo en París, que escribió muchos libros, lo cual era todo un mérito, pero la mitad del libro o más eran citas de Trotsky. Es decir que en sus libros no se veía cuál era el pensamiento de los revolucionarios franceses a la luz de su propia experiencia. Escribía dos frases, dos puntos, “como dijo Trotsky…”, y ocho, nueve páginas con una cita. Casi parecían estos apuntes que se mimeografían en la universidad. Tenemos que actuar como si cada uno de nosotros fuese Trotsky y quisiera contribuir a la marcha de la emancipación de la clase obrera, y de la humanidad, con la contribución que podemos hacer sobre la base de las discusiones que tenemos y de la experiencia política que vivimos. Creo que esa es una gran tarea.

En la publicidad que he visto se dice que es la mejor autobiografía política. Eso es cierto. Es la mejor. Pero tiene varias características más. Por ejemplo: normalmente la gente escribe su autobiografía cuando ya no le queda más nada por decir. Trotsky escribe esto a principios del 30, cuando le queda todavía mucho que decir. ¿Por qué quiere una autobiografía? ¿Lo que le queda por delante no forma parte de su biografía? ¿Su biografía queda ahí? Esto es, no al final, sino en la mitad del combate.

La otra característica es que el libro de Trotsky es un arma de lucha ante los infundios, mentiras, calumnias del estalinismo, contra el trotskismo y contra la oposición de izquierda, en la Unión Soviética. Trotsky escribe Mi Vida para combatir esos infundios y para defender una causa política. Muchos interpretaron —y esto es mucho más manifiesto en la oportunidad en que Trotsky escribe un libro que no concluyó, Stalin—, que el trotskismo era una réplica al estalinismo, que era una lucha entre primos, y durante mucho tiempo se difundió la tesis, aún ahora, de que el trotskismo es el adversario del estalinismo. De ninguna manera. El trotskismo es antes que nada la defensa de la vigencia histórica de la revolución bolchevique de 1917, eso es lo que ordena el pensamiento del trotskismo y la Cuarta Internacional. El estalinismo es atacado como contrarrevolucionario por ser un bloqueo al proletariado mundial en la lucha por la revolución socialista. Pero el problema es la revolución socialista, no el estalinismo. El problema es la defensa de la revolución permanente contra el socialismo en un solo país. El problema es evitar y combatir la colaboración de clases bajo la forma del frente popular. Es decir, es una política por la revolución mundial, no es una querella contra el estalinismo. Incluso tampoco es una disputa ideológica porque como Trotsky lo explicó muchas veces, y es un punto muy importante, el estalinismo no tiene ideología. Su ideología es el oportunismo. Es lo que conviene cada vez a un aparato. A veces es oportunista, a veces de ultraizquierda, a veces sectario, a veces amplio, a veces esto y a veces lo otro. Es un aparato contrarrevolucionario que en su defensa adopta todos los recursos políticos posibles. No es la expresión práctica de una elaboración teórica.

Quisiera incorporar aquí también una visión de Mi Vida que me viene de un análisis que hace nuestro compañero del POR de Grecia, Savas Matsas, en una crítica a tres obras importantes y que creo que se aplican a esta obra de Trotsky. Por ejemplo, para Savas Matsas, el relato sobre Ulises que se hace en la antigüedad griega, el Quijote de Cervantes, y el último Ulises, de James Joyce, tienen una cosa en común muy interesante: son viajes. Es decir, el ser humano viaja, nace para viajar, para descubrir el mundo, la naturaleza, el cosmos, y para descubrirse a sí mismo, y estos son relatos de viajes. Él dice que el Ulises de Homero es un Ulises que recorre el mundo de la antigüedad, de Asia Menor, del Egeo, es decir el mercado mundial de su época, y es una operación de descubrimiento. Después dice que el Quijote es alguien que arranca de un pueblo medieval a descubrir el capitalismo, y es un libro que relata el advenimiento del capitalismo. Finalmente, el Ulises de Joyce es un viaje al interior del personaje de Ulises, y es la expresión de la decadencia capitalista, que ya no puede desarrollar objetivamente absolutamente nada y vive una continua introspección.

Si nosotros tomamos este modelo, ¿qué significa Mi Vida? Mi Vida es el viaje de la revolución mundial, porque Trotsky es mandado a Siberia, se escapa en medio de la nieve, termina en Europa, y en la peregrinación llega hasta Estados Unidos. Escribe sobre todos los procesos revolucionarios de los países en los que participa, sin dejar de contribuir a la lucha revolucionaria en Rusia. Vuelve, encabeza una revolución, destruye al ejército de 14 naciones europeas y a los ejércitos de las contrarrevoluciones internas. Viaja en un tren, en el que escribe críticas literarias, desarrolla un combate dentro de su partido, es expulsado, sus hijos y camaradas son exterminados, vuelve al exilio, vuelve a recorrer… es la peregrinación de la revolución mundial. Es un viaje que no figura en ninguno de los textos anteriores, y es un viaje que va a ser relatado en el futuro por algún otro camarada, o grupo de camaradas, cuando se celebre la victoria de la revolución socialista en todo el mundo. Esta es una apreciación que rescato fuertemente de Mi Vida porque tampoco se trata de leerlo como algo exterior. Uno tiene que sentir el deseo de hacer ese viaje ahora a partir de la propia experiencia y llevar a la victoria este tema de la revolución.

En el libro y todas las obras de Trotsky hay tres ideas que son las que ordenan todo su pensamiento político. La primer idea, y lo van a ver en Mi Vida, es el problema de la decadencia del capitalismo, que es una idea absolutamente central. No se puede hacer política revolucionaria sin entender que el capitalismo, que es un sistema histórico transitorio, está en la etapa de su declinación, es decir está en etapa de transición hacia otro sistema social. Es una cuestión absolutamente decisiva. Trotsky aporta este elemento, mucho más tempranamente que muchos otros grandes marxistas, con la teoría de la revolución permanente. Poco se ha analizado que la teoría de la revolución permanente señala que es el proletariado el que va dirigir la revolución en un país atrasado, y no como había ocurrido hasta ese momento, que se pensaba que debía ser la burguesía nacional. Porque la burguesía nacional, ante la emergencia de un proletariado concentrado, combativo, luchador, con conciencia de clase, había perdido definitivamente cualquier rasgo revolucionario. La decadencia del capitalismo es anunciada por el solo hecho de la presencia del proletariado como clase independiente. No hay que buscar los libros de sociología y ver cuánto se produce en esto y cuánto cae la producción, y esto otro, para deducir la decadencia del capitalismo. Eso es sociologismo. Eso no es un análisis revolucionario. La presencia del proletariado como clase desafiando políticamente el orden existente ya señala que el capitalismo ha caducado. Por eso Lenin, cuando surge la primera revolución, inmediatamente después de la victoria de esa revolución dice: “la revolución ha concluido”. Una revolución que no es bajo la dirección del proletariado no tiene otra tarea ya por delante. Ahora corresponde hacer la revolución proletaria.

El problema de la decadencia del capitalismo es fundamental porque estamos viviendo una crisis mundial que no podemos tomar en términos económicos. Yo escuché recientemente a alguien decir, en las filas de la CRCI, a la que nosotros pertenecemos, que estamos en la tercera larga depresión del capitalismo. Es verdad, es la tercera, pero el planteo no es correcto, porque la primera fue en una época de ascenso del capitalismo, y la segunda y esta son en pleno derrumbe, no son iguales. La primera fue una experiencia que habilitó al capitalismo a desarrollar fuertemente las fuerzas productivas y a inaugurar la era del dominio de los monopolios. Estas crisis de hoy son las de un capitalismo senil. No es lo mismo una enfermedad y un resfrío en un niño de cuatro años que en un hombre de 80. En uno son las pruebas que la vida le pone para que madure. En el otro puede ser la prueba final de su existencia o el detonante, el incidente, que pone fin a su existencia. Esto lo tenemos que tener presente porque el problema del poder se plantea a partir de la compresión de la decadencia del sistema social existente, no puede ser de otra manera.

Ustedes saben que en la UBA y probablemente en otros lados hay corrientes que niegan esto, y afirman que la teoría del imperialismo es un invento de Lenin y de algunos más, y que en realidad se trata siempre del mismo viejo capitalismo, y que no hay nada en la forma de dominación del imperialismo que lo haga diferente del capitalismo en general. Como esto es una charla sobre Mi Vida, no voy a entrar en los detalles, pero quiero hacer una observación. ¿Qué es lo que omiten? Omiten que para Lenin, el imperialismo es el tránsito del capitalismo en ascenso al capitalismo en descomposición. Entonces si el capitalismo es siempre el mismo capitalismo, ¿cual es la etapa de agotamiento del capitalismo?; ¿en qué se manifiesta?; ¿en qué se manifiesta su final como régimen social?; ¿en qué se manifiesta su decadencia, su declinación? Se tiene que manifestar de una forma histórica concreta, si no la tiene quiere decir que no existe. Por eso esta gente dice: “muchachos no se preocupen por la crisis mundial, ya hubo otras y los capitalistas volvieron”. Es decir, no hay un proceso histórico, hay un proceso circular, el mito del eterno retorno, el capitalismo vuelve a sus fuentes.

Trotsky combate sistemáticamente esto. Ustedes leen el programa de transición y ya comienza con la caracterización del capitalismo en decadencia, y por lo tanto de la madurez de las condiciones objetivas para la revolución. Esto es absolutamente fundamental. Lo mismo que la comprensión de la tendencia del capitalismo a disolverse sobre la base de su propio desarrollo. Al margen de esto una teoría revolucionaria no tiene un fundamento objetivo, y él va a insistir sistemáticamente, y quisiera aportar para ustedes que lean algo que en otras épocas los trotskistas más leíamos, que eran las minutas de Trotsky de discusión con el partido norteamericano SWP, que trataban de cómo trabajar con un proletariado muy empírico, muy apegado a cosas prácticas, sin aspiración teórica, y Trotsky demostró una gran capacidad en orientar pero siempre les señalaba que la situación de Estados Unidos desde el punto de vista histórico mundial era una situación de decadencia del capitalismo y de perspectivas estratégicas revolucionarias, incluso si el proletariado de ese país creía a muerte en el sistema capitalista norteamericano. Es decir: el movimiento práctico de la lucha no puede sustituir la comprensión del objetivo estratégico de la misma y la tarea es acercar el uno hacia el otro.

El otro aporte, de las tres cosas centrales que me parece fundamental señalar, es el problema del partido, absolutamente. Hoy más que nunca debe ser reforzado porque con el argumento de que los partidos capitalistas ya no son partidos y se han venido abajo, etc, hay un ataque a la teoría del partido. ¿Qué es un partido? El partido no es un aparato. No son las formas de organización que adopta un conjunto de compañeros. El partido de la clase obrera es la transformación del proletariado en una clase consciente de sus objetivos históricos. Eso es fundamentalmente el partido, y si una clase explotada no adopta la conciencia de sí misma, y no adopta la comprensión de su finalidad histórica, y no se da los instrumentos, seguirá siendo una clase explotada por los siglos de los siglos.

En la cuestión del partido se está discutiendo si el proletariado va a luchar por su emancipación o no, y un proletariado, para luchar por su emancipación, tiene que construir un partido. No solamente eso. El partido no es un aparato, pero estamos hablando ahora, después de trescientos años de historia del movimiento obrero. El partido hoy es la comprensión de la experiencia histórica de estos trescientos años del movimiento obrero, de sus victorias y de sus derrotas. De la masacre de la Comuna de París y de la derrota termidoriana o estalinista de la Revolución de Octubre. Eso tiene que ser asimilado. Si lo es, y en la lucha de clases se verifica que es asimilado, eso es un partido. Esa cuestión es absolutamente fundamental.

Con eso estoy diciendo muy claramente que en nuestra lucha por el desarrollo del Frente de Izquierda, nosotros comprendemos perfectamente que el frente es una forma histórica, o una forma práctica o política, de carácter transitorio. Que sirve al desarrollo de la conciencia revolucionaria, de la organización. Pero la tarea histórica es construir un partido de la clase obrera. Que en la Argentina, en América Latina, en el mundo, la lucha de Trotsky por la Cuarta Internacional constituya un partido político. Hoy estamos en una crisis general que habilita lo siguiente: ¿qué es un partido? El partido es la unión de la conciencia política y el movimiento obrero que lucha cotidianamente. Son las dos fuerzas históricas que crearon las cuatro Internacionales. Fueron sus objetivos. Eso tiene que ser muy insistentemente señalado, y en la lectura de esta obra el problema del partido es fundamental. Lo quiero decir en particular porque hay una polémica que para muchos historiadores Trotsky en Mi Vida no trata con el debido cuidado. Es la polémica con Lenin en torno a la escisión del partido socialdemócrata y la formación del partido o tendencia bolchevique en el año 1902, cuando Trotsky se mantiene desde ese año hasta 1917 fuera del partido bolchevique. En Mi Vida se ve, se va a ver en los diez años posteriores, que nadie asimiló como Trotsky la importancia del partido político de la clase obrera. Incluso se puede ver en esa polémica con Lenin, en la que él dice “estuve equivocado”, pero se puede ver esa asimilación, y en el libro eso está claro: el problema es el partido. Trotsky acuña la frase más concentrada: “El partido es el programa”, y son dos factores completamente indisolubles.

Nosotros no negamos que hay otros partidos obreros. Hay partidos reformistas que son obreros. Hay partidos centristas que son obreros, o hay partidos obreros que son centristas. Ya Marx en el Manifiesto Comunista trata este punto: ¿qué relación tienen los comunistas con otros partidos obreros que no sean el partido comunista?; dice, los comunistas no tenemos un antagonismo con esos partidos, sino que representamos en el movimiento histórico de la clase obrera su interés de orden general. Existen esos otros partidos. Ustedes los conocen. Se fundó en Inglaterra el Partido Laborista, en Estados Unidos también se intentó, y para no ir muy lejos, existe el PT en Brasil, un partido iniciado por dirigentes sindicales y otros grupos pequeñoburgueses, y se formó un PT, un partido de trabajadores. Hay otros partidos de esas características. De lo que estamos hablando nosotros no es de esos partidos. De lo que estamos hablando nosotros, y de lo que habla Mi Vida, es del partido revolucionario, del partido del cual hablaba Marx en la circular de 1850: el proletariado convertido en clase para sí, que se manifiesta de ese modo porque construye un partido.

Planteado este problema para Argentina: ¿está planteada en la Argentina la formación de otro partido que no sea un partido obrero y revolucionario? Pensamos que no, no está planteada, y sería un error plantearla. Sería un grave error plantear la formación de un partido obrero centrista, que lo sería, porque sería un partido no basado en un programa revolucionario, no basado en una comprensión histórica, sino que sería un partido basado en las plataformas elementales por las cuales hoy luchan los trabajadores. Lo vemos hoy en la huelga del subte, la tremenda lucha de la vanguardia de la clase obrera, los obreros más avanzados contra la burocracia sindical. No debemos introducir ninguna confusión en esa lucha y exhortar a los luchadores a unirse con la izquierda revolucionaria para formar un auténtico partido obrero revolucionario.

Hay una tercera cuestión pero me voy a omitir de desarrollarla sobre la actual crisis mundial y toda una serie de aspectos que podrían ser fundamentales, porque, aunque me puse un reloj, perdí el control del tiempo y supongo que está superado. Entonces no hace falta que les diga que esta crisis mundial tiene un significado sísmico para el capitalismo, y todavía no hemos visto la peor parte. Porque ustedes piensen que mediante la utilización de recursos absolutamente extraordinarios después de siete años de crisis la economía no levanta en ningún país del mundo, y lo que está en crisis en todos los países del mundo es el agotamiento de esos recursos extraordinarios. Con esto quiero decir que a pesar del llamado keynesianismo, de los ajustes y de todos los rescates financieros, el mundo marcha hacia un proceso de depresión y deflación, a una agudización extraordinaria de la lucha de clases, y se manifiesta en las crisis políticas en Europa, en la perspectiva de disolución de la Unión Europea, en procesos revolucionarios como en el Medio Oriente en Egipto, en levantamientos populares que se van desarrollando como en España, como en Grecia. Es decir, esta crisis mundial abre grandes perspectivas que nosotros tenemos absolutamente que desarrollar, y empieza a enfrentarse de nuevo a un ascenso de la izquierda, que lamentablemente capitaliza la izquierda centrista o la izquierda reformista, pero que es un indicador del seguro ascenso de la izquierda revolucionaria sobre la base del fracaso de estas corrientes, y se manifiesta en la reapertura de la cuestión del fascismo en Europa. En particular con el caso griego, donde se ha levantado, junto con la policía y el ejército, un agrupamiento fascista que es muy importante. Es decir que nosotros, los que defendemos la IV Internacional y los trotskistas que militamos en este país enfrentamos un desafío extraordinario, una perspectiva mundial absolutamente fabulosa.

Para concluir, lo siguiente: ¿Qué quedó de la Argentina kirchnerista? ¿Qué quedó de la batalla cultural que según Beatriz Sarlo había ganado el kirchnerismo? Eso fue hace un año. Un año… la batalla cultural, la victoria cultural del kirchnerismo duró 365 días contando con generosidad. El nacionalismo burgués, pequeño burgués, ha vuelto a fracasar en la Argentina, y esta vez de un modo mucho más inmundo que en el pasado como lo demuestra la alianza kirchnerismo-Macri contra los trabajadores del subte. Porque el traspaso y la tercerización del ajuste y de la derrota del sindicato del subte de parte de Kirchner en manos de Macri es eso. ¿Para qué queremos un gobierno nacional y popular si después pedimos que la gestión la haga la derecha? ¿Cual es la ventaja de un gobierno nacional y popular? Los que dicen que hay que elegir el mal menor, ¿qué dicen? “Podemos pelear mejor con el mal menor que con el mal mayor”. Ahora el mal menor, que es el kirchnerismo, le traspasa la gestión al mal mayor, y le dice “bueno, muy bien, ahora vos sos dueño del subte, ejecutá tu programa: el ajuste, los impuestos a la nafta, a lo que sea, aumento de tarifas, emergencia en el subte y liquidación de la jornada de seis horas”. Es decir, en este momento, tremendamente rico desde el punto de vista político, una lectura de Mi Vida de Trotsky llevaría a la conclusión de que tenemos que oponer a este gobierno y a la salida que se teje, que en el fondo es una salida armada por este propio gobierno con Scioli, con Massa, etc., una alternativa de la izquierda, como la construcción política, el peldaño fundamental, que nos acelera los tiempos hacia la revolución socialista. Porque el objetivo irrenunciable de un militante de la IV internacional y de un militante trotskista, es construir un partido revolucionario para tomar el poder y establecer la dominación política del proletariado.

En este punto quiero concluir con lo siguiente. Hablamos mucho de la dictadura del proletariado, pero; ¿qué es la dictadura del proletariado? Es un gobierno de los trabajadores dirigido por un partido revolucionario. No es una arquitectura institucional, donde las decisiones se toman de una manera o de otra. Es la organización del proletariado como clase dominante bajo la dirección de un partido revolucionario, ¿y por qué? Porque el objetivo de la toma del poder y de la dictadura del proletariado es abolir la sociedad de clases y abrir el rumbo al comunismo, no establecer otra forma política de dominación. No es lo institucional de la dictadura del proletariado lo que la caracteriza, sino la conciencia política, el programa, de que es la última forma de la dominación de clase y el inicio de la transición hacia una sociedad sin clases y sin estado. Por lo tanto, decadencia del capital, partido, comunismo, emancipación humana, forman un único haz que no puede deshacerse sin pervertir la causa revolucionaria.









1 comentario:

  1. Gracias por publicar esta intervención de Jorge Altamira.
    ¿Qué más se puede decir de Altamira y su capacidad para expresar pedagógicamente, facilitando su comprensión sobre temas que a uno le parecen complejos?
    Los verdaderos maestros son así.
    Saludos y adelante con el blog.

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Pido disculpas por no agradecer sus comentarios, por motivos que desconozco, mi propio blog no me lo permite