Vistas de página en total

martes, 14 de julio de 2015

EL PASTOR MENTIROSO

EL PASTOR MENTIROSO

Daniel M Forte
3/01/12 

La noche reinaba apacible sobre la aldea, una luna redonda y amarilla dejaba que su luz fabricara sombras caprichosas sobre las casas, en las arboledas, en los pequeños jardines, en la circunspecta torre de la iglesia. Todo era silencio, fatigado silencio para que el sueño repare las fuerzas gastadas desde temprano.
Matías, niño por edad y hombre por faenas cotidianas corre tambaleándose por la polvorienta calle principal, sus ojos clavados en la nada y desmesuradamente abiertos delatan el esfuerzo por querer gritar y no poder; está descalzo y casi desnudo. Se detiene y toma aire -¡los lobos! - ; el grito sale como expulsado de las tripas, ¡los lobos!, ¡los lobos!
Como párpados somnolientos se encienden de a poco las luces de las casas al tiempo que salen los primeros hombres armados y a medio vestir. Pronto algunos rodean al muchacho.

-       ¡¿Donde Matías?!


Tarda en responder, un hombre rechoncho en bata carmesí  y pantuflas cambia de mano la escopeta y lo sacude con brusquedad. Matías parece volver en si.

-       Vendrán los lobos, están ahí asechando.

-       ¡¿Pero donde?! ¿Dónde los viste?

-       No los vi, pero se que vendrán.

Un anciano delgado y amarillo le oprime la boca y la huele.

-       No ha bebido.

Un murmullo se instala en la pequeña muchedumbre, el hombre de la bata lo increpa enojado.

-       ¡Si esto es una broma la vas a pagar caro!

Matías bajó la cabeza, había frío y miedo en su interior y pensó, como sería eso de tener una madre que lo abrazara; pero se recobró; un huérfano no tiene derecho a añorar lo que nunca tuvo. Quiso entonces explicarles que el sabía que vendrían los lobos, no lo había soñado, mas bien era un sensación, una revelación nocturna, y algo mas, el olor, no olían a lobo en su visión.
El gordo de la bata, con la escopeta abierta y reposando en su antebrazo izquierdo se dirigió enérgico a las gentes.

-       ¡A dormir todo el mundo!, y en cuanto a vos, ¡mañana vamos a hablar muy seriamente!

No hablaron.
La tarde vino despacio esa jornada y en la taberna, los hombres juegan al truco y bromean.
 
-       ¿Qué le habrá pasado al pibe, anoche?

Don Anselmo, el grueso campesino que aquella noche increpó al muchacho observó de a poco su juego, atisbando el palo de la baraja por las líneas dibujadas en el lado superior.

-       Vos sabés que Matías no tiene muchas luces, habrá tenido una pesadilla y se asustó.

-       En cuanto a mi, si lo vuelve a hacer le voy a dar un buen escarmiento, anoche, después del quilombo que armó me desvelé y no pude pegar un ojo.

-       ¡Hablando de Roma!

Matías entró despacio y se dirigió al mostrador; Don Manuel, el dueño de la taberna limpiaba unos vasos.

-       Ya acomodé las bolsas en el galpón.

-       ¿Y las ovejas?

-       Todas en el corral, hoy las llevé al recodo, allá hay mejor pasto

-       ¿Y no tenés miedo de los lobos?

La voz vino de la mesa de juego, era Ramón, un joven arriero. La burla surtió efecto, siempre funciona cuando son muchos y la víctima está sola y no puede defenderse; la risa retumbó en el recinto.

-       Vení Matías

Ramón lo agarró del brazo.

-       La próxima vez que nos despertés al pedo te cago a trompadas ¿oíste?, y esto es un recuerdo por lo de anoche.

El coscorrón sonó seco en la cabeza, no lloró, no intentó soltarse, ¿para qué?, era la costumbre. Un huérfano está para eso, nadie lo respeta; todos se sienten con derecho al castigo.

-       ¡Andá!

Matías fue hasta el mostrador en donde Don Manuel le entrego su jornal. Una olla humeante, tres panes y una bolsa con huesos.

-       Para los tuyos

Los tuyos, así llamaban a Polo y Capitán, dos perros enormes con todas las razas del mundo presentes en sus linajes. Polo y Capitán, su familia, los únicos de los que recibía alguna muestra de afecto en lengüetazos torpes y babeantes.


Allí estaban, echados en la puerta esperando su parte del botín, habían trabajado duro, y el hambre se hacía sentir. Siguieron a su amo hasta el ranchito olfateando impertinentes la bolsa con los huesos.
Aquella noche, la sombra de los lobos se hizo dueña del rancho, Matías se tapó con la cobija, quería gritar pero se mordió los labios, otra vez no, le pegarían. Entonces, el llanto ahogado se mezcló con el gemir de los dos perros que lamían su cara intuyendo el terror que lo mordía. Los lobos.
Pasaron varios días, varias noches de tormento y pesadilla mientras el pueblo entero, jubiloso terminaba de levantar la cosecha, había alegría en la gente, una buena cosecha.
Los hombres bromeaban y bebían en la taberna disfrutando de antemano el fruto de su esfuerzo. Matias se acercó, tal vez ligara alguna pilchita usada, porque cuando beben y tienen plata fresca se ponen generosos.
El polvo levantado por una de esas camionetas lindas que usan las gentes de la ciudad lo envolvió. El vehículo paró en la puerta de la taberna.
Polo y Capitán se quedaron estáticos, alzaron en alerta sus orejas, los pelos del lomo crispados y el gruñido amenazante desde sus enormes colmillos; algo oprimió el pecho de Matías y trepó hasta su garganta.
Dos hombres bajaron de la camioneta y entraron al boliche; Matías agarró a los perros que no dejaban de gruñir, se acercó a la puerta pero no entró, transpiraba, quería gritar. Los lobos.
Adentro reinaba el tumulto.

-       A cincuenta el quintal, más no puedo pagar.

-       ¡Con eso no cubrimos ni los gastos!

-       Lo siento señores, este año las cosas están difíciles, los precios han bajado mucho, es eso o nada.

Matías, desde afuera, sin animarse a entrar, cayó de rodillas llorando con el grito ahogado en la garganta.
¡Los lobos!,........¡ los lobos !


                                                                                                  




1 comentario:

Pido disculpas por no agradecer sus comentarios, por motivos que desconozco, mi propio blog no me lo permite