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miércoles, 16 de diciembre de 2015

DOS ESTRELLAS FUGACES ( Un cuento de Navidad)

DOS ESTRELLAS FUGACES
Un cuento de Navidad

 Daniel M Forte
     01/04/11
Veinticuatro de diciembre; casi las doce en estas latitudes. Noche de paz, noche de amor.
Una persistente y fría llovizna azota de a ratos aquel agujero cavado en esa tierra arcillosa; el improvisado techo de troncos y lona embreada gotea en varios lugares y convierte al suelo en una pasta pegajosa. Un fogón irradia su tibieza y hace brillar las pupilas de los seis soldados sentados en círculo a su alrededor. Están felices, les han dado vino y chocolate, tienen carne en conserva, pan fresco y esa felicidad colectiva que se mezcla con las tristezas personales emergentes del recuerdo. Allí están, sintetizados en su condición de carne de la guerra, el estudiante, que opera los controles de la batería, aquel que alguna vez para esta fecha destrozando el papel del envoltorio recibió ese trencito a pilas y el campesino, que no recuerda regalo alguno pero añora la chacra, las vacas y los amaneceres del campo. Cada tanto, alguno abre su lata y come en silencio acompañando el bocado con un trago de vino, luego vuelve la vista nuevamente al hipnótico fuego.
Afuera, el viento sacude la lona que tapa el cañón antiaéreo; hay tregua, es lo que dijeron, hoy su boca redonda amordazada no rugirá escupiendo sus mortales luciérnagas; mas allá, la lluvia castiga toda esa devastada geografía oscura y profunda en donde los bosques circundantes apenas se perfilan en el horizonte.

¡No vaya a chocar con Santa Claus!, ¡buena suerte!, fue lo último que escuchó por la radio; chiste fácil y estúpido, pero no culpaba a aquel operador; el también estaba allí en Nochebuena lejos de los suyos. La luna, en toda su redondez brillaba en lo alto desparramando su tenue luminosidad dentro de la carlinga. Volaba por sobre esa espesa capa de nubes a velocidad de crucero, llegado el momento bajaría a ras del suelo y una vez identificado el blanco soltaría el misil. Mientras tanto, esperar.
Frente a el, como hecho a medida, un pequeño rectángulo en el panel, libre de instrumentos, exhibía pegada una fotografía desde donde una mujer rubia, vestida con un corto pantaloncito y con una niña en brazos le sonreía.
Uno de los soldados se puso de pie dejando sobre el piso la botella de vino; estiró su cuerpo y sintió crujir los huesos; algunos levantaron en silencio la mirada y volvieron a sus voces interiores. El soldado se ajustó el capote, cubrió su cabeza y salió; el chapoteo de sus pasos resonó en el refugio. Ya afuera, aportando sus aguas al terreno y sintiendo la llovizna empaparle la cara, miró el cañón tapado con la lona que se sacudía como un patético espantapájaros y sintió que toda esa noche era una gran mentira, nada de paz, nada de amor, nada de alegría; hasta la posición era solo un señuelo; las verdaderas baterías antiaéreas estaban ocultas en los bosques. ¿Sería acaso la tregua de la que hablaron también una mentira? Miró al cielo y sintió frío, pesadamente volvió a su lugar junto al fogón y se bebió de un trago el vino que aún quedaba en la botella.

El localizador alertó con su grave sonido al piloto; llegó por fin el momento del descenso.
Empujó con suavidad hacia adelante la palanca y el pájaro de duraluminio se introdujo entre las nubes, primero una lechosidad dorada lo envolvió, luego la oscuridad total y las gotas de lluvia dibujando líneas rectas verdosas y fosforescentes por efecto de la luz del instrumental en el vidrio de la cabina. Por costumbre miró hacia abajo y pensó que en guerras pasadas, cuando los aviones no eran más que tres maderas cruzadas, la vida se exhibía en un honorable romanticismo; los sentidos y la destreza del piloto lo eran todo; se veía cara a cara al enemigo. Ahora, bajo su nave todo era oscuridad, sus oídos, sus ojos y hasta su intuición se subordinaban al instrumental, el enemigo quedaba reducido al termino “objetivo”, como si despersonalizándolo se diluyera el simple hecho de matar.
En el refugio, el pesado silencio se parte de a ratos por el crujir de los maderos del fogón, cuya luz rojo amarillenta proyecta en las paredes sombras alargadas y oscilantes como negros espectros danzarines. En uno de los rincones, la verdosa pantalla del radar gira su monótono haz. Alguien, como respondiendo a una melodía interior empieza a cantar en voz muy baja; otro lo sigue desafinando y palmeándole el hombro; un tercero levanta la mano empuñado su botella de vino, copia el ritmo y en el vaivén el líquido despide destellos ambarinos. Ahora todos cantan a voz en cuello. 
Una seguidilla de beeps y el rectángulo sobre un punto luminoso en la pantalla. No necesita pensar, sus manos actúan por cuenta propia en la maniobra tantas veces repetida mientras los ojos se detienen en el pantaloncito que viste la mujer de la foto y una sucesión de imágenes lo asalta desde la memoria.
La panza del avión se ilumina y despide al misil que ya vuela hacia su objetivo dejando una estela tras de sí, como patético remedo de aquella estrella que siglos atrás guiara a los magos de oriente. 
Los soldados se animan; miran la hora, se abrazan, descorchan botellas de vino y comen chocolate. Desde el silencio de la noche llega el eco de lejanas campanadas. Sus sentidos, hundidos en el frenesí del festejo no ven esa extraña luz, como bengala, que parte súbitamente desde el lejano bosque y hacia el cielo. 
La alarma sacudió el aburrimiento del piloto y su corazón inició un galope incontrolable;
 - ¡no puede ser! – dijo en voz alta mientras giraba su cabeza mirando hacia aquella oscura vastedad. El espejo retrovisor proyectó un punto luminoso que no admitía dudas; un lebrel electromecánico siguiendo el calor de sus turbinas volaba hacia él para matarlo.
En la noche, lluviosa, fría e impenetrable se destacaron dos estelas de luz, dos estrellas fugaces llevando el mismo presente navideño; una hacia el refugio y otra hacia el avión cumplen el mandato de sus amos estampado en sus cerebros electrónicos y concentrado en un solo concepto. Matar. 
Los soldados se abrazan y  todos sus deseos particulares se expresan en una sola palabra ¡paz!; ¡paz! repiten como un conjuro interpretado en sus anhelos de volver a la chacra, a la universidad, al taller, a la tibia y palpitante piel de la mujer, a los hijos, a los amigos, a la madre, a la vida. 
 Una gota de sudor entró en su ojo. De un tirón se arrancó la mascara de oxígeno mientras que aferrado a la palanca y acelerando al máximo intentaba el giro salvador.
La máquina tembló con las alas perpendiculares a la tierra, sintió el efecto de la aceleración en la forma de una insoportable presión en el pecho y un agudo silbido interior; su vista se nubló y creyó ver que la mujer de la foto caía de rodillas profiriendo un alarido de desesperación. 

Son las doce en punto en estas latitudes; en los pueblos aledaños la gente se abraza, recuerda a los ausentes y disfrutan la presencia de los seres queridos. Las bebidas desbordan las copas, los niños juegan esperando sus regalos. Dos estrellas fugaces cumplen su misión, así en la tierra como en el cielo. Dos estruendosas y simultáneas explosiones coronan el momento iluminando esa realidad. Es el veinticuatro de diciembre, son las doce, noche de paz, noche de amor.

viernes, 23 de octubre de 2015

ME SORPRENDIÓ

ME SORPRENDIÓ

Por Daniel M Forte
24/07/12

Finalista del concurso de relato breve " Osvaldo Soriano" 2015. Facultad de Periodismo de la
Universidad Nacional de La Plata.
Publicado en la antología PULSIONES I de Editorial Dunken.



Si, ese viejo me sorprendió.
Era un viejo común, como todos los viejos, no se que detalle hizo que reparara en él hoy por la mañana, ¿sus ojos?, puede ser. Su mirada explicitaba esa ausencia melancólica que viene con los años, una profunda indiferencia emanaba desde esas dos pupilas y llegaba hasta mi para provocar la pregunta, la íntima pregunta de saber que imágenes desgastaron a tal punto su mirada, que siluetas se quedaron presentes en las retinas y en los recuerdos al punto de percibir que se escapaba hacia ellas perdiéndose en el vacío. ¿Porque los viejos miran así?, ¿es acaso la certeza del fin y su posterior aceptación la que los transporta hacia tanta indiferencia?, ¿o la experiencia actúa encalleciendo el alma?
La suma aritmética de los días vividos, lo que llamamos vida, con sus vivencias, sus alegrías, sus penas, sus éxitos, sus fracasos, sus perdidas, y todas las ausencias añoradas, llenan la memoria de una pesada carga que, paradójicamente, se percibe como vacío, un gran vacío que los atornilla en el pasado, como si necesitaran de aquellos fragmentos diminutos de existencia para soportar el peso de un presente sin perspectiva.
Los viejos son indiferentes porque habitan otro mundo, otra realidad, como aquellos mundos paralelos de Dirac; cohabitan el presente pero son puro pasado en donde los huesos no dolían, el corazón latía a plena potencia y soñar estaba permitido por la naturaleza.
Pero la realidad se impone, siempre se impone y los eyecta de las tierras de la evocación en el instante en que recuerdan a alguien y caen en la cuenta de que ya no está, como ese, o como aquel otro; son muchos los que se fueron hace un rato nomás, ayer mismo, “hace un instante”, resulta ser décadas que pasaron volando.
La vejez es el momento de la vida en que vencen todas las facturas y hay que pagarlas, casi siempre con dolor, con amargura, con abandono y hasta con desprecio; por eso los viejos se juntan, como si necesitaran soportar colectivamente tanta pena individual; pero algunos, tal vez con mas suerte pierden la lucidez y en su limbo personal ya no sufren, o lo que es casi lo mismo, nadie percibe si sufren.
Ese viejo me sorprendió porque en él vi toda la caducidad de la vida, sintetizada y contundente, áspera como su piel injuriada por los años y arrugada por la existencia. No le dije nada, no cruzamos palabra, ¿para que?, su sola presencia me lo decía todo, allí, mirándome fijo y silencioso esta mañana.

Desde el espejo del botiquín del baño.

viernes, 16 de octubre de 2015

TRADICIONES.

TRADICIONES

Daniel M Forte
09/11/10

Un grueso bibliorato se deja hojear en manos de Sandra, es de tapa dura y forrado en papel azul araña con los bordes gastados por los años de pasar de mano en mano; tras ella, cuatro muchachos clavan sus miradas en las hojas, relatos mecanografiados, fotos en blanco y negro, fotos polaroid, fotos en color, y fotos digitales. Frente a ellos del otro lado de la modesta mesa del departamento que alquilan los cinco, una chica espera a que terminen.

-       Ustedes fueron elegidos por la hermandad para continuar con la tradición.

Sandra levanta la vista,

-       Así que este era el gran secreto del que nos hablaron desde primer año.

-       Así es, como verán, cada año es más difícil, porque debe ser inédito, secreto e incruento y sobre todo, debe estar documentado.

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Primer día de clase, un primer día más en los veinte años de docencia de la profesora que entra al curso; para los alumnos, el primer día del último año en el profesorado.
No son más de quince; la deserción hizo lo suyo. El aula está en el último piso y al fondo de un largo pasillo; huele a pintura fresca y es la única habilitada; las demás están en obra y no fueron terminadas a tiempo; cuarto año reina solo en la cúspide del edificio.

-       Mi nombre es Luna Wein

Lo de siempre; escribe su nombre y dirección de mail en el pizarrón y hace un recorrido por su currículum; los alumnos toman notas sentados en esas flamantes sillas con repisa incorporada; todo es nuevo esta vez para ejercer la vieja rutina.
Es un día de calor, en la primera fila y al centro Sandra cruza las piernas y baja, como si fuera posible, su minifalda en un ademán más reflejo que efectivo. La profesora se pone de frente a la clase y hace un paneo por sus actuales discípulos con el ojo que la experiencia entrenó a lo largo e muchos años, va colocando mentalmente a cada uno en sus secretas categorías; ese, el de pelo con gel seguro es el bufón del curso, aquel otro, el que toma apuntes y subraya en colores, el traga que ahora llaman nerd, el de la melena atada y cola de caballo el hipposo indiferente, y esta otra, la linda del curso, si algo no le sale, ya va a encontrar quien lo haga por ella, porque con esa mini los chicos orbitarán a su alrededor como moscas a la miel.
Los ojos de la profesora se detienen un instante en ella, si, es muy linda; de la pollerita emergen dos piernas talladas en el gimnasio, blancas y suaves al tacto imaginó la profe, una blusita blanca delata dos simpáticos botones a cada lado del pecho, - se vino sin corpiño- pensó y un extraño escalofrío la estremeció; al levantar los ojos se cruzaron sus miradas; la chica sonrió como si adivinara. La profesora continuó con la clase.
Pasan los días y algo extraño sucede dentro de Luna, cada vez ansía mas que llegue el martes y luego el jueves, los días en que da clase en cuarto año; la semana se sintetiza en solo dos días, martes y jueves y otra vez, ese lejano martes hacia donde transita por un viejo y conocido camino de soledad; llega al profesorado y su corazón late; es jueves pero en el curso no esta ella y a la profunda angustia le sobreviene una furia demencial. Ese jueves la clase fue una tortura.
Dos meses trascurren desde aquel primer día, es martes, es época de exámenes y muchos han faltado, no importa, ella, Sandra, está ahí con su inseparable minifalda. La profesora reparte los temas, las hojas en blanco comienzan a llenarse de palabras; Sandra está pensativa chupando graciosamente su birome; llama a su profesora y la consulta, Luna se acerca y observa la hoja, sus rostros están a cinco centímetros, aroma a menta y a mujer invaden los pulmones de la profesora que contesta la pregunta y se incorpora.
Uno a uno, los que finalizan entregan sus exámenes colocándolos en una pila sobre el escritorio en cuya silla la profesora sentada empieza a corregirlos, luego se van y sus pasos resuenan en el pasillo. El penúltimo entrega la hoja y se va, quedan solas y en silencio; Sandra escribe y Luna corrige los exámenes sin poder concentrarse; Sandra se levanta y coloca la hoja en la pila, lleva su mano derecha a una de sus nalgas y hace un gesto de dolor; Luna levanta la vista.
 
-       ¿Qué te pasa?

-       Creo que me clavé una astilla,  acá, me pincha

El corazón de Luna empieza a galopar, siente que le tiemblan las manos. Sandra se levanta la mini y muestra el glúteo, lleva una bombachita que apenas es una minúscula tirita en la parte posterior; haciendo puchero pone voz de nena.

-       ¡Me hice pupa!

Luna sonríe y acerca la cara a la zona.

-       No veo nada

-       Es que acá hay poca luz profe, tal vez ( y girando la cabeza la miró a los ojos), si vamos al baño pueda ver algo.

El baño de mujeres estaba al lado del aula, el pasillo lucía desierto, un hondo silencio reinaba en ese último piso.
Sandra entró al baño y en un movimiento preciso se quitó la mini y la bombachita.

-       Para que vea mejor

Se puso de espaldas y apoyó los brazos, muy abiertos y extendidos, en la pared azulejada; separó las piernas y levantó los glúteos.

-       Fíjese si ve algo

Luna rozó con el reverso de la mano una de sus nalgas, Sandra se estremeció.

-       ¿Es acá?

-       No, no,  mas abajo

La palma de la mano acaricio suavemente la entrepierna

-       ¿Es acá?

Sandra, con su respiración acelerada apenas susurró.

-       Mas adentro

Un experto dedo se posó sobre el clítoris e hizo una leve presión al que acompañó un gemido ahogado y contenido;  Sandra se puso de frente y dio un fuerte, húmedo, profundo y salvaje beso. Luna desabrochó su camisa y se levantó el corpiño; se abrazaron, y sin dejar de besarse se recorrieron suave y despacio hasta terminar casi al mismo tiempo tragándose el grito que merecía ese momento.

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Luna mira por enésima vez la hora y pide otro café, faltan quince minutos que sabe serán eternos. La primera cita.
El bar, típico bar de trampas esta débilmente iluminado en tono rojizo, es sábado y está casi vacío, tal vez porque el pecado sale después de medianoche; Luna revuelve impaciente el café y espera, espera hasta que un - ¡hola! -  la saca de sus cavilaciones y un fugaz beso en los labios la vuelve a la vida. Sandra se sienta a su lado; hoy está maquillada, viste calzas negras y botas de taco alto con un top del mismo color que deja sus hombros al descubierto, pide un café y toma la mano de Luna, la besa suavemente sin dejar de mirarla.
Las dos mujeres charlan, se ríen, disimuladamente se acarician, se desean, quedan en silencio mirándose.

-       Mi casa está cerca, alquilo con cuatro chicos mas, ¿vamos?

Luna duda, pero no hay salida; a su casa no puede llevarla y la chica es menor de edad, ni pensar en un telo, pero ir a la de Sandra, con esos chicos que también son sus alumnos le parece arriesgado. Sandra la toma de la mano.


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Los chicos estaban jugando al truco y tomando mate; Sandra apareció por la puerta de entrada seguida tímidamente por Luna. El saludo fue unánime.

-       ¡Hola Profe!, ¡hola Sandy!

Al rato los seis estaban alrededor de la mesa riendo, tomando mate y fumando un porro que pasaba de mano en mano. Luna flotaba en el aire, se sentía bien, hacía mucho que no se sentía así; liviana, alegre, despreocupada.
Sandra fue hasta el rincón donde reposaba el equipo de música, puso un compaq y empezó a bailar, los chicos la miraban, se reían, aplaudían.
Alguien de la cocina trajo vasos y tres botellas de vino; Luna bebía y fumaba mientras Sandra, con dificultad se sacaba las botas y las calzas negras. Más sensualmente le toco el turno al top de ser arrojado a un rincón en medio de la algarabía del grupo; las pequeñas y turgentes tetas se movían al compás de la música; Sandra bailaba y se acariciaba, fue hasta donde Luna y la beso, la tomó por ambas manos; ahora las dos mujeres bailaban y el grupo deliró. Una a una fueron cayendo al piso las ropas de Luna que flotaba en un cielo de bienestar surcado por los destellos de las cámaras de fotos; Sandra jugaba con su bombachita rozando el cuerpo desnudo de su profesora la que de pronto sintió como dos brazos la levantaban; todo giró a su alrededor y apenas tuvo conciencia de estar en una cama con dos de los chicos que la acariciaban. Un relámpago de realidad la atravesó al sentir la arremetida, de lo que ocurrió después, solo quedó un difuso registro en su memoria.

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El mes de noviembre vino con calores prematuros; es martes y Luna sube ágilmente las escaleras del profesorado; siempre vistió sobriamente y lo sigue haciendo, pero ahora se nota un toque de sensualidad expresada en algo de maquillaje, la pollera un poco mas corta, la blusa ligeramente mas escotada y sobre todo, esa expresión de felicidad en el rostro. Desde hace meses, la semana incorporó otro día al martes y al jueves; el sábado, cuando se encuentra con Sandra.
Hoy es fecha de entrega de trabajos prácticos, lástima, este año tan hermoso se extingue, fue un buen año, lindo, intenso.
La profesora, sentada en la silla del escritorio recibe los trabajos; los que entregan se van; de pronto se da cuenta que en el aula solo quedan Sandra y los cuatro chicos; los cinco avanzan hacia ella y entregan sus hojas; Sandra acaricia una de sus manos y se vuelve hacia los chicos.

-       ¡Hagamos una travesura!

Se incorpora y va hacia la puerta.

-       Yo aviso si viene alguien

Uno de los chicos saca a Luna de la silla y la besa, ella intenta resistirse pero se ríe

-       No, por favor, es muy arriesgado.

Los chicos, muy excitados, no entienden razones; en un santiamén la profesora solo queda ataviada con un par de sandalias negras de taco alto; su ropa yace a su alrededor.
Sandra se asoma al pasillo y retorna a la escena, ríe divertida.

-       ¡Linda fiestita de fin de curso!

Los chicos alzan a Luna y la depositan boca abajo sobre el borde del escritorio; queda con sus brazos apoyados sobre las palmas de las manos, la cabeza erguida, la cola levantada y las piernas derechas y ligeramente abiertas.
Uno de los chicos saca del bolsillo del pantalón un pote de vaselina; esto no es espontáneo, fue planificado; diestramente le lubrica el ano y Luna se estremece; luego la penetra; termina rápido y deja lugar al segundo, este al tercero y luego el cuarto. Luna queda exhausta y satisfecha, volviendo en si se da cuenta de donde está y busca su ropa; no está, la tiene Sandra en sus manos.

-       Te la dejo en la primer aula, la de la izquierda.

Sandra desaparece y los chicos detrás de ella; la Profe queda desnuda en el aula pero no tiene opción, llega hasta la puerta y se asoma, nadie en el pasillo; al aula en cuestión hay mas o menos quince metros, deberá correr por el pasillo rogando que ningún ordenanza, o alguien suba y la vea; la adrenalina la invade, descubre que lo está disfrutando.
Los pasos rápidos resuenan en la madera del piso, falta poco; del fondo del pasillo se asoma uno de los chicos, lleva una cámara y saca varias fotos.

-       ¡Rápido que viene el Rector!

Luna corre y se mete en el aula, su ropa no está ahí, el chico se asoma por la puerta y saca mas fotos.

-       Es en la otra,  ¡dale apuráte!

Cruza a la otra aula sobre cuyo escritorio está su ropa; se viste rápido mientras los destellos del flash no dejan de repetirse. Lo del Rector era mentira.

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En un extremo de la mesa del departamento que alquila, Sandra observa a sus interlocutores; cuatro chicos y una chica, la que hojea una gruesa carpeta forrada en papel araña con los cantos blanquecinos por los años de pasar de mano en mano

-       Ustedes fueron elegidos por la hermandad para continuar con la tradición.

La chica levanta la vista.


-       Así que este era el gran secreto del que nos hablaron desde primer año.

-       Así es, como verán, cada año es más difícil, porque debe ser inédito, secreto e incruento y sobre todo, debe estar documentado.

-       Entonces, todas esas tareas, las reuniones secretas y las ceremonias se reducían a esto, ¡cogerse a la Wien!

-       Exácto, todo empezó hace muchos años, ella era jovencita y tuvo un romance con un alumno, el fundador de la hermandad; le pareció divertido dejar documentada su aventura y así la cosa se fue desarrollando. Pero para que la obra perdurara, había que preservar el secreto, sobre todo porque la tipa es una buena mina y si esto sale a la luz le cagamos la vida; así que desde primer año vamos seleccionando a los posibles candidatos; la idea es regalarle la carpeta el día que se jubile o se vaya del profesorado y entonces, deberemos buscarnos otra tarea, porque el profesorado no puede existir sin tradiciones.


martes, 6 de octubre de 2015

OUTLET ( Cincuentones y cincuentonas en liquidación)



Por Daniel M Forte
09/09/15
  

Una vez, escuché el relato de una cincuentona de como fue su primera vez; ¡no sabés!, me dijo, ¡horrible!, estaban todos ahí, mi vieja, mi viejo, el cura y las monjas; ¡y encima, le dije al pibe que fue muy lindo!, no quería que pensara que era una boluda.
Es que los que quedamos vivos en esta primera quincena del siglo XXI y transitamos por esa franja etaria, padecemos las taras inherentes a toda generación bisagra.
Imagínense, nacimos prácticamente en estado de dictadura perpetua; rusos y yanquis amenazaban con achicharrarnos en cualquier momento; el rock nos partió la cabeza y empezamos a dejarnos el pelo largo y a usar ropas de colores para horror de nuestros padres y la ruina de Glostora. Ya en la adolescencia, vino la democracia preambulada por el Cordobazo y otras luchas generales que se reflejaban en nuestra singular y colectiva lucha contra los mandatos paterno-maternos.
Era la época en que los padres soñaban con que su nena se casara blanca y radiante, pura e intocada y nosotros, la gran mayoría, respondíamos con el amor libre y las “relaciones pre-matrimoniales” ; eran tiempos en que tener un hijo puto o una hija tortillera, constituía una desgracia que, en el mejor de los casos, provocaba una respuesta piadosa, porque ellos no tienen la culpa de ser como son, están enfermos, y de eso no se habla.
Después se vino la noche y pasamos los mejores años bajo la amenazante vigilancia de las botas y las sotanas; las polleras se estiraron hasta el piso con el nombre de maxifaldas, las barbas desaparecieron o se emprolijaron y la sobriedad se apoderó de nuestros aspectos.
Todo esto, claro está, lo sufrió mas la minoría activa, esa porción que define los rasgos determinantes de una  generación; la mayoría neutra, como siempre, transcurrió y se adaptó lentamente a los cambios pasando desapercibida e inconsciente de como ese estado de cosas moldeó su carácter.
Luego la democracia, endeble y temerosa nos sorprendió entrando en la tercera década de nuestra existencia, casados o en pareja con o sin hijos y con la percepción de haber perdido la juventud confiscada por el tiempo; soportamos la dictadura, la guerra, la hiperinflación, la desocupación. Nos separamos, hicimos nuevas parejas que también fracasaron y la computación e internet; en tanto inmigrantes informáticos, desplegó el mundo misterioso y cautivante de las redes sociales; y aquí estamos, machucados pero de pie y a veces con poca conciencia de lo que en verdad somos, porque a no dudarlo, somos como la ropa usada que se vende en Cáritas o en Ferias Americanas, todavía servimos, todavía podemos abrigar y vestir, pero no lucir  en una fiesta, ese tiempo pasó, ahora solo podemos aspirar a ser pilchas de entrecasa. Hasta que el devenir, nos convierta en trapos para limpiar los muebles.



martes, 22 de septiembre de 2015

EL DESTERRADO

EL DESTERRADO
Daniel M Forte

22/09/15

- Pase, por favor tome asiento.

Dijo eso sin levantar la vista de los papeles que tenía en la mano, su rostro expresaba la gravedad que emana de la atención. Pelo muy negro, recogido, blusa blanca sin ornamentos, delgada. El hombre reparó en sus ojos verdes solo cuando ella levantó la vista. Un macizo escritorio los separaba.

- Su solicitud es bastante atípica.

El se acomodó en la silla, algo crujió ; tardó en contestar mientras era taladrado por un par de ojos verdes.

- No se que decir, no recuerdo haber presentado ninguna solicitud.

- Lo hizo hace unas horas.

-¿Lo hice?

La mujer consultó algo en la pantalla de su computadora.

- Lo último que recuerdo es que me fui a dormir y….pero, ¿es posible?, usted es….

- Vea señor, yo soy solo una empleada, no pensará que ella en persona se va a dignar atenderlo, somos una corporación muy bien organizada, nos gusta el orden, aunque a veces, hay personas que lo trastocan todo, eso nos trae muchos dolores de cabeza, papeleos y cálculos, de manera que cuando alguien envía una solicitud, decidimos atenderla para hacerlo todo en forma organizada. En lo personal le diré que este tipo de trámites me fastidian mucho.

- La verdad, le confieso que me la imaginaba algo distinta.

- Lo se, aquí dice que usted es algo fantasioso, pero, ¿nunca se le ocurrió que aquel que la vio, no tuvo tiempo después para pintar un cuadro o para describirla?, ¿sabe cuantas pavadas se han escrito sobre nosotros?. Pero veamos, no me figura ningún problema de salud, sí algo de depresión, pero en estos días ¿quien no la tiene?, ¿a que se debe su solicitud?.

- Es largo de explicar, y no quisiera abusar de su tiempo.

- Acá el tiempo no significa nada, lo escucho.

- No hay mucho que decir, simplemente ya no quiero estar en un mundo en donde no tengo cabida.

- Y de ahí la solicitud.

- ¡Yo no presenté ninguna solicitud!, no se de que me habla.

- Recuerde, antes de acostarse deseó intensamente dormirse y no despertar, usted tiene una fecha asignada, por eso cuando aparecen estos casos, lo tomamos muy en cuenta y evaluamos si darles curso o no. Como ya le mencioné, los suicidas nos descompaginan el sistema.

- ¿Entonces debo explicarles los motivos?

- No exactamente, pero de esa explicación, determinaremos cuan fuerte es su determinación.

- ¿Y eso no está ahí, en su base de datos?

- Vea señor, aquí el tiempo no significa nada, pero el aburrimiento se siente, ¿podría dejar de dar vueltas y contestar lo que le pregunté?.

- Es que no se que mas decir. Mire, yo estaba equivocado, a raíz de una experiencia que tuve con…

- Lo se.

- Bueno, yo decía que pertenecíamos a mundos distintos, pero no era así, el mundo, la realidad, es una sola, y yo no tengo lugar en ella. La estadística me respalda, mas de medio siglo mendigando un poco de afecto, ¿y para que?, una pieza inservible se descarta, no funcionó, no encajó, lo digo como…

- Si ya se que es ingeniero.

- ¿Podría ahorrarse esos comentarios irónicos?, yo no pedí estar acá y mucho menos tengo la culpa de que a usted no le guste su trabajo.

- Bien, me dice que anduvo mendigando afecto. Acá figura que usted tiene muchos amigos, ¿que me dice?

- Es cierto, tengo amigos a los que quiero mucho y me quieren, eso no quita que sean el cuerpo diplomático, los embajadores del mundo real, me quieren mucho, pero sus lealtades están con la realidad; una realidad que solo me ha lastimado. Ellos, con buena intención, siembran la duda, si cometo el error de creerles, solo iré a un nuevo fracaso.

- ¿Y cree que morirse es triunfar?

- En un punto, si. Sería un triunfo sobre el dolor, quitarle en definitiva, el alimento de mi existencia.

- Entiendo, el dolor es un ente impersonal, totalmente ajeno a usted y creado al solo efecto de mortificarlo. No había reparado en que usted es la única persona que sufre en el mundo.

-¿Seguimos con las ironías?

 - Es que tengo un límite para escuchar estupideces.


- No tiene porque hacerlo, autorice mi partida y ya no la molesto mas.

- No es tan fácil, dígame, ¿en serio cree que no tiene perspectivas?

- ¿El futuro?, le voy a decir lo que es el futuro, el futuro es la vejez, la soledad, la decrepitud física y mental. Y eso no es todo, cuando la constante de toda una vida fue la exclusión, la sensación de no pertenencia y de no ser querido, cuando el amor que se tenía para dar a manos llenas se pudrió como una mercancía que nadie quiso comprar, cuando no se supo explicar cosas obvias para uno e incomprensibles para el resto; ya no se puede sentir de otra manera, no hay retorno, no se vuelve a confiar. ¿Entiende ahora mi actitud?.

La mujer giró su posición y en silencio comenzó a escribir algo en la computadora. Hubo un largo silencio roto por el sonido del teclado.

- Y………dígame…….¿como es eso del mas allá?, ¿así lo llaman?

La mujer dejó su trabajo, lo miró con rabia.

- ¿El mas allá?, ¡¡el mas allá es la nada!!. Solo a un egoísta y estúpido egocéntrico como usted se le puede ocurrir que la muerte, ¡¡nada menos que la muerte!! lo iba a consultar, ¡claro!, ¿cómo podía ser de otra manera?, usted es el ombligo del mundo, ¿cree realmente que todo esto es real?, ¡no mi amigo!, toda esta escena es solo producto de su mente enferma y jactanciosa; y le diré, si quiere morirse, ¡muérase!, pero le garantizo que ni siquiera va a tener un funeral, no hizo méritos para eso, y desde luego, al mundo le importará un carajo. Y ahora váyase, tengo cosas mas importantes que hacer como para andar escuchando las pelotudeces de un maníaco depresivo.

Lentamente el hombre se levanto, al llegar a la puerta se detuvo.

- Disculpe, una última pregunta.

- Sea breve.

Meditó un instante.

- No, nada, no tiene importancia. Buenas noches.

domingo, 20 de septiembre de 2015

PRIMAVERA

PRIMAVERA
Daniel M Forte
27/08/10
                                                                                                 

Desde chicos se nos representa a la primavera como una niña volviendo desde algún lugar y rodeada de pájaros y flores; nunca nos contaron quien era esa niña y de donde viene; tal vez para ocultarnos que en realidad, viene del infierno.
La señorita en cuestión es nada menos que la diosa Perséfone o Core, conocida por los romanos como Proserpina y las circunstancias que hicieron que terminara en suerte en aquel tenebroso lugar las narra la mitología griega de la siguiente forma.
Cierto día, la piba se encontraba juntando florcillas en un bosque en donde el trinar de las aves y la perfumada brisa otorgaban un ambiente paradisíaco mas que propicio para el nacimiento del amor.
Acertó a pasar por el lugar Hades, aquel dios que en el reparto de puestos ocurrido cuando Zeus asumió como capo di tutti capi del Olimpo le tocó dirigir el averno y que en el horario del almuerzo salía a tomar un poco el fresco mientras bebía su néctar de soja. Entonces la vio, de espaldas y agachada cortando una magnolia.
Toda la pasión que nació en su corazón pletórico de poesía se sintetizó en la exclamación  - ¡que culo!- y, divinidad pragmática como lo era, arrojó el tetrapack al papelero, la tomó por la cintura y se la llevó p´al rancho. - Quiero que seas mi esposa -  le dijo, poniendo en claro la seriedad de sus intenciones; la muchacha lo miró perpleja, - ¿pero vos no eras……? - ; el dios enfureció y se retiró dejándola sola en la habitación donde la había llevado.
Entre tanto, Deméter, diosa de la agricultura y otras hierbas, valga la humorada, madre de Core preguntaba por su hija, intranquila debido a su ausencia. Acá la mitología nos dice que todos se hacían los dolobus hasta que Helios, dios del sol le contó la verdad.
La diosa sorprendida preguntó .¡pero como!, ¿no era…? Y llena de ira se mandó para el Olimpo y lo encaró a Zeus.

-       Tu hermanito secuestró a mi hija, quiero que me la devuelva ¡ya!

-       ¡No puede ser!, si Hades es…

-       ¡No me importa, quiero que me devuelva a mi hija!

-       Mirá Demi, tomalo con calma, tu hija es apenas una divinidad menor, es un honor para ella que uno de los dioses principales la tome por esposa.

-       Si no me la devuelve tomaré venganza sobre los hombres

-       ¡Y que culpa tienen esos pobres cristos!

-       ¿Pobres que?

-       No importa, los hombres son inocentes

-       Si no me devuelven a mi hija, en la tierra no va a crecer ni la deuda externa.

Dicho esto se fue furiosa, de haber habido puertas en el Olimpo hubiera dado flor de portazo.
Así fue como la tierra empezó a morir, nada crecía sobre ella, los animales morían, la gente también. Dicen que la diosa peregrinó entre los hombres dolorida por la ausencia de Core.
Tantas fueron las plegarias y los sacrificios ofrecidos a Zeus que este, cansado de oír tanta queja, envió a su mensajero, Hermes, con la orden de que Hades devolviera a Perséfone. El dios voló al Olimpo y allí increpó a su hermano y jefe.

-       ¡Tanto quilombo por una mina che!

-       ¡Y que querés, Deméter se enculó!

-       Al final a mi siempre me toman pal churrete, cuando me diste ese laburo de mierda de cuidar los infiernos ¿te dije algo?, ¡no!, ¿vos sabés lo que es estar todo el día escuchando lamentos de difuntos?; a propósito, Caronte te manda saludos. Después lo otro, como soy un dios soltero, no se quien hizo correr la bola de que me siento sobre el chupete, ¡no es justo!

-       Sabes que pasa, si no la devolvés, la tierra se va a marchitar, los hombres morirán y vos vas a tener más laburo; así que devolvela y ¡asunto terminado!

Hades volvió a su morada; en el portal de los infiernos, Cancerbero, el perro guardián moviendo la cola le saltó encima, pero el dios no estaba para juegos.

-       ¡Cámine a cucha mierda!

Fue hasta la habitación en donde había dejado a Core; le dijo que era libre, que se podía ir; y con un brillo maléfico en su mirada le habló con dulzura.

-       Te pido perdón, bella Perséfone, pero ¡que modales los míos!, ¿querés comer algo?

-       La verdad es que si, ¡tengo una lija!

Aquí algunos relatos hablan de una granadas que le dio Hades para que pruebe y otros cuentan que Core, después de clavarse una milanga con tinto de la casa emprendió el regreso.
El encuentro con su madre fue emotivo.

-       ¿Te ha lastimado hija?
 
-       No mami, no me hizo nada

-       ¿Nada……nada?

      -       ¡Nada!


-       ¡Entonces es…….!

-       Será

-       Y supongo que no comiste nada ¿verdad?

-       No,  …..apenas piqué algo

-       ¡Hijaaaa!

La ley de los dioses era muy clara, - quien come en los infiernos se queda en los infiernos - ; y era exactamente lo que en ese momento Hades le estaba diciendo a Zeus.

-       La ley es la ley jefe.

Ante esa situación, Zeus llamó a Deméter y a Hades para proponerles un trato.

-       Perséfone se casa con Hades, pasa seis meses al año con su marido en los infiernos y seis meses con su madre ¿está bien?.

Todos aceptaron, hubo boda, confites, regalos y todo eso. Y así es como, durante los meses que Deméter se queda sola, la tristeza de la diosa hace que nada crezca sobre la tierra; pero cuando Perséfone regresa con su madre, todo florece; y este podría ser un buen final, salvo por el detalle de que nadie reparó que el principal beneficiado con este acuerdo fue Hades; y por varios motivos; ya nadie cuchichea por ahí que el dios se la come y por añadidura, pasa seis meses con la bruja y seis meses queda libre para armar unas partuzas de antología, juntarse a escaviar con amigos y jugar al truco hasta la madrugada. Al volver Core, la esperan pilas de platos sin lavar, restos de pizzas en la heladera y una parva de calzoncillos sucios, pero ¿qué se le va a hacer?, los dioses son así.