MAQUETAS
Daniel M Forte
27/03/06
Publicado en la antología, Viaja Conmigo; Ed Dunken 2014
De pronto recordó los tiempos en que juntos armaban maquetas
de aviones, ¿cuando fue la última vez que habían armado una ?; el
ensamblaba las piezas y ella las pintaba
– la pintura nunca fue mi fuerte – ,
ella era muy prolija, quedaban magníficas, parecían reales.
La mujer que iba a su lado le acarició la nuca y cruzó las
piernas que emergieron hermosas desde
su minifalda; el giró el volante y tomó
por la avenida.
En la vitrina del living aún estaban aquellas maquetas,
algunas un poco rotas, como explicitando la inexorabilidad del tiempo; allí
estaban, olvidadas hasta ese instante en el que las rescató de entre los
recuerdos.
Distraídamente miró a la mujer; no pasaba de los veinticinco
y tenía una larga cabellera rubia; - se
parece a ella el día en que la conocí - ; y volvieron las imágenes; un picnic
por el día de la primavera, una guitarra
y esa mina que lo fulminaba con
sus ojos, que le sonreía, que le pedía canciones; - ya no tiene esa mirada, ¿cuanto
hace que no me mira así?- . Por aquellos días no tenía auto, fueron al Telo
caminando, besándose mil veces a cada
paso con esa impunidad que solo se siente en la adolescencia. Una ardilla
traviesa le mordió las tripas cuando la tuvo desnuda frente a el, algo que trascendía la excitación sexual. Y
allí la amó, con el cuerpo y el alma aunados
en un éxtasis furioso.

Gruesas gotas empezaron a golpear el parabrisas, la mujer se
arrimó apoyando la cabeza en su hombro; el acarició una de sus piernas - a ella la lluvia la ponía romántica - . Después
de hacer el amor en aquellos lejanos días de lluvia comían chocolate y leían
poemas - entonces comprendimos
que la lluvia también era hermosa –, dijo en voz alta mientras encendía el
limpiaparabrisas; la mujer le besó el cuello y el recordó de pronto el día en
que fueron a vivir juntos, en aquel dos ambientes en donde la magia fluía a borbotones; lo
pintaron juntos, e hicieron el amor entre las escaleras y los baldes de
pintura; ella puso unas cortinas horribles y el mintió con convicción diciéndole
que quedaban lindas, ¿ cuando fue que dejó de dormir desnuda ?, ¿ que le hizo
vestirse con ese camisón de vieja y meterse en la cama fría como un témpano? . La
obsesión por establecer esos hitos en su historia le causó gracia, una amarga y
profunda gracia , ¡que importan las exactitudes cronológicas si el dolor es el mismo! , si él ahora está
ahí manejando su auto acompañado por una mujer que apenas conoce, y deseando que a su lado y camino al telo
estuviese ella, tal como era, tal como la amaba, tan intacta en el recuerdo, ¿acaso
esa mujer ya no existía?, ¿acaso la que compartía su cama y cada tanto hacía
el amor como un robot era apenas una
sombra de aquella de la que se enamoró? Y entonces contempló la porción de su
rostro que le devolvía el espejo retrovisor, el pelo aún abundante pero canoso,
los ojos cansados e indiferentes, luego sintió el roce del volante contra ese
abdomen empecinado en crecer sin miramientos y allí, contemplando la vida a
través del vidrio del parabrisas, se sintió como aquellas maquetas, ajadas,
descoloridas.
Como explicitando la inexorabilidad del tiempo.
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