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miércoles, 14 de febrero de 2018

CORNELIO

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Publicado en la antología; Morir Cuerdo y Vivir Loco.
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Por: Daniel M Forte

La luz de la luna caía a plomo y una suave brisa acariciaba la arboleda; - es una noche ideal, ojalá encuentre a Clorinda, volar acompañado es mejor -.
Silenciosamente cruzó el patio de tierra y llegó hasta la puerta, un pequeño salto y estaría afuera, luego el camino y el bosque, -Clorinda seguro que me espera, será agradable charlar, tal vez hagamos a tiempo de llegar hasta las montañas - .
Tomó impulso para saltar la pared; no hizo a tiempo a despegar las patas del suelo cuando una sombra enorme y siniestra lo interceptó, cayó de espaldas y sintió la presión de cuatro colmillos sobre el cuello, luego, una lengua húmeda y pegajosa lo recorrió de cuerpo entero.

-          ¡Tom, maldita sea! , ¡vas a matarme de un susto!
  
-¡Te sorprendí gallo achacoso!, estás perdiendo el estilo, vi la noche tan linda y me dije, Cornelio  va a volar

     -          Hablá mas bajo, vas a despertar a todos

-          No te preocupes, duermen como troncos mientras Tom los cuida


En la penumbra los ojos de Tom brillaban alegres, ese enorme perro de aspecto temible y corazón  generoso era uno de sus pocos amigos, mientras Cornelio se incorporaba acomodándose las plumas desordenadas por el revolcón, Tom se echó a su lado sin dejar de mover la cola

-          Si Ulises se entera la vas a pasar mal, no me cae bien ese engreído, si por mi fuera me lo comería, pero el amo entonces no se lo que me haría, ¿te vas a encontrar con esa lechuza amiga tuya?

-          Clorinda

-          Clorinda ¡vaya nombrecito!, con gusto te acompañaría, pero el deber es el deber, no vaya a ser que en mi ausencia alguna comadreja haga un desastre.

-          Me voy viejo amigo, antes del amanecer estaré de vuelta

-          ¡Mas te vale!, de lo contrario Ulises...

El camino de tierra lucía solitario alumbrado de tanto en tanto por algún farol; el silencio solo a veces era rasgado por algún ladrido lejano.
Llegó así hasta el recodo, miró  en derredor para asegurarse de que nadie lo viera, hizo una corta carrera y levantó vuelo; al llegar a una altura en donde la brisa soplaba hacia el bosque detuvo el aleteo y planeo con las alas desplegadas en toda su envergadura, abajo todos dormían y  apenas resplandecían con la luna los techos de las casas, allí se sintió feliz, con esa singular alegría que tienen los que han perdido mucho en una larga vida y que se manifiesta como una particularidad de la melancolía; recordó a sus amigos, aquellos que junto a él , en tiempos ya muy lejanos, emprendieron la loca aventura de volar; Exequiel, taciturno y distante pero atento a ayudar aún a riesgo de su vida  - Aquel águila picó en mi dirección y vos te interpusiste, ¿y que podías hacer?, ¡tonto!, maravilloso tonto que salvaste mi vida a costa de la tuya. Alejandro, el mas torpe de todos, que murió enredado en esos hilos que los hombres usan para llevar la luz. Tantos amigos, tantos recuerdos; -los viejos nos reprendían, ¡los gallos no volamos!, pero ¿por qué?, ¿ porque renunciar a superarse?-, no entendían, la comodidad del gallinero había secado su espíritu, -entonces nos desterraron y fuimos al bosque, allí volamos libres y nos creímos dueños del mundo, pero nuestro vuelo era torpe, como todo lo que comienza y uno a uno fuimos cayendo en las garras de las águilas y ahora estoy aquí, yo, Cornelio, el último de los que se atrevieron, volando de noche y recordando - .

-          ¡Cornelio!

La voz apagada de Clorinda lo sacó de sus cavilaciones, planeaba a su lado y en sus ojos resplandecía todo el cariño que le tenía.

-          ¡Es una noche hermosa!, ¿vamos hasta las montañas?

-          Mejor no querido, no volveríamos a tiempo y ese Ulises podría echarte del gallinero, bien sabés que te aceptó por pedido de Violeta, pero no te quiere, y hasta creo que te envidia.

-          ¿Qué podría envidiar Ulises de mi?, él es joven y fuerte, yo solo soy un viejo gallo que vive de prestado y al que nadie toma en serio.

-          Pero en vos el intuye su mediocridad, sos un espejo en el que no quiere reflejarse, se siente seguro y cómodo con lo que es.

Por un largo rato volaron en silencio, a veces muy alto, otras rozando las ramas de la arboleda, haciendo piruetas, disfrutando ese instante de total libertad, luego se posaron en la rama de un pino.

-          ¿Estas bien?, siento tu respiración muy agitada

-          No es nada, es la falta de costumbre y muchos años vividos

-          Será mejor que regreses, pronto amanecerá

-          Si, es lo mejor, ¡hasta pronto querida amiga!

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Era un cielo azul manchado por pequeñas nubes rosas, sus viejos amigos volaban a su lado, reían y bromeaban; felices, jóvenes, hermosos

-          ¡Papá!

Violeta, picoteaba tiernamente su cuello.

-          ¡ Hasta cuando vas a dormir !, son mas de las once

Abrió los ojos fastidiado.

-          Aquí traigo tu desayuno, aunque ya casi es hora de almorzar

Dejó a su lado un puñado de granos de maíz

-          ¡Abuelo!


Recién entonces lo vio, junto a su hija estaba Cesáreo; llevaba colgando del pico una enorme lombriz.

-          Yo mismo la cacé, como me enseñaste

-          ¡Bien, muy bien¡  ¿y tus alas?

-          ¡Papá por favor!, no quiero que metas esas ideas en su cabecita

-          Es un asunto entre mi nieto y yo

-          Cesáreo, ¡andá a jugar!

El pequeño partió en dos la lombriz y dejo una mitad sobre el montoncito de maíz; el medio bicho quedó retorciéndose.

-          No quiero que le inculques tus locuras a mi hijo, ya bastante me importunaste a mí, aún recuerdo los golpazos intentando volar, y tu voz que insistía hasta el cansancio, ¡otra vez, otras vez!, no quiero que Cesa sufra lo que yo sufrí por tu culpa, y ni que hablar si su padre lo sabe, seguro que te echa.

-          ¡Bah, que me importa!, Ulises es un cretino engreído

-          ¡Pero es el padre de mi hijo!, y tanto el como yo queremos darle una educación normal.

-          ¡Caramba!, alguien habla de mi en mi ausencia, ¿otra vez discutiendo?

Ulises apareció como de la nada, alto, erguido, elevando la cabeza para que su cresta luciera como una corona.

-          ¿Estas son horas de levantarse señor Cornelio?

-          A usted que le importa, no tengo la obligación de cantar al alba, puedo hacer lo que quiera

Ulises se irguió aún más

-          Puede hacer lo que le plazca dentro de las normas

-          ¡Sus normas!

-          ¡Las normas ancestrales que siempre hemos respetado y que nos permiten vivir tranquilos y seguros!, sobre todo a salvo de tipos como usted y sus amigos, ¿cree que no conozco la historia?, ¡vaya si la conozco!, un grupo de idealistas que un día se lanzó a volar, ¡que romántico!, ¿y cuales fueron las consecuencias?, las águilas descubrieron que éramos una presa apetitosa, ¡felicitaciones!, nos obsequiaron un nuevo predador. No señor Cornelio, no permitiré que un irresponsable como usted vuelva a trastocar el orden establecido, con los hombres estamos seguros y así permaneceremos. Aquí puede quedarse cuanto guste pero respetando el orden, o lo que es lo mismo, ¡de volar ni pensarlo!, y mucho menos influir sobre los jóvenes y en particular sobre mi hijo.

-          ¿Algún problema Cornelio?

El enorme Tom, que alertado por la discusión se había acercado preguntó sin siquiera mirar a Ulises


-          ¡Usted no se meta!, es un asunto entre nosotros

-          Puede ser, pero estás gritándole a un amigo, y eso no me gusta.

Ulises  giró sobre si mismo y se alejó con paso erguido y marcial, Violeta fue tras el; la patrona entre tanto estaba en el patio de tierra con una olla llena de maíz, voceaba un ridículo – piu, piu – mientras tomando un puñado lo esparcía por el suelo, a su alrededor se apretujaban las gallinas, los pollos jóvenes y los pollitos; mas allá, bajo la galería de la casa, el granjero limpiaba su escopeta.

-          Mirálos Tom, comiendo a los pies de los hombres, tan contentos, tan obesos, tan seguros.

-          No pienses en eso amigo, te hará mal

-          Me lastima lo que veo

Cornelio, con el pecho oprimido por el dolor se levantó, corrió como un poseso por el patio de tierra y de un salto se posó en el techo de la galería, allí cantó como nunca antes lo había hecho, como cuando joven y vigoroso anunciaba el alba y llamaba a sus amigos. Sin dejar su canto batió las alas y emprendió el vuelo en círculos concéntricos alrededor de la casa. La patrona dejó caer la olla, y el maíz con estruendo a hierro viejo se esparció por el suelo, Ulises gritaba y lo amenazaba, Violeta llorosa se tapaba los ojos, Tom corría y saltaba  - ¡bravo amigo, así se hace! - ; él no los escuchaba, solo cantaba y volaba, tampoco llegó a oír el seco estampido que lo acabó; el granjero fue letal con su escopeta.
Esa noche, en el lugar en donde cayó, la luna se reflejó en las lágrimas de un enorme perro que aullaba sin consuelo junto a una lechuza que en silencio honraba la memoria de su amigo, Cornelio. El último de los que se atrevieron.


2 comentarios:

Pido disculpas por no agradecer sus comentarios, por motivos que desconozco, mi propio blog no me lo permite