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miércoles, 8 de julio de 2015

RETIRADA

RETIRADA
Por Daniel M Forte
06/06/10

Nos replegamos, esa es la orden, romper el contacto con el enemigo. Veo a mis hombres encorvados bajo el peso de la impedimenta pasar a mi lado como sombras en esta semipenumbra. Están agotados.
Los pies se hunden en un lodo viscoso y nauseabundo; cada paso es una tortura pero no podemos detenernos. El horizonte resplandece, no son relámpagos y aunque el fragor de la batalla no llega hasta aquí, todos saben que es otro tipo de tormenta la culpable de esos destellos.
No logro recordar cuando fue que combatimos y sería imprudente preguntarle a mi segundo;  un jefe no duda y además, no se quien es, tal vez sea ese joven teniente que me saludó hace un rato; llevaba el capote desgarrado y en su gorro de piel brillaba una diminuta estrella roja; no entendí lo que dijo y me limité a hacer un gesto indefinido,           - ¡¡К вашим услугам, товарищ капитан!! -, dijo al hacer aparatosamente la venia; luego giró sobre sus talones y al retirarse me pareció ver que de su nuca manaba sangre.
Veo una sombra confusa y hasta no tenerla al lado no puedo distinguir que es; dos hombres cargan a un herido, llevan pequeños cascos rematados en una especie de mástil y fusiles Máuser en bandolera, el herido va casi inconsciente, cada tanto susurra   - merci...merci -.
Hago esfuerzos por recordar, ¿quién es el enemigo?, pero es como si mi memoria hubiera sido vaciada, solo se que debo retirarme con mi unidad, pero ¿hacia donde?
Hace frío, saco un cigarrillo pero no tengo fuego; de la fila se separa una figura pequeña cuya cabeza esta cubierta con un sombrero de paja en cono muy abierto, en el instante que duró el destello del fósforo con que encendió mi cigarrillo pude ver sus ojos oblicuos, sus pies descalzos y el orificio negro azulado  en su sien izquierda. En silencio volvió a la formación.
Busco en mis bolsillos y en la cartera que cuelga de mi costado algún documento, un mapa o algo que me indique donde estoy, porque combato, quien soy.
Un agudo silbido rompe el silencio; los hombres y yo nos echamos cuerpo a tierra; el obús explota bastante lejos; el destello del fósforo debe haber alertado a algún artillero. Por varios minutos permanecemos así, mojados y ateridos sobre el barro. Me incorporo y los hombres me imitan, solo uno permanece en el suelo, es el herido que vi llevado por aquellos dos; llego hasta el y en la penumbra percibo la paz de su rostro, casi está sonriendo, me arrodillo a su lado y le cierro los ojos, luego busco sus placas de identificación, no tiene, permanezco un instante junto al cadáver en posición de firmes, luego ordeno reanudar la marcha situándome en el flanco de mi unidad, ahora todo es silencio.
Me pregunto porque el muerto no llevaba sus placas; abro mi capote, mi anorak, mi camisa, busco alrededor de mi cuello y no las encuentro, yo tampoco llevo mis placas de identificación. Absorto en mis pensamientos no reparo en el hombre que esta frente a mí, lleva birrete del que pende una borla de colores  lila, amarillo y rojo, me observa con su ojo izquierdo ya que donde debiera estar el derecho hay solo un manchón de sangre coagulada, me ofrece su bota de vino. - ¡beba mi capitán! -. El zumo áspero  y tibio baja por mi garganta, es agradable calentar el garguero en esta noche; devuelvo la bota y le agradezco, el hombre la engancha al cinto, se echa su viejo fusil al hombro y prosigue la marcha, alcanzo a preguntarle por sus placas, tampoco tiene.
Se me ocurre que tal vez tengamos radio, si así fuera ordenaría comunicarme con mis superiores y trataría de averiguar algo; busco entre mis combatientes y descubro a uno con ropas de civil. Viste un sobretodo cruzado por dos correas y porta una Schmeysser bastante oxidada, debería reprenderlo; no se trata así a la herramienta de la que depende el pellejo. Le pregunto por el oficial de comunicaciones  - scussi capitano –  obtengo por toda respuesta, lo tomo por las solapas y acerco mi cara a la suya, le ordeno que diga mi nombre, el me mira sin comprender, solo repite su estúpido  - mi scussi capitano -, ¡es inútil!, dejo que siga su marcha.
Anduvimos varias horas hasta llegar a una hondonada, agrupo allí a mi gente para un corto descanso, los hombres se acuestan sobre el lodo; yo sobre un tronco reseco y chamuscado. A mi lado hay un enorme moreno fumando y mascando chicle, me ofrece una pitada de su minúsculo cigarro que huele a pasto quemado; ante mi negativa saca de su campera un paquete de Camel, enciende uno y me lo da, ahora ambos fumamos tapando con el cuenco de la mano el resplandor de la colilla, el negro cada tanto tose y de su boca surge una espuma sanguinolenta que es apartada con el antebrazo, le pregunto si sabe mi nombre, da una chupada a su cigarrillo y mira hacia la nada Don't know, boss., we all call you captain.-
Está oscuro, pero alcanzo a ver a un hombre que viene hacia mi, a unos metros es interceptado por uno de los soldados  de casco con mástil, lo abraza y  me llega su voz como un susurro  - Du hast wiederkomt, mein Freund!, Ist alles gut? - 
- Oh oui –,  responde y sigue avanzando; al llegar a mi lado se cuadra y me hace la venia  - ¡pardon pour le retard, monsieur le capitaine!
No doy crédito a lo que ven mis ojos ¡es el francés!  - ¡pero estabas muerto! - . Alza los hombros y sonríe  - et je ne suis pas le seul, monsieur le capitaine - , da media vuelta, cambia de hombro su Lebel 86 y con paso cansino se aleja.
El vacío se hace insoportable, ¿qué hago aquí con esta pandilla de desquiciados que me llaman capitán, que me entienden y yo a ellos no, que obedecen y no preguntan?, ¿será un sueño?, ¡es eso!, es una atroz pesadilla, ¡los muertos no resucitan así nomás!, la memoria nunca se pierde totalmente; -¡¿entienden imbéciles?!, ¡ustedes no existen!- cuando despierte voy a reírme de esto y contarlo a mis amigos, a mis amigos que no recuerdo.
Sin darme cuenta estoy de pie y gritando, los hombres me rodean; saco de su funda la pistola y pongo bala en recámara, el chasquido del metal hace eco y se replica atenuándose en cada una de las repeticiones; - ¡es una pesadilla y se como despertar!.
Los hombres me observan indiferentes cuando apoyo el cañón en mi pecho.
 Alcanzo a oír el estampido.

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Nos replegamos, esa es la orden, romper el contacto con el enemigo. Veo a mis hombres encorvados bajo el peso de la impedimenta pasar a mi lado como sombras en esta semipenumbra. Están agotados.


                                                                                             
                                                                                             


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