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domingo, 5 de abril de 2020

ADARA


...Tuvo la delicadeza de dejarme el morral, un detalle. Se nota que en ella habita una mujer con estilo; tengo tabaco, pipa y linterna, con eso, lo inevitable será más llevadero.
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Mi hija fue insistente, -¿qué esperás papá para darte el gusto?- y no contenta con eso, averiguó todo lo concerniente al viaje, el que consumiría mis escasos ahorros pero, ya se sabe, los gustos hay que dárselos en vida.
Siempre me gustó la mitología griega, y tanto es así que cuando mi hija era chica yo la llevaba a la cama a la noche y le contaba esas historias helénicas, convenientemente modificadas para su edad. Adoraba la leyenda del Minotauro y fue así que me convenció para visitar Grecia.
Debo confesar que en el Acrópolis me emocioné, no podía creer que estaba ahí, en la tierra de Teseo, Ulises, Helena, Pitágoras, Aristóteles y tantos otros, con un gran pedazo de Jalvá  (en mi país le llamamos Mantecol) en una mano y todo el tiempo del mundo para disfrutarlo, porque no quise anotarme en esas excursiones para turistas, no me gusta que me lleven como hacienda para después no entender nada, porque mi inglés es espantoso y de griego, nada.
Siempre dije que la civilización griega fue la primera operación de marketing en la historia de la humanidad; recorrí de Atenas, no solo su zona histórica sino que fui a la periferia y no vi ningún griego y mucho menos una griega que se parezca a las estatuas. Los descendientes de Pericles son bajos, musculosos, morochos y bigotudos y las hijas de Helena tienen cejas anchas. Me sorprendió la cantidad de locales anarquistas que hay en los barrios, lástima no poder conversar con ellos;  hasta tuve que correr cuando me vi de pronto en medio de una marcha perseguida por la policía que no ahorraba gases ni balas de goma; fue una situación desopilante. En un momento, quedo bajo una galería con unos muchachos que llevaban una pancarta que decía EEK. Uno de ellos me dijo algo y yo le contesté en castellano y entonces preguntó  - where are you from? - ; cuando le dije Argentina sonrió, me palmeó la espalda y me dijo - ¡Argentina.....oh Altamira!, luego salieron corriendo.
Después de mi estadía en Atenas, abordé un carguero con destino a Creta, la cuna de la civilización minoica, donde se gestó el milagro griego. Allí me hospedaría por cuatro días en una posada económica, mi presupuesto gasolero no daba para hoteles caros y navegando por ese Mediterráneo azul, en un día luminoso, como a propósito, atracamos en Cnosos, la Capital de la isla.
El alojamiento era bastante discreto, una casona hecha de piedra caliza blanca como la nieve; allí casi todas las casas son blancas; y atendido por sus dueños; Corban, un anciano corpulento de cara regordeta y rojiza en donde destacaba un enorme bigotazo blanco amarillento  y Briseida, su esposa, corpulenta y muy amable que siempre, o por lo menos los días en que estuve, olía a ajo y cebolla.
Para mi suerte, Corban hablaba algo de castellano y como yo, fumaba en pipa. -¡argentino!- me dijo cuándo anotó mis datos en un enorme libro de actas. - ¡Messi! -  , y tal vez porque yo no soy muy famoso mi nombre lo pronunciaba Dannel y no hubo forma de que lo pronunciase bien.
Después de almorzar dormí la siesta; hacía calor y en la pieza solo había un pequeño ventilador. Tenía tiempo; el Palacio de Cnosos se recorre en un día y después no hay mucho más para ver; por lo menos eso creía hasta que bajé al comedor y la vi.
Una griega atípica me dije, no sé por qué supuse que era griega; sentada en una mesa individual junto a una de las ventanas mirando hacia afuera. Inmediatamente mi scanner erótico comenzó a funcionar; De unos cuarenta, muy bien llevados, pelo lacio muy negro, ojos verdes y piel manifiestamente blanca. Vestía una blusa cuyo contenido era muy agradable a la vista y un medallón, supongo que de plata, destacaba en su cuello.
Llamé a Corban quien en una mesa ubicada en la otra punta del comedor atendía a un matrimonio mayor, yanquis o ingleses, que no se decidían que pedir.
Corban no me escuchó, eso supuse porque ni siquiera giró su cabeza, sin embargo, cuando ella lo llamó por su nombre, y por cierto en voz no muy alta, inmediatamente dejó a los yanquis (o ingleses) y se dirigió a su mesa. Corban es un viejo bonachón que atiende muy solícitamente a sus huéspedes, habla en voz alta, gesticula y hace bromas, sin embargo, ante ella se manejaba serio y respetuoso, casi servil; en un momento dado se inclinó hacia su rostro y me pareció ver que miraba hacia mi mesa; luego volvió a sus yanquis (o ingleses).
Por fin Corban se decidió a atenderme y al rato me trajo una taza enorme de loza blanca llena de café y un plato con manteca y unos pancitos caseros, muy ricos por cierto.
Su voz me sacó de mis cavilaciones  - Do you have a light please? - . Cuando levanté la vista estaba junto a mí, ligeramente inclinada y con un cigarrillo en la mano; el medallón colgaba de su cuello y pude ver que tenía grabada una cabeza de toro; en realidad no fue lo único que pude ver; ella se irguió  - Do you like my medallion? – dijo mientras yo sacaba mi encendedor y le daba fuego; dio una pitada, exhaló el humo y se quedó esperando la respuesta – Si, It's a beautiful medallion, its owner is too, but my English is very bad, I only speak Spanish - , entonces ella se sentó en la silla que estaba frente a mí, llamó a Corban y le pidió un coñac       – ¿De dónde eres?,  - Argentina- . – Me llamo Adara -.
Su castellano era bastante bueno, un poco acentuado en las erres, pero ¿qué importaba? Me contó que era Antropóloga y que el medallón era el usado por las sacerdotisas de Poseidón aquí en Creta y me mostró el reverso en donde estaba grabada la figura del Dios. – Y el toro representa al minotauro, ¿verdad? - , asintió.
El tiempo pasó volando en tan buena compañía; cenamos en el patio de la posada, a la luz de la luna y con la vista del Mediterráneo. Ella se ofreció a acompañarme al otro día al Palacio de Cnosos – donde está el Laberinto ¿no? - ; sonrió y me dijo  - es lo que todos creen, pero no es así - , dijo esto y se quedó un largo rato mirando como ausente ese mar calmo y hermoso, luego, como volviendo en si me dijo  - es tarde, mañana saldremos temprano….vamos a mi habitación -.
Todo ese día lo pasamos en el palacio, en un momento dado pasó a nuestro lado un contingente plurinacional en donde no faltaban los japoneses con sus cámaras mientras una señorita con credencial en la solapa de su saco, me imagino que sería personal de turismo, les señalaba el lugar.  – Adara, mi inglés es malo pero algo entiendo, ella dice que aquí está el Laberinto - , hizo un gesto de contrariedad, - ya te dije, es lo que todos creen -.
Ya volviendo a la posada me habló de Gortina, la antigua ciudad de Larisa; yo, que algo había leído quise hacer gala de mis conocimientos hablándole de las ruinas arqueológicas pero ella me interrumpió diciéndome que lo principal no lo sabía y que allí se encontraba el Laberinto, en unas cuevas, pero que estaba prohibido entrar en ellas porque durante la guerra los alemanes las habían usado como depósito de municiones y al irse, las habían dinamitado  -¿qué sentido tiene volar unas cuevas vacías?, - , - no sé- respondió, -sus motivos habrán tenido, ¿te gustaría visitarlas? -; y entonces me explicó que furtivamente se podía entrar, que ella las había visitado y sabía las precauciones que había que tomar para no perderse, - solo se necesita llevar algunas cuerdas, velas y linterna-. Cómo decirle que no.
Partimos en su auto a la mañana siguiente.
El interior de Creta me recordó a la provincia de Mendoza; un valle muy verde y en el horizonte las montañas, no tan altas como la cordillera, pero montañas al fin; íbamos hablando de la mitología griega y así llegamos a la leyenda del Minotauro, allí le dije , como un cumplido, que si las griegas eran como la reina Pasifae, enamorada de un toro que Poseidón hizo salir del mar, realmente eran muy ardientes y desprejuiciadas, cosa que ya había comprobado la noche anterior, ella sonrió y solo dijo  – soy cretense -.
A medio camino nos detuvimos en un negocio, una casita de piedra caliza con un surtidor de nafta en la puerta; Adara entró para comprar algo de comer y yo busqué algún cartel que indicara donde estaba el baño, cansado y urgido caminé hasta la puerta del negocio en donde una viejita estaba sentada en una silla de mimbre.  Vestía toda de negro y un rebozo del mismo color le tapaba la cabeza por donde se asomaban algunos mechones de pelo blanco. Con mis pocos conocimientos de griego le pregunté - Καλημέρα, το μπάνιο; (*) – y ella se quedó mirándome con sus ojos azules y ausentes, luego se puso de pie, colocó la palma de su mano izquierda en mi cabeza y dijo algo que no entendí; en eso llegó Adara y la fulminó con la mirada, hasta ese momento no le había visto una expresión tan dura y autoritaria; la anciana, visiblemente atemorizada bajó la cabeza y volvió a su silla.
Adara me indicó por fin donde estaba el baño y ya más aliviado en el auto le pregunté por su actitud con la viejita, ella se puso seria, - te bendijo, solo eso -; - ¿ y por eso la trataste tan mal? - . No respondió.
Así, pasamos la ciudad y nos metimos por un camino de tierra, después de varios kilómetros llegamos hasta una alambrada – a partir de acá seguimos a pie – me dijo y cargando nuestro modesto equipo pasamos los alambres por un lugar en donde estaba rotos y llegamos a la entrada de la cueva.
Una verdadera ruina; los alemanes habían hecho lo suyo, cada tanto Adara iba dejando velas encendidas para marcar el camino de retorno hasta que llegamos a lo que parecía un abismo pero que al iluminarlo con nuestras linternas solo era una caída de no más de cinco metros y más allá se divisaban varias bifurcaciones. Adara ató la cuerda a un saliente y me dijo que bajara despacio, una vez llegado al suelo, me alcanzó el morral y entonces…entonces recogió la cuerda.

-          -¿Sabes Daniel porqué los alemanes volaron la cueva?, porque durante la ocupación los soldados que dejaban custodiando el polvorín misteriosamente desaparecían. Al principio lo atribuyeron a la resistencia pero luego se dieron cuenta de que algo inexplicable estaba sucediendo.-

Su voz sonaba grave y triste; reverberando en las paredes de la gruta.

-          - La historia que conoces es errónea, Poseidón no hizo emerger un toro de las aguas, ese toro era el mismo Dios metamorfoseado el que se apareó con la reina Pasifae, la que engendró al Minotauro; él es hijo de un Dios y por ende es inmortal.  Durante siglos las sacerdotisas cuidamos de él, porque debe alimentarse, de lo contrario podría salir a la superficie y eso sería una desgracia. Lo siento Daniel…adiós. -

Daniel M Forte.
08/08/2019

(*) Buenos días ¿el baño?









3 comentarios:

  1. Muy bueno el cuento, pero la cargaste, cuando te encontraste con alguién y te dijo ALTAMIRA, yo creía que decian Maradona o messi, mirá que tenés imaginación ehhh...

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  2. Por qué en primera persona?

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Pido disculpas por no agradecer sus comentarios, por motivos que desconozco, mi propio blog no me lo permite