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martes, 1 de septiembre de 2015

MAQUETAS

MAQUETAS

Daniel M Forte

    27/03/06
Publicado en la antología, Viaja Conmigo; Ed Dunken 2014 

De pronto recordó los tiempos en que juntos armaban maquetas de aviones, ¿cuando fue la última vez que habían armado una ?; el ensamblaba  las piezas y ella las pintaba – la pintura nunca fue mi fuerte –  , ella era muy prolija, quedaban magníficas, parecían reales.
La mujer que iba a su lado le acarició la nuca y cruzó las piernas que  emergieron hermosas desde su  minifalda; el giró el volante y tomó por la avenida.
En la vitrina del living aún estaban aquellas maquetas, algunas un poco rotas, como explicitando la inexorabilidad del tiempo; allí estaban, olvidadas hasta ese instante en el que las rescató de entre los recuerdos.
Distraídamente miró a la mujer; no pasaba de los veinticinco y tenía una larga cabellera rubia;   - se parece a ella el día en que la conocí - ; y volvieron las imágenes; un picnic por el día de la primavera, una guitarra  y esa  mina que lo fulminaba con sus ojos, que le sonreía, que le pedía canciones; - ya no tiene esa mirada, ¿cuanto hace que no me mira así?- . Por aquellos días no tenía auto, fueron al Telo caminando, besándose  mil veces a cada paso con esa impunidad que solo se siente en la adolescencia. Una ardilla traviesa le mordió las tripas cuando la tuvo desnuda frente a el,  algo que trascendía la excitación sexual. Y allí la amó, con el cuerpo y el alma aunados  en un éxtasis furioso.
Gruesas gotas empezaron a golpear el parabrisas, la mujer se arrimó apoyando la cabeza en su hombro; el acarició una de sus piernas  - a ella la lluvia la ponía romántica - . Después de hacer el amor en aquellos lejanos días de lluvia comían chocolate y leían poemas  - entonces comprendimos que la lluvia también era hermosa –,  dijo en voz alta mientras encendía el limpiaparabrisas; la mujer le besó el cuello y el recordó de pronto el día en que fueron a vivir juntos, en aquel dos ambientes  en donde la magia fluía a borbotones; lo pintaron juntos, e hicieron el amor entre las escaleras y los baldes de pintura; ella puso unas cortinas horribles y el mintió con convicción diciéndole que quedaban lindas, ¿ cuando fue que dejó de dormir desnuda ?, ¿ que le hizo vestirse con ese camisón de vieja y meterse en la cama fría como un témpano? . La obsesión por establecer esos hitos en su historia le causó gracia, una amarga y profunda gracia , ¡que importan las exactitudes cronológicas  si el dolor es el mismo! , si él ahora está ahí manejando su auto acompañado por una mujer que apenas conoce,  y deseando que a su lado y camino al telo estuviese ella, tal como era, tal como la amaba, tan intacta en el recuerdo, ¿acaso esa mujer ya no existía?,  ¿acaso  la que compartía su cama y cada tanto hacía el amor como un robot  era apenas una sombra de aquella de la que se enamoró? Y entonces contempló la porción de su rostro que le devolvía el espejo retrovisor, el pelo aún abundante pero canoso, los ojos cansados e indiferentes, luego sintió el roce del volante contra ese abdomen empecinado en crecer sin miramientos y allí, contemplando la vida a través del vidrio del parabrisas, se sintió como aquellas maquetas, ajadas, descoloridas.
Como explicitando la inexorabilidad del tiempo. 


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