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Mi hija fue insistente, -¿qué esperás papá
para darte el gusto?- y no contenta con eso, averiguó todo lo concerniente al
viaje, el que consumiría mis escasos ahorros pero, ya se sabe, los gustos hay
que dárselos en vida.
Siempre me gustó la mitología griega, y tanto
es así que cuando mi hija era chica yo la llevaba a la cama a la noche y le
contaba esas historias helénicas, convenientemente modificadas para su edad.
Adoraba la leyenda del Minotauro y fue así que me convenció para visitar
Grecia.
Debo confesar que en el Acrópolis me emocioné,
no podía creer que estaba ahí, en la tierra de Teseo, Ulises, Helena,
Pitágoras, Aristóteles y tantos otros, con un gran pedazo de Jalvá (en mi país le llamamos Mantecol) en una mano y
todo el tiempo del mundo para disfrutarlo, porque no quise anotarme en esas
excursiones para turistas, no me gusta que me lleven como hacienda para después
no entender nada, porque mi inglés es espantoso y de griego, nada.
Siempre dije que la civilización griega fue la
primera operación de marketing en la historia de la humanidad; recorrí de
Atenas, no solo su zona histórica sino que fui a la periferia y no vi ningún
griego y mucho menos una griega que se parezca a las estatuas. Los
descendientes de Pericles son bajos, musculosos, morochos y bigotudos y las
hijas de Helena tienen cejas anchas. Me sorprendió la cantidad de locales
anarquistas que hay en los barrios, lástima no poder conversar con ellos; hasta tuve que correr cuando me vi de pronto
en medio de una marcha perseguida por la policía que no ahorraba gases ni balas
de goma; fue una situación desopilante. En un momento, quedo bajo una galería
con unos muchachos que llevaban una pancarta que decía EEK. Uno de ellos me
dijo algo y yo le contesté en castellano y entonces preguntó - where are you from? - ; cuando le dije
Argentina sonrió, me palmeó la espalda y me dijo - ¡Argentina.....oh Altamira!,
luego salieron corriendo.
Después de mi estadía en Atenas, abordé un
carguero con destino a Creta, la cuna de la civilización minoica, donde se
gestó el milagro griego. Allí me hospedaría por cuatro días en una posada
económica, mi presupuesto gasolero no
daba para hoteles caros y navegando por ese Mediterráneo azul, en un día
luminoso, como a propósito, atracamos en Cnosos, la Capital de la isla.

Para mi suerte, Corban hablaba algo de
castellano y como yo, fumaba en pipa. -¡argentino!- me dijo cuándo anotó mis
datos en un enorme libro de actas. - ¡Messi! -
, y tal vez porque yo no soy muy famoso mi nombre lo pronunciaba Dannel y no hubo forma de que lo
pronunciase bien.
Después de almorzar dormí la siesta; hacía
calor y en la pieza solo había un pequeño ventilador. Tenía tiempo; el Palacio
de Cnosos se recorre en un día y después no hay mucho más para ver; por lo
menos eso creía hasta que bajé al comedor y la vi.
Una griega atípica me dije, no sé por qué
supuse que era griega; sentada en una mesa individual junto a una de las ventanas
mirando hacia afuera. Inmediatamente mi scanner
erótico comenzó a funcionar; De unos cuarenta, muy bien llevados, pelo
lacio muy negro, ojos verdes y piel manifiestamente blanca. Vestía una blusa
cuyo contenido era muy agradable a la vista y un medallón, supongo que de
plata, destacaba en su cuello.
Llamé a Corban quien en una mesa ubicada en la
otra punta del comedor atendía a un matrimonio mayor, yanquis o ingleses, que
no se decidían que pedir.
Corban no me escuchó, eso supuse porque ni
siquiera giró su cabeza, sin embargo, cuando ella lo llamó por su nombre, y por cierto en voz no muy alta,
inmediatamente dejó a los yanquis (o ingleses) y se dirigió a su mesa. Corban
es un viejo bonachón que atiende muy solícitamente a sus huéspedes, habla en
voz alta, gesticula y hace bromas, sin embargo, ante ella se manejaba serio y respetuoso, casi servil; en un momento
dado se inclinó hacia su rostro y me pareció ver que miraba hacia mi mesa;
luego volvió a sus yanquis (o ingleses).
Por fin Corban se decidió a atenderme y al
rato me trajo una taza enorme de loza blanca llena de café y un plato con
manteca y unos pancitos caseros, muy ricos por cierto.
Su voz me sacó de mis cavilaciones - Do you have a light please? - . Cuando
levanté la vista estaba junto a mí, ligeramente inclinada y con un cigarrillo
en la mano; el medallón colgaba de su cuello y pude ver que tenía grabada una
cabeza de toro; en realidad no fue lo único que pude ver; ella se irguió - Do you like my medallion? – dijo mientras
yo sacaba mi encendedor y le daba fuego; dio una pitada, exhaló el humo y se
quedó esperando la respuesta – Si, It's a beautiful medallion, its owner is
too, but my English is very bad, I only speak Spanish - , entonces ella se
sentó en la silla que estaba frente a mí, llamó a Corban y le pidió un
coñac – ¿De dónde eres?, - Argentina- . – Me llamo Adara -.
Su castellano era bastante bueno, un poco
acentuado en las erres, pero ¿qué importaba? Me contó que era Antropóloga y que
el medallón era el usado por las sacerdotisas de Poseidón aquí en Creta y me
mostró el reverso en donde estaba grabada la figura del Dios. – Y el toro
representa al minotauro, ¿verdad? - , asintió.
El tiempo pasó volando en tan buena compañía;
cenamos en el patio de la posada, a la luz de la luna y con la vista del
Mediterráneo. Ella se ofreció a acompañarme al otro día al Palacio de Cnosos –
donde está el Laberinto ¿no? - ; sonrió y me dijo - es lo que todos creen, pero no es así - ,
dijo esto y se quedó un largo rato mirando como ausente ese mar calmo y
hermoso, luego, como volviendo en si me dijo
- es tarde, mañana saldremos temprano….vamos a mi habitación -.

Ya volviendo a la posada me habló de Gortina,
la antigua ciudad de Larisa; yo, que algo había leído quise hacer gala de mis
conocimientos hablándole de las ruinas arqueológicas pero ella me interrumpió
diciéndome que lo principal no lo sabía y que allí se encontraba el Laberinto,
en unas cuevas, pero que estaba prohibido entrar en ellas porque durante la
guerra los alemanes las habían usado como depósito de municiones y al irse, las
habían dinamitado -¿qué sentido tiene
volar unas cuevas vacías?, - , - no sé- respondió, -sus motivos habrán tenido,
¿te gustaría visitarlas? -; y entonces me explicó que furtivamente se podía
entrar, que ella las había visitado y sabía las precauciones que había que
tomar para no perderse, - solo se necesita llevar algunas cuerdas, velas y
linterna-. Cómo decirle que no.
Partimos en su auto a la mañana siguiente.
El interior de Creta me recordó a la provincia
de Mendoza; un valle muy verde y en el horizonte las montañas, no tan altas
como la cordillera, pero montañas al fin; íbamos hablando de la mitología
griega y así llegamos a la leyenda del Minotauro, allí le dije , como un
cumplido, que si las griegas eran como la reina Pasifae, enamorada de un toro
que Poseidón hizo salir del mar, realmente eran muy ardientes y
desprejuiciadas, cosa que ya había comprobado la noche anterior, ella sonrió y
solo dijo – soy cretense -.
A medio camino nos detuvimos en un negocio,
una casita de piedra caliza con un surtidor de nafta en la puerta; Adara entró
para comprar algo de comer y yo busqué algún cartel que indicara donde estaba
el baño, cansado y urgido caminé hasta la puerta del negocio en donde una
viejita estaba sentada en una silla de mimbre.
Vestía toda de negro y un rebozo del mismo color le tapaba la cabeza por
donde se asomaban algunos mechones de pelo blanco. Con mis pocos conocimientos
de griego le pregunté - Καλημέρα, το μπάνιο; (*) – y ella se quedó mirándome
con sus ojos azules y ausentes, luego se puso de pie, colocó la palma de su
mano izquierda en mi cabeza y dijo algo que no entendí; en eso llegó Adara y la
fulminó con la mirada, hasta ese momento no le había visto una expresión tan
dura y autoritaria; la anciana, visiblemente atemorizada bajó la cabeza y
volvió a su silla.
Adara me indicó por fin donde estaba el baño y
ya más aliviado en el auto le pregunté por su actitud con la viejita, ella se
puso seria, - te bendijo, solo eso -; - ¿ y por eso la trataste tan mal? - . No
respondió.
Así, pasamos la ciudad y nos metimos por un
camino de tierra, después de varios kilómetros llegamos hasta una alambrada – a
partir de acá seguimos a pie – me dijo y cargando nuestro modesto equipo
pasamos los alambres por un lugar en donde estaba rotos y llegamos a la entrada
de la cueva.

- -¿Sabes Daniel porqué los alemanes
volaron la cueva?, porque durante la ocupación los soldados que dejaban
custodiando el polvorín misteriosamente desaparecían. Al principio lo
atribuyeron a la resistencia pero luego se dieron cuenta de que algo
inexplicable estaba sucediendo.-
Su voz sonaba grave y triste; reverberando en
las paredes de la gruta.
- - La historia que conoces es
errónea, Poseidón no hizo emerger un toro de las aguas, ese toro era el mismo
Dios metamorfoseado el que se apareó con la reina Pasifae, la que engendró al Minotauro;
él es hijo de un Dios y por ende es inmortal.
Durante siglos las sacerdotisas cuidamos de él, porque debe alimentarse,
de lo contrario podría salir a la superficie y eso sería una desgracia. Lo
siento Daniel…adiós. -
Daniel M Forte.
08/08/2019
08/08/2019
(*) Buenos días ¿el baño?
¡Excelente!
ResponderEliminarMuy bueno el cuento, pero la cargaste, cuando te encontraste con alguién y te dijo ALTAMIRA, yo creía que decian Maradona o messi, mirá que tenés imaginación ehhh...
ResponderEliminarPor qué en primera persona?
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