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miércoles, 16 de agosto de 2023

SIEMPRE SEREMOS MINORÍA.

 




Por Daniel M Forte.

09/06/15

 

…….A diez calles de allí, el centro de Petrogrado iluminado a pleno, los cines, los teatros los cafés, llenos y la gente paseando…

John Reed cuenta esta escena que presenció en sus memorables  10 días que conmovieron al mundo, se estaba desarrollando la más grande revolución de la historia y aquella mayoría neutra, la vivía con indiferencia.

La revolución, poéticamente hablando, es un tumultuoso resplandor, es el caótico desorden que precede al orden nuevo, es violenta y estruendosa, por eso al común de la gente la asusta.

Ellos quieren el orden, la tranquilidad de una vida apacible, sin sobresaltos, porque cuando el eje de la vida esta en el Yo, el Nosotros es apenas una abstracción o un concepto acotado en los límites de la familia, los amigos y  los conocidos.  En ese mundo estrecho en donde habitan, vinieron para usar lo que hay, lo que puedan conseguir en esta vida usufructuando sin conciencia, el sacrificio de quienes los precedieron; así por ejemplo, si se afilian al sindicato, es para disfrutar del hotel en Capilla del Monte, los primeros de mayo son feriados para descansar, y así de seguido; cuando se van no dejan nada, solo la intrascendente comida para los gusanos.

Y así transitan por la vida, tan acotados, tan amantes del orden que creen, porque quieren creer,  cuanta consigna convenientemente adornada les llegue por los medios; ellos son los que votan, para ellos inventó la burguesía el régimen democrático; a los menos cultos, los seducen con limosnas, a los mas preparados, con una batería de símbolos sutiles; y ellos creen, una y otra vez tropiezan con la misma piedra y no aprenden, desprecian a los revolucionarios y les temen, porque la verdad amenaza su burbuja, su mundo de mediocres cotidianeidades.

No hay peor ciego que aquel que no quiere escuchar, porque entonces, el aislamiento es total y la persona reduce civilizadamente su vida al mecanismo animal, a la rutina salvaje de procurarse la comida y los placeres personales sin alterar el orden establecido, sin sentirse parte de un todo que los trascienda; son la mayoría, su voluntad manejada por los hilos del titiritero se impone en los comicios y cuando éstos ya no le sirven al sistema, transformada en opinión pública avala cualquier medida represiva porque la soledad del individualismo hace brotar su cobardía.

Las calles del centro de Petrogrado, transitadas despreocupadamente en aquel octubre glorioso, son la síntesis reveladora de la esencia, del carácter y la inconsciencia de esta masa sin destino; ellos vienen, comen y se van sin dejarle a la historia siquiera una mísera propina.

 

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